Camino a ninguna parte
Publicado en Nov 21, 2012
Caminando por la calle principal, comencé a notar una mala sensación recorrer mis adentros. La temperatura parecía estar aumentando más y más a cada paso que daba.
El corazón latía pareciendo interpretar una macabra sinfonía, y respirar se estaba convirtiendo en un costoso trabajo. No paraba de caminar, y cada vez más rápido. La gente de mi alrededor me miraba con extraño; notaba sus miradas penetrar en mi interior. De repente, y durante apenas un par de segundos, todo fue envuelto en la más densa oscuridad, y cuando esta desapareció, sólo veía un infinito sendero entre dos grandes hileras de majestuosos árboles. Eché un vistazo atrás…pero sólo había niebla y nada más. Seguí caminando, casi corriendo, por el sendero sin fin, buscando mi destino. El cansancio, la fatiga, y la impotencia de no saber que hacer, se estaban apoderando de mí. No entendía que estaba ocurriendo, pero dentro de mí hay algo que me incita a seguir. Caminé y caminé, pero el entorno no cambiaba lo más mínimo. Volví a mirar tras de mí, y cual fue mi asombro al ver niebla, única y exclusivamente niebla; por más que caminara, no parecía moverme. Corrí y corrí, intentando dejar a la niebla tras de mí…pero me seguía como un perro fiel a su dueño. No paré de correr y correr, y al poco tiempo empecé a escuchar unas voces que parecían venir de los árboles. Esas voces no paraban de repetir “no te vayas, no te vayas”. Cuando todo parecía que no pudiera ser más irreal, unos peces nadaban en el aire acercándose a mí. Aparecieron de ambos lados, y como si de una coreografía se tratase, comenzaron a pasar frente a mí golpeándome la cara con sus aletas. Los intente espantar, pero era imposible. Seguí corriendo lo más rápido posible, con los peces voladores aleteándome en la cara, y las voces pidiéndome que no me fuera. A los pocos segundos de la aparición de los peces, comencé a escuchar otra voz diciéndome “abre los ojos”. No podía soportarlo más, y decidí hacer caso a las voces. Me paré en seco, y con los peces aun golpeándome la cara, abrí los ojos lo máximo posible hasta el punto de casi expulsar los globos oculares. De repente, una fulminante luz apareció desterrando la tenebrosa oscuridad, eliminando los golpes de los peces, y acallando las repetitivas voces. Lo primero que vi fue a varias personas abanicándome con unos papeles, y a un señor decirme: -¿Cómo te encuentras? Te has desmallado hace un par de minutos. ¿Un par de minutos? – pensé – pareció una eternidad, y tan real…nada es lo que parece aunque lo veas tan real. R.R.Almeida.
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Veronica
Rafael Ruiz