Espectador
Publicado en Nov 21, 2012
Vi la manzana reposando en una cuna de hojas,
hojas; la vi viajar sin movimiento, la supe amar sin conocimiento de qué es sentir. Rojo, comprendí sin entender, es el vestido de algo sagrado, sin color, con vida; no es la vida, pero menguó de ella y se hizo roja de calor humano. Las capas suspendidas de tiempo se hacían consistentes, visibles, aunque indescifrables, sudor, aspiración de ser tu amante; lujuria: los pasos de éste caminante. Viajaba aún sola, perdida hasta de sí misma, sin vestidos, desnuda, sucia de tiempo, inmune al viento. Pensar no es razonar, es ser forastero de su propio mundo; ver sin ojos y correr sin pies. Vuela, asciende antes de que la luminiscencia ensucie tu rostro, antes de que la duda se evapore, pero después de estar despierta. Cada día que pase es una duda suelta.
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