Los vecinos
Publicado en Nov 22, 2012
El ruido fue tan fuerte que me desperté, no sabía si eran caños que se habían caído, chapas o algo así. Eran las cuatro de la mañana, aún me quedaban tres horas pero los simpáticos Suárez una vez más en discusión alteraban mi sueño, son gente buena pero se la pasan discutiendo, si no fuera porque los conozco hace más de diez años ya los hubiese denunciado, sobre todo al señor Suárez, a veces están maleducado y maltrata tanto a su mujer. Ella una mina que aparentemente parece bastante corajuda y para mí que solo está con él por la plata, porque más de una vez vi como despedía de su casa al administrador que también vive en el edificio, cada vez que le iba a cobrar las expensas.
Al día siguiente con ojeras hasta el mentón salí de casa directo al trabajo y en la puerta me encontré con la escena más espeluznante, policías, cintas cercando la escena del crimen, vecinos azorados. No entendía nada pero sí, crimen, crimen era la palabra que describía lo que había sucedido. Me acerqué a preguntar y un policía sin dejarme pasar me explicó que habían encontrado al señor Suárez muerto de un gran golpe en la cabeza, me preguntó si sabia si el señor Suárez tenía enemigos y yo sin salir del asombro respondí un desinflado no. Le pregunté al jefe a cargo de la investigación donde estaba la señora Suárez, seguramente estaría adentro llorando desconsolada, más allá de no llevarse también era su esposo y después de todo ¿Qué matrimonio se lleva bien?, el mío duró menos de un año. El investigador me respondió que la señora Suárez estaba de viaje en la costa visitando a una hermana hace unos días. Yo le comenté que me había parecido verla ayer. La mañana anterior había visto a la señora Suárez hablando en la esquina con el administrador, él le entregaba unas llaves y luego ella subía a un taxi con un bolso. Le resté importancia porque era una nueva confirmación de que ahí había un romance, de echo una vez escribí la historia de ellos para un taller de escritura al cual asistía, con el final que yo creía, ella escapándose con él y con toda la plata del señor Suárez y Suárez, muriéndose de un ataque al corazón… Crónica de una muerte anunciada. Pero ahora había una muerte, la de Suárez pero sin ataque, ¿o si? Le pregunté nuevamente al investigador que golpe tenía el señor Suárez, si había sido un robo o simplemente de un ataque se cayó y al golpearse se murió. El investigador me dijo que no podía darme más detalles que esperaban al forense pero que todo indicaba un claro caso de inseguridad y que cerrara bien la puerta de mi casa por la noche. Luego de varios días no podía sacarme de la cabeza la imagen del entierro del señor Suárez, tampoco la frialdad de la señora quien a penas había derramado escasas lágrimas por su esposo ni la cabeza agachas del administrador. Una vez que el entierro terminó me acerqué a darle mis condolencias y ella sin levantar la vista siguió caminando directo a su auto. Supuse que abrumada por el dolor no iba a estar parando por cada uno que le dijera “lo siento mucho” Una mañana pasé como siempre por la puerta de la casa de la difunta Suárez, apunto de tocarle el timbre para ver como estaba y si necesitaba algo, sin saber si me abriría la puerta, pero teniendo muchas ganas, no sé porque de escucharla para ver como sonaba. Escuché que hablaba con el administrador y que le decía que en pocos días cobraría la herencia que todo estaba saliendo de acuerdo a lo planeado, que la investigación se cerraría que todos éramos victimas de la inseguridad. Al escuchar estas palabras volví a mi casa aterrado, ¿Ellos lo habían matado? ¿Cómo podía alguien matar a otra persona? No dormí en toda la noche, pensé en vender todo en irme lejos, lejos de una vecina asesina. No quería salir de mi casa, ni cruzarla a ella o a él. Sonó el timbre y de un salto me paré. Fui hasta la puerta y no había nadie, paranoico pensé que el acto seguido era un hacha que atravesaba mi puerta dando fin a mi vida que hasta hace unos días era barata y aburrida pero sin asesinos alrededor. Mire para abajo y un sobre con mi nombre y apellido traía con si una citación del juzgado para ir a declarar como testigo sobre la muerte del señor Suárez. Pensé en no presentarme, pensé en inventar una enfermedad, pensé y pensé pero finalmente se hicieron las once y entré a la oficina del investigador quien amablemente me hizo muchas preguntas y entre café y café me fui relajando. Antes de terminar con el interrogatorio el investigador me agradeció y me dijo que no me necesitaban más que mi citación era de rutina, que siempre se citaban a declarar a los vecinos de victimas de un caso como el de Suárez. Agradecí la amabilidad, los cafés y me fui, tranquilo y pensando empezar una terapia para llevar conmigo ese secreto toda la vida, poner en venta el departamento y rehacer mi vida sin sentir culpa por saber y no decir, pero consciente de que el miedo me paralizaba. Al mes de poner en venta el departamento se vendió, hacia semanas que no veía a la señora Suárez ni al administrador. Salí de casa rumbo a firmar el boleto de compra-ventana y nuevamente una escena antes vivida invadían mi vista, policías y vecinos que miraban lo que sucedía otra vez yo que me acercaba a preguntar ¿Y ahora quien era el muerto? Pero no había muerto, solo había dos detenidos acusados del crimen del señor Suárez, nada más y nada menos que la difunta y el administrador a quienes con esposas se los llevaban. El investigador estaba ahí cuando me vio se acercó y me dijo, “descubrimos al asesino y a su cómplice” “¿Pero como?” Luego de preguntar me dije a mi mismo cállate la vas a cagar” y el investigador con una sonrisa tan solo me respondió “Gracias a un testigo que preferimos resguardar su identidad descubrimos que la señora Suárez mintió, no había viajado días antes, nuestro testigo la vio la mañana anterior y a raíz de eso descubrimos varios errores más en su coartada” Yo no salía de mi asombro y antes de decir algo agregó “Gracias por todo ahora podes dormir tranquilo este edificio no sufre de inseguridad” Fin Cintia Albenque
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