H. P. LOVECRAFT: VISIONES DE UNA LOCURA CSMICA
Publicado en Nov 23, 2012
H. P. LOVECRAFT: VISIONES DE UNA LOCURA CÓSMICA
Sabemos que el Miedo es una de las emociones más intensas y profundas del Ser Humano. Y el miedo más antiguo y poderoso es aquel vinculado a lo Desconocido. El hecho de admitir esta realidad -son muy pocos los psicólogos que la niegan- sitúa a los cuentos sobrenaturales entre las formas más auténticas y significativas del arte literario. Sin embargo, el alcance de lo espectral y lo macabro es, por lo general, bastante limitado; pues exige por parte del lector cierto grado de imaginación y una considerable capacidad de evasión de la vida cotidiana. Son relativamente pocos, en efecto, los individuos que pueden liberarse lo suficiente de las cadenas de la rutina diaria como para corresponder a las intimidaciones del Más Allá. Ha habido escritores que comprendieron muy bien este fenómeno, dejando, con su sensibilidad e intelecto, llagas en el alma (que sólo el paso del tiempo puede cicatrizar). Quizá podamos delinear mejor esta idea con la propia declaración de Howard Phillips Lovecraft, el autor de horror más influyente del siglo XX: “El único comprobante de lo genuinamente sobrenatural es saber si suscita o no en el lector un profundo sentimiento de inquietud al contacto con lo desconocido, una actitud de aprensión frente al avance insidioso del espanto, como si se estuviese escuchando el batir de unas alas tenebrosas o el movimiento de criaturas informes en los inimaginables y remotos límites del universo conocido”. HIS NAME IS ALIVE! H.P. Lovecraft nació en 1890 en la ciudad de Providence, Rhode Island (Estados Unidos). Fue el ermitaño, olvidado hijo de un padre que murió de sífilis terciaria tras años de internamiento, y -según todos los testimonios- de una madre confusa e inmadura. Educado en el hogar de su abuelo materno, Lovecraft fue abandonado a sus propios medios. Las bases de su mundo imaginativo quedaron sentadas a una edad muy temprana: víctima de la primera de muchas crisis emocionales -“casi un colapso”- a los ocho años, llevó una escolarización formal que resultó esporádica, pero el futuro escritor se zambulló vorazmente en su formación autodidacta, particularmente en lo que a la astronomía se refiere. Sobre esta ciencia, publicó cuando adolescente varios magacines hectografiados, llegando a redactar columnas astronómicas para algunos periódicos de Rhode Island. Empezó a escribir relatos y poemas siendo ya un veinteañero, editándolos inicialmente en medios amateur. A su vez, mantuvo correspondencia con varios escritores con quienes tenía intereses comunes, formando el así llamado “Círculo de Lovecraft”. Una de las ventajas de la acertada selección de relatos que Peter Straub escogió para su antología en la Library Of America -recopilación que representa más o menos la mitad de la narrativa de H.P. Lovecraft- es que, cuando se la lee de manera secuencial, permite al lector presenciar el proceso de maduración como escritor. Para cuando se lanza el antedicho compendio, el autor ya padecía un estadio avanzado de la enfermedad que le causaría la muerte -cáncer intestinal-. Poco se pudo hacer para tratar el mal: Lovecraft intentó soportar el dolor cada vez más intenso durante el invierno de 1936-37, pero finalmente se vio obligado a ingresar en el Hospital Memorial Jane Brown el primero de marzo de 1937, donde fallecería cuatro días después. Fue sepultado en el mausoleo familiar de los Phillips, en el cementerio de Swan Point. Muchos más volúmenes recopilatorios siguieron al pistoletazo de salida de Straub, y finalmente el trabajo de Lovecraft quedó codificado en libros que llegaron a ser traducidos a más de una docena de idiomas. Sus relatos están disponibles en ediciones ampliamente comentadas; sus ensayos, poemas y cartas son accesibles para el público mayoritario, y muchos estudiosos han escrito sobre las profundidades y complejidades de su pensamiento. Queda mucho por hacer en el estudio de Lovecraft, pero es seguro decir que, gracias al mérito intrínseco de su pluma y a la perseverancia y diligencia de sus asociados y amigos; Lovecraft se ha ganado un pequeño pero importante lugar en el canon de la literatura americana. EL ALUCINADO JOVEN LOVECRAFT Howard fue un niño misántropo y sufrió frecuentes enfermedades, algunas de ellas de origen aparentemente psicológico, asistiendo de manera más que episódica a la escuela de Slater Avenue -pero absorbiendo gran cantidad de información a través de sus lecturas individuales. Sobre los ocho años descubre la ciencia: primero la química, luego el estudio de los astros. Se consideraba británico y adoraba todo lo que le recordase el pasado colonial de su patria. Fue una persona un tanto antisocial, que dedicaba su tiempo a la lectura, a la astronomía y a cartearse con otros aficionados a la literatura macabra. Asimismo, desde muy pequeño sintió una morbosa aversión al mar (de acuerdo a la freudiana explicación de Wandrei, achacable a una intoxicación por comer pescado en malas condiciones). También le producían pavor los invertebrados, la vida marina en conjunto, las bajas temperaturas, los obesos, la gente de otras razas, los suburbios, el mestizaje, los instrumentos de percusión, las cuevas, los sótanos, la vejez, los grandes períodos de tiempo, la arquitectura monumental, la geometría no-euclidiana, los desiertos, los océanos, las ratas, los perros, la campiña de Nueva Inglaterra, la ciudad de Nueva York, los hongos, las sustancias viscosas, los experimentos médicos, los sueños, las texturas gomosas, las texturas gelatinosas, el color gris, la vida vegetal, los lapsos de memoria, los libros antiguos, la genética, la niebla, los gases, los silbidos, los susurros... Las cosas que no le asustaban hubiesen conformado, probablemente, una lista menos abundante. Como los vampiros, H.P. Lovecraft odiaba la luz del día. Pero en las noches revivía para leer, para escribir, para pasear por las calles solitarias -sin enemigos ya- y, sobre todo, para soñar. Vivía por y para sus sueños. En ellos experimentaba “una extraña sensación de expectación y de aventura, relacionada con el paisaje, con la arquitectura y con ciertos efectos de las nubes en el cielo”. Este placer estético, según August Derleth, le impidió suicidarse. Robert Bloch, autor de Psicosis, dice de él que, si bien es cierto fomentó su propia leyenda, también lo es que viajó, que se escribió con mucha gente, que estaba siempre al corriente de la filosofía, la política, y la ciencia de su época. “La imagen del hombre retraído y solitario, que persigue sombras y pasea por las noches en antiguos cementerios -dice Bloch-, no es completa”. Y añade: “La rareza de Howard Phillips Lovecraft, si es que hubo tal rareza, residió en que su torre de marfil estaba mejor construida y era más bella que la mayoría de aquellas, y en que invitaba al mundo entero a visitarla y a compartir sus riquezas”. EL CÍRCULO MACABRO Lovecraft fue un gran innovador del cuento de terror gracias a su singular tratamiento de la narrativa y a la atmósfera de sus historias, que acercaron al género a la ciencia ficción (no llegaba a la veintena y ya escribía una columna de astronomía para el Providence Tribune). Escritor relativamente desconocido en su tiempo, mientras que sus historias se habían hecho un lugar en revistas como Weird Tales, mucha gente no ubicaba ni su nombre. A pesar de ello, mantenía correspondencia con otros escritores contemporáneos, como Clark Ashton Smith y August Derleth, quienes se convirtieron en buenos amigos suyos (incluso sin haberse conocido nunca en persona). Este nutrido grupo de escritores recibió a posteriori el justo apelativo de “Círculo de Lovecraft” o “Escuela de Lovecraft”, ya que tomaba prestados elementos de las historias de Lovecraft -libros misteriosos de nombres inquietantes, panteones de dioses extraterrestres como Cthulhu y Azathoth, lugares como Miskatonic y Arkham- para usarlos en sus propias historias (con la bendición y “complicidad” de Lovecraft). Se ha sugerido que fueron los esfuerzos del Círculo de Lovecraft -particularmente de August Derleth- los que evitaron que el nombre y las historias de Lovecraft desaparecieran completamente en las tinieblas del olvido. La mayor parte de su obra apareció de modo póstumo. Sus narraciones, macabras y fantásticas, en las que se observa la influencia de Lord Dunsany, William H. Hodgson, Arthur Machen, Ambrose Bierce y Edgar Alan Poe; desarrollan la idea de una legendaria y primigenia población de la Tierra, no oriunda de este planeta, que intenta sin descanso recuperar su poder perdido. Estos relatos versan sobre espíritus malignos, posesiones psíquicas y mundos oníricos donde el tiempo y el espacio se alteran irremediablemente; relatos que moldearon los llamados Mitos de Cthulhu -piedra basal cosmogónica resultante de un trabajo colectivo que cristalizó en torno a un hombre solitario, pero que fue cincelada con las aportaciones de la Escuela de Lovecraft: el propio autor, Clark Ashton Smith, Robert E. Howard, Robert Bloch, August Derleth, Frank Belknap Long, Henry Kuttner, E. Hoffman Price y otros. Después de la muerte de Lovecraft, esta asociación espontánea de literatos siguió contribuyendo a su leyenda. August Derleth fue, probablemente, el más prolífico de todos ellos: sus contribuciones han sido controvertidas, ya que, mientras Lovecraft nunca consideró a su panteón de dioses extraterrestres más que como parte de la trama argumental; Derleth creó una cosmología completa, con una guerra entre Los Dioses Arquetípicos, como Hypnos o Nodens, y los Primigenios, como Hastur y Nyarlathotep. Además, asoció a los Primigenios a los cuatro elementos. A partir de entonces, nuevas y oscuras deidades se alzaron misteriosamente en los rincones del Universo en busca de sus dominios ancestrales; temibles libros de saber olvidado y circunstancias abominables se vincularon a detalles y escenas espeluznantes con ambientes de pesadilla y viajes oníricos hacia dimensiones desconocidas, en un conjunto de viscosas y grotescas leyendas capaz de hacer enloquecer al más cuerdo de los mortales. Cada una de ellas supuso un grano de arena: de todos ellos fue alimentándose el dogma recién creado, que acabaría convertido en una sucesión de extrañas costas bañadas por mares preternaturales. DELIRIO ALIENÍGENA Las pesadillas que Lovecraft sufría le sirvieron de inspiración directa para su trabajo. Quizás es esa visión directa pero simbólica de su inconsciente la que explica su continuo revuelo y popularidad. En su cuento largo “En Las Montañas Alucinantes”, leemos: “Los Antiguos bajaron de las estrellas cuando la Tierra aún era joven. Eran seres cuya sustancia había sido guiada por una extraña evolución, cuyos poderes eran mayores de los que jamás habían existido en el planeta. Para realizar sus vuelos prehistóricos a través del espacio cósmico, según la leyenda, absorbían ciertos productos químicos que casi los independizaban de la alimentación, la respiración, el frío y el calor”. Sus intereses le llevaron a apreciar de manera especial el trabajo de Edgar Allan Poe, quien influyó fuertemente en sus primeras historias, de atmósfera lóbrega y ocultos miedos que acechan en la Oscuridad. El descubrimiento de las historias de Edward Plunkett y Lord Dunsany llevó la literatura de Lovecraft a un nuevo nivel, el de las fantasías que tomaban lugar en la tierra de los sueños. Y fue probablemente la influencia de Arthur Machen, con sus bien construidos cuentos sobre la supervivencia del antiguo mal y de su fe en misterios esotéricos que yacían detrás de la realidad; lo que finalmente inspiró a Lovecraft a encontrarse a sí mismo a partir de 1923. El arte de Lovecraft consistió exclusivamente en producir horror, y en esta tarea su alcance fue colosal. Como escenario de sus horrores construyó un universo entero donde el tiempo se medía en eones y que otros pudieron seguir amueblando indefinidamente. Sus horrores, con sólo algunas excepciones, son descritos de manera tan vaga y difusa que sugieren una pantalla en blanco donde el lector pueda proyectar la sombra que más se amolde a su imaginación. Así, pues, escribiría a su colega y amigo Robert E. Howard, creador de Conan El Bárbaro: “La base para el auténtico horror cósmico es siempre la violación del orden natural de las cosas”. Lovecraft ya miraba más allá de los meros caprichos de la existencia terrenal, buscando horrores más vastos y extraordinarios. Otra inspiración provino de una fuente insospechada: los avances científicos en áreas como la biología, la astronomía, la geología y la física; que reducían al Ser Humano a algo insignificante, impotente y condenado en un universo mecánico y materialista -un pequeñísimo punto en la vastedad infinita del macrocosmos. Estas ideas contribuyeron de forma decisiva a un movimiento llamado cosmicismo, y le proporcionaron a Lovecraft razones de peso para su ateísmo. Esto lo llevó a un trono oscuro con la creación del corpus de lo que es hoy llamado comúnmente los Mitos de Cthulhu: tinglado de deidades alienígenas extradimensionales y horrores que se alimentan de la Humanidad y que tienen trazos de antiguos mitos y leyendas. Sus historias, igualmente, crearon uno de los elementos de mayor influencia en el género del horror: el Necronomicón, manuscrito secreto del árabe insano Abdul Alhazred. El impacto y la fortaleza del concepto de este mito han llevado a algunos a concluir que Lovecraft basó su trabajo en leyendas pre-existentes y en creencias místicas. Insólitamente, ediciones apócrifas del temido pero no menos reverenciado Necronomicón también han sido publicadas a través de los años. Las conclusiones a las que llega Lovecraft son mal que bien las mismas que asume la ciencia ficción moderna: 1) Los Primigenios, que crearon la vida en la Tierra, proceden del espacio y están dotados de grandes poderes sobre la mente y la materia. 2) La Humanidad es sólo una raza más de las que han habitado la Tierra, fue creada por esos seres superiores procedentes de las estrellas, y no será la última. 3) Los Antiguos crearon las sucesivas especies simplemente para su propio provecho: los shoggoths era una raza de esclavos destinada a realizar trabajos de gran dureza física, mientras que los animales, simios y humanos eran ganado para su alimentación -o entretenimiento para su ocio-. 4) Las convulsiones geológicas supusieron un cambio radical en los acontecimientos históricos, ya que se aletargaron los Primigenios, y la vida siguió su curso en un proceso evolutivo libre de restricciones artificiales. 5) Las cualidades que llamamos humanas surgieron simplemente a imagen y semejanza de nuestros creadores; otras resultaron de procesos evolutivos inherentes a la biología. Es posible también que, más allá del cariz personal, las repulsivas criaturas de Lovecraft sean la expresión visionaria de unas verdades esenciales de la Humanidad, esas verdades que pertenecen a las esferas de las sombras y que podrían remontarse al Hombre primitivo. A pesar de sus defectos y de sus extravagancias retóricas, esa visión estremecedora puede ser una descripción exacta y filogenética de los viejos demonios, de esos demonios que nos atemorizan desde antaño y que son vivencias frecuentes en algunos privilegiados portavoces de lo ominoso. Déjense llevar por el horror cósmico y sientan el estremecimiento de su acecho, el mefítico olor de una presencia amenazadora, la textura gelatinosa y amorfa de algo que emite ruidos, gruñidos y bufidos; algo que salmodia el cántico de un aquelarre en un idioma indescifrable. Ellos ya están aquí y no hay escapatoria. Jorge Antonio Buckingham
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