El ocaso de la humanidad
Publicado en Nov 22, 2012
Un grupo de supervivientes corre por las desiertas calles de Londres, buscando desesperadamente un refugio. Tras ellos corren varios seres, que antes habían sido humanos, pero que ahora eran animales come-gente: humanos que habían sobrevivido a una horrible enfermedad y que solo se regían por los instintos. Lo que había empezado como una acción radical de liberación animal se había convertido en un exterminio humano; un laboratorio en Australia había sido asaltado, liberándose todos los animales usados ahí con fines experimentales, entre ellos varios monos a los que se les había inoculado un tratamiento universal con devastadores efectos secundarios, uno de los monos había mordido a un humano, y la enfermedad se propagó. Aquellos que habían sido infectados pronto desarrollaron necrosis y gangrena en varias partes del cuerpo, muriendo envenenados por estos, los que no habían muerto habían sufrido una mutación extrema que los hacía comportarse como animales, preocupándose solo por comer. Y los humanos eran la comida ahora. De 7 mil millones de humanos que vivían en el planeta solo quedaron unos pocos.
Los come-gente alcanzaban al grupo superviviente. Uno de ellos, armado con un hacha, atacó a los que se acercaban, dándoles tajadas certeras. -¡No hay tiempo, Dan!- gritó el líder-. Deja que Lacey se encargue de ellos. El aludido dejó de atacar y siguió corriendo. Lacey sacó un arco y varias flechas, disparando a los come-gente, que retrocedían y caían abatidos por las flechas. -¿A dónde iremos?- preguntó Lacey, alcanzando al grupo. -Podemos ir a la antigua ribera del Támesis- sugirió Dan-. Ahora que esta seca sería un buen refugio. Tom, el líder del grupo, miró a primero a Lacey y luego a su gemelo. Antes que nadie dijera nada más, fueron emboscados por los come-gente, que se lanzó sobre ellos. Lacey empujó a Dan fuera del alcance de uno de ellos y disparó una flecha especial, que carbonizó a los come-gente que se encontraban cerca de la flecha, mientras que Dan abatió a varios con su hacha. Se escucharon disparos, y los que seguían vivos después del ataque salieron huyendo. Tom le entregó su arma, una escopeta, a Dan y le dijo: -Te servirá más. Yo les distraeré y ustedes corran. Pónganse a salvo. La ribera del Támesis es una buena idea, ahora váyanse. ¡Ya! Los cuatro sobrevivientes corrieron. Llegaron a la ribera del río. -¿Y ahora qué?- preguntó Clint, uno de los otros supervivientes. Sus ojos negros miraron con desafío a Dan, que solo se encogió de hombros. -Hay que resistir lo mejor que podamos- respondió Lacey en lugar de su hermano. -¿Cómo lo haremos?- quiso saber Clint-. No tenemos provisiones y nuestras armas no son suficientes para enfrentar a los come-gente. -Nos han servido para llegar hasta aquí- comentó Dan-. Podemos buscar algo aceptable para comer aquí. El río no esta tan contaminado. Se oyó el sonido de pasos arrastrándose. Los come-gente se acercaban. -¡No hay donde esconderse!- exclamó Clara, que había permanecido callada todo el tiempo. Su voz era gutural. Entonces, se abalanzó sobre Clint. -Esta infectada- dijo Lacey, retrocediendo. Dan cargó la escopeta y disparó contra los come-gente. Al mismo tiempo, Lacey disparaba flechas contra los que alguna vez fueron sus amigos. Sin embargo, no fue suficiente. Rápidamente, los come-gente se acercaban cada vez más a los hermanos. Uno de ellos saltó sobre Dan y lo mordió, seguido por varios otros y Lacey, tomando la escopeta, se dio un tiro, prefiriendo morir que convertirse en una come-gente. Así la humanidad llegó a su fin.
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