Heredad de ambrosas en la playa
Publicado en Nov 21, 2012
I
La noche se cuela por la hendija del recuerdo como una gacela en fuga y tu figura escancia crisoles y alboradas en el lecho furtivo de la luna. El silencio del mar, la lejanía, esconde mil plegarias y el susurro de un beso trashumante. La desnudez del grito, los encuentros, los vértices azules del abrazo, invitan al delirio, al pálpito oceánico del apretado giro placentero entre tu piel y mi cintura. II Aún dentro de ti, a ritmo de galope lujurioso, el arcano vaivén de la fragancia derrama el llanto blanquecino de la hombría en el huerto sublime del deseo. La pirueta vital de la cimiente ausculta los túneles del alma y aprisiona el gemido final sobre la playa. En la arena, mojada por las alas sudorosas, dos aves entretejen su aleteo y quedan amarradas al sosiego con un símil de amor y poesía.. III La luna, cómplice de la mar y andariega, abriga con sus mantos esplendentes, tu piel desnuda, la embriagante geografía de los valles y las cúspides. Las praderas, la selva núbil, íntima, fecunda, aprisiona los músculos erguidos, el mapa de los pliegues encajados, por donde escurre el torrente vital, el río presuroso de mis ansias, el agua de mi sangre, mi delirio. El delta de tu piel en jubilunio, bañado por sudores y rocíos, atrapa los caudales irredentos e inunda el mar, el vértice profundo, la cueva del amor hecha pasión. IV Tus ojos, sirena de la mar, ardiente musa, anuncian el umbral de la ambrosía y brillan anhelantes al ritmo frenético del beso. Dos pieles, dos continentes temblorosos, conjugan el crisol del amorío y estremecen la latitud decúbita del alba. Tendida en la plegaria sigilosa, sobre las húmedas arenas ebrias, el ímpetu fragante de la brisa abriga tu radiante desnudez. Venus, si cómplice es el mar en tentativa, el íntimo pliegue de la euforia escribe silencioso un pacto del relentes y miradas. V Las estrellas, los viajes infinitos, las luciérnagas, el lenguaje sideral de los espacios, vigilan el horizonte tórrido, el ritmo cadencioso de dos cuerpos frenéticos y trémulos, unidos por el aura del amor. El silencio nocturno, el rumor de las olas y los cielos, anuncian a gritos un mundo de relentes y caricias. Los cielos constelados juguetean y dibujan imágenes y mapas imposibles en el secreto lienzo de la entrega. El íntimo perfume de tu sexo, mis manos atrevidas, apremiantes, recorren los paisajes y descubren los cálidos nidales, la dicha y el placer. VI El vino, el espumoso don de la quimera, escancia mil placeres en el lecho y desata la vibración eréctil, el apremio, el abanico abierto de la entrega y la heredad del beso tentativo. El ebrio palpitar de la caricia estrecha dos copas y dos sorbos y dos ávidas bocas. El ósculo fragante y clandestino, el juego sudoroso de la lengua busca las rutas húmedas, el líquido paisaje de la dicha y el sortilegio de la cópula fragante. VII Tu voz, el eco sudoroso del abrazo condecora la breve serenata del recuerdo y el susurro insinuante, de una propuesta indecorosa. La música, el lírico momento, los arpegios anidan las sonatas y turgencias en el concierto lúdico del alba. Las olas y la mar, el momento mágico, la entrega, el asalto ferviente de la piel, los temblores arcanos, el climax jubiloso y delirante, el último jadeo, el grito penetrante del te quiero estalla como luz en la alborada. VIII Un concierto de lumbres y sosiegos estalla con fulgor de lejanía y anuncia, con brillos esplendentes, la magia del azul en lontananza. Tu piel desnuda, cálida, fulgente, anida en el fogón de mis abrazos. Tu rostro, el astro jubiloso de mis días, con el símil de las diosas sosegadas despierta con los rayos matutinos, el beso de las luces vespertinas y la caricia henchida de recuerdos. Atrás queda la mar y nuestros besos... Adentro, muy adentro, el amor.
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