PESADILLA
Publicado en Aug 08, 2009
PESADILLA
La luna acuchillaba el cuerpo gigantesco, denso y negro de la noche. Sin embargo no la vencía. Ya que señoreaba invicta detrás de las casas y las arboledas. Era una lucha fatal, pero tenían las tinieblas aliados valiosos: negras y densas nubes que cargadas de lluvia y tormenta tapaban la claridad, era cuando, cuán vampiro sediento la oscuridad tiraba su capa densa y opaca sobre todo. El barrio de humildes casas de gente laboriosa dormía el merecido sosiego, luego de un día pleno de trabajo o tedio. Se aliaban en densa y tenebrosa amistad la noche y el silencio. Fue cuando, vulneraron al silencio aquellos gritos de gentes y ladridos de perros, retumbar de botas en las calles terradas y los rayos de las linternas trozando a sablazos aquel manto azabache. "Buscamos a dos mujeres" decían nervioso los policías. Aquí, allá y acullá se encendieron luces en las casas, atónitos y aturdidos vecinos con ávida curiosidad salieron a ver qué pasaba. "Buscamos a dos mujeres, una de pelo largo y otra tetuda", decía el hombre de uniforme azul. Nadie las había visto, ni oído. Debajo de la espesa fronda de un tacuaral las dos mujeres: una de cabellos lacios y largos hasta el suelo y la otra de generosos y amplios senos, se arrastraban, costándoles mucho cada centímetro de progreso sobre el terreno de húmeda y pegajosa hojarasca y a lo lejos ya el ladrido de los perros, el grito de los hombres y el sable amarillo de las linternas tajeando tinieblas. Por fin logran, recuperar el aliento. Entran a la casa. Encienden la luz y se tiran sobre la cama. Se arrodillan sobre las sábanas, cruzan sus miradas y sus rostros denotan una mueca entre llanto de temor y alegría por habérseles escapado a la policía. Unos golpes en la puerta de la casa las sobresalta, al indagar: "quién es", se tranquilizan al oír la voz amiga y serena de su hermano. El efebo ingresa en la habitación sonriente, preguntando: "que les pasa mujeres, están pálidas", diciendo esto se desprende de una inmensa mochila azul que trae sobre sus espaldas. Pues quienes pensaron que ya habían tenido su día de terror culminado, ven que su espejismo recién inicia. La mujer de largos y lacios cabellos hasta el suelo lanza un grito de terror, que cuando los ojos de sus hermanos ven lo mismo que lo de ellas, queda el hombre convertido en una estatua de mármol y la otra mujer enmudece. De la mochila emerge una serpiente inmensa, de ojos de fuego y colmillos enormes. Aún atrapada su voluntad por la turbación la mujer de la larga cabellera patea la mochila y con un ruido de carne golpeando el suelo el áspid cae, reptando sobre las limpias tablas de maderas, el reptil demuestra su poder y tamaño, ya que asoma la cola por uno de los costados de la cama de dos plazas y la cabeza por el otro, con la boca abierta presta a la mordida. Salta la mujer confundiendo al ofidio con sus largas greñas, y cree despistarla. Mira a su hermano hecho mármol por el pánico y elevando una plegaria le pide al Dios Bueno que convierta a esa roca nuevamente en sangre y carne. Siente detrás suyo un aliento frío como el hielo, gira y allí la serpiente con los ojos rojos, la boca abierta, cuán cueva de la muerte, que con la lengua bifurcada la tantea para hallar la yugular donde hundir sus colmillos. Sin embargo la doncella no es débil ni temerosa, enfrenta al crótalo tomándolo de la cabeza y asfixiándola con las dos manos. El animal con fuerza brutal gira, se retuerce y quiere enredarse en el cuerpo frágil pero los largos cabellos la confunden, grita la mujer a sus hermanos: "traigan una bolsa de plástico para ahogarla", cuando le colocan la bolsa en la cabeza la serpiente hace emerger de cuerpo un brazo con una mano portando una jeringa, sacándose sangre de la cola intenta inyectarla en el brazo de la mujer, pero esta la arrebata. La víbora saca una segunda mano con jeringa pero de nuevo la mujer la saca y le inyecta su propia sangre. Aún así se niega la víbora a ceder, asfixiada y sacudida por la chica no sucumbe. "Ya que no mueres por tu propia sangre, reptil maldito, te mataré a golpes", exclamó la joven, lanzando el pesado cuerpo de la serpiente al suelo. Aprovechando que aún está aturdida la toma de la cola y la golpea con fuerza desbordante contra la pared, el piso, los muebles. El sol trae la tranquilidad del día a la comarca. Dentro de la casa, una mujer de larga caballera atisba con los ojos enrojecidos de insomnio, el piso vacío. Las manos aferradas sobre el parante cilíndrico de la cama. Transpirada y aún temblando de pavor, se da cuenta, al ver la luz del día, que ha tenido una terrible pesadilla.
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Héctor Restrepo Martínez
Diego Lujn Sartori
Esa es la idea y tal como creo de debe escribir un cuento: breve, con final impredecible.
Gracias.
Diego
Alejandro Ramrez Romero
Guillermo Cervantes
GRACIELA BRASCA
Diego Lujn Sartori
hay otros... La mujer del río, tengo cincuenta años... Tal vez te gusten mas.
Diego
Mariana