Momentos
Publicado en Nov 22, 2012
La música sonaba como estruendo en mis oídos. Yo, sentado en mi despacho con los ojos puestos en un libro, sin nada mejor que hacer que devorarme una novela. Le pedí a Martha que me preparara café y me lo trajera a la habitación sin hacer ninguna escala.
- -Cuarenta invitados en la planta baja, tal vez solo queden 20, aún así, cuál de ellos más bullicioso- pensé en voz alta- y todo por complacer a mi hija, que estupidez he cometido. Quinceañera ¿Qué sabe de la vida? ¿y por qué he aceptado?... claro, ya recuerdo bien, mencionó a su madre, que lista y embaucadora ha salido, es idéntica a Laura… pero ¿en qué diablos estoy pensando?- me exalté- ¡tengo que levantarme temprano, y con ese sonido sofocante y casi destructor, jamás podré conciliar el sueño!. Y ¿porque demonios he pedido café? ¡claro, seguro con eso podré quedarme dormido!- irónico, como si no se hubieran dado cuenta- ¿y cómo mierda voy a poder dormir? ¡esto se acabó!, cuando Martha venga a dejarme la taza de café “innecesaria”, le diré que despache a los invitados, adolecentes… la mayoría de ellos solo piensa en sexo y los que quedan, piensan cuando les llegará el momento de perder su virginidad, todo se traduce en sexo, todo su alrededor, todos y cada uno de los cuarenta invitados están pensando en orgías y eso incluye a la inocente de mi hija, ¡que descaro y en mi propia casa! Pensarán que me he vuelto loco, yo digo “realista”, la locura te hace alucinar, ver la realidad tal cual es, es uno de mis pasatiempos, y lo disfruto a concho… ¿amargado? Tal vez, solo un poco, pero ¿Cómo no serlo? A mis 48 años ya he vivido lo suficiente para conocer como es la gente, sus pensamientos, sus anhelos, sus faltas y virtudes… está bien, no soy un experto, pero sé que albergo más información que muchos otros… ¿y a costa de qué? De alegrías, penas, rabias, sorpresas, miedo, si, sobre todo el miedo… miedo a quedarme solo, miedo a perder a mi única hija, a la razón de mi vida, ¡miedo a enfrentarme a mí mismo cada día de esta puta y desgraciada vida!, miedo a enfrentar al temor mismo. Sé muy bien que los jóvenes al verme pasar dicen: “mira, ahí va el viejo culeado amargado de la casa tétrica”, ¡que insolencia! Pero aquella insolencia está del todo correcta, ¿Qué más se puede pedir? Perdí a mi mujer hace quince años… ¿quince años? Que rápido pasa el tiempo, que rápido se acaba la vida… ¿Por qué mierda, Martha no llega con el café?, ¡qué incompetencia la suya!- la luz comienza a parpadear- que sucede con la ampolleta, ¡genial, ahora deberé comprar otra!- la luz se apaga- ¿qué diablos sucede? Si he pagado la cuenta de luz, vaya, ahora tendré que esperar a que Martha traiga el café y también una vela ¿será mucho trabajo para ella?- adivinen, ironía al ataque- que rayos pasará con esa mujer…-se enciende la luz y un grito ensordecedor acalla mis quejas- ¿qué sucedió? Me levanto sorprendido y preocupado, abro la puerta de mi despacho que da justo al pasillo que conduce a la escalera marrón chocolate, bajo casi en un soplo por los escalones alfombrados de un color crema y veo a todos los adolescentes reunidos en torno a algo, sin saber lo que era, me uní a la masa. Al despejar la pista me encontré con algo horroroso y que nunca imaginé encontrar, el cuerpo sin vida de mi adorada hija. La sangre estaba esparcida como un charco alrededor de su cuerpo y su cuello estaba casi rebanado por completo, fue horroroso. El arma homicida estaba junto al cuerpo, sentí que el homicida se burlaba de mí. Tomé a mi hija entre mis brazos, y la apoyé contra mi cuerpo, mi camisa quedó empapada de un color rojo oscuro y mis manos se llenaron de aquel líquido tibio que emergía del cuello de Miranda.
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Lali
jonathan