AURA, DE CARLOS FUENTES: IDILIO DE MEDIANOCHE ESPECTRALMENTE ETERNO
Publicado en Nov 24, 2012
AURA, DE CARLOS FUENTES: IDILIO DE MEDIANOCHE ESPECTRALMENTE ETERNO
Se dice que el Amor rompe todas las barreras, esquemas y distancias. Se aduce que, para tan noble sentimiento, todo es válido, nada es censurable. Partiendo de estas premisas, cabe hacerse la pregunta: ¿qué sucede cuando la ilusión no deja de persuadirnos, a tal punto de dejarnos completamente ciegos ante la realidad de la vida? Hay personas que llegan a enloquecer, e incluso a aniquilarse; y otras que, al seguir los consejos de su obsesión extrema, intentan métodos oscuros como la hechicería -los cuales no corresponden al comportamiento normal de un amor natural. Por tanto, la brujería es una práctica desconfiable que se ha considerado -desde los albores de la experiencia religiosa- un acto mágico que ayuda a las personas a obtener un favor especial por medio de ceremonias, pociones o artefactos “fantásticos” (alimentando así la esperanza de recibir apoyo sobrenatural de fuerzas ajenas a este mundo y a la mano del Hombre). Para interiorizar de plano en el tema, ofrecemos esta aproximación al universo mágico-real de Aura, quizá la novela más representativa del distinguido escritor mexicano Carlos Fuentes. VIAJERO INFATIGABLE/RECONOCIDO NACIONALISTA Por ser diplomático su padre, Carlos Fuentes nació en Panamá, el 11 de noviembre de 1928. Recorrió en su infancia diversas capitales de América: Montevideo, Río de Janeiro, Washington, Santiago De Chile, Quito y Buenos Aires, ciudad a la que su padre llega en 1934 como consejero de la embajada mexicana. Los veranos los pasó en la ciudad de México, estudiando en escuelas para no perder el idioma y aprender la historia de su país. Residió en Santiago De Chile, desde 1940 hasta 1944, y en Buenos Aires, donde recibió la influencia de notables personalidades de la esfera cultural americana. Fuentes regresó a México a los 16 años e ingresó a la preparatoria del Centro Universitario México. Se inició como periodista colaborador de la revista Hoy, y obtuvo el primer lugar del concurso literario del Colegio Francés Morelos. A su vez, se graduó en leyes en la Universidad Nacional Autónoma de México, y obtuvo un doctorado en economía del Instituto de Altos Estudios Internacionales de Ginebra. Su vida estuvo marcada por la permanente impronta de sus viajes y estancias en el extranjero, sin perder nunca la base y plataforma cultural mexicanas. A los veintiséis años, se dio a conocer como escritor con el volumen de cuentos Los Días Enmascarados, que fue bien recibido por la crítica y el público. Se advertía ya en ese texto el germen de sus preocupaciones: la exploración del pasado prehispánico y de los sutiles límites entre realidad y ficción, así como la descripción del ambiente ameno y relajado de una joven generación confrontada con un sistema de valores sociales y morales en decadencia. En 1975, acepta el nombramiento de embajador de México en Francia como homenaje a la memoria de su padre. Durante su gestión, abre las puertas de la embajada a los refugiados políticos latinoamericanos y a la resistencia española. Actúa como delegado en la Conferencia sobre Ciencia y Desarrollo en Dubrovnik, Yugoslavia. En 1977, renuncia a su puesto de embajador en protesta contra el nombramiento del ex presidente Díaz Ordaz como primer embajador de México en España después de la muerte del general Franco. Desde entonces -casi cuatro décadas-, la vida de Carlos Fuentes es un periplo itinerante: lo mismo vive durante algunas temporadas en París, que imparte lecciones en Princeton, Harvard, Columbia y Cambridge. Su intensa vida académica se resume en los títulos de catedrático en las universidades de Harvard (Estados Unidos) y Cambridge (Inglaterra), así como una larga lista de doctorados honoris causa (conferidos por las universidades de Harvard, Cambridge, Warwick, Essex, Miami, Chicago...). Figura central e indispensable de la novelística moderna en castellano, entre los títulos más importantes de la obra de Fuentes destacan: La Región Más Transparente (1959), Zona Sagrada (1967), Cambio De Piel (1967), Terra Nostra (1975, novela muy extensa que muchos consideraron inabordable, donde llevaba al límite la exploración de los orígenes del ser nacional), Cristóbal Nonato (1987) y Los Años Con Laura Díaz (1999). Otros títulos suyos de especial significación son Agua Quemada (1981), Gringo Viejo (1985) y la “reciente” La Silla Del Águila (2003). Fuentes mismo ha organizado su obra en un vasto árbol titulado La Edad Del Tiempo, donde conviven sus novelas con sus libros de relatos y su prolífica labor de ensayista (que abarca desde el fundacional estudio La Nueva Novela Hispanoamericana hasta En Esto Creo, 2002). Algunos de los premios y reconocimientos que ha recibido el escritor mexicano son el Premio Biblioteca Breve, el Premio Nacional de Literatura de México, el Premio Rómulo Gallegos, el Premio Alfonso Reyes, el Premio Miguel de Cervantes, el Premio Menéndez Pelayo en 1992, la Legión de Honor francesa en 1992, el Premio Príncipe de Asturias de las Letras 1994, el I Premio A La Latinidad (concedido por las academias francesa y brasileña de la lengua en 1999) y la Medalla de Honor Belisario Domínguez (que concede el congreso de su país). Actualmente, Fuentes colabora en las revistas y publicaciones literarias más importantes de América Latina, Estados Unidos y Europa. En agosto de 2001 fue nombrado miembro honorario de la Academia Mexicana De La Lengua. HERMOSO ELIXIR DE VIDA Aura (1962) es un apasionante relato fantástico que comienza cuando Felipe Montero, un joven historiador inteligente y solitario, que trabaja como profesor con un sueldo muy bajo; encuentra en el diario un anuncio que solicita un profesional de sus cualidades para un trabajo con sueldo muy atractivo. El trabajo consiste en organizar y escribir las memorias de un difunto general francés y traducirlas al idioma español para que puedan ser publicadas. En la casa a la que debe acudir habitan la viuda del general, Consuelo Llorente, y su sobrina Aura. La novela transcurre alrededor de Aura, dueña de unos impresionantes ojos verdes y una gran belleza, y su extraña relación con su anciana tía. El protagonista penetra en esa oscuridad, ese universo conservado/hecho por mujeres. De esta manera, se refuerza la propuesta de que la casa es presentada en la novela como una alegoría de lo femenino: húmeda, oscura, laberíntica, mágica, orgánica y revestida de pasado. Todo bajo el techo de esa casa vieja y retraída convoca el pasado, al tiempo que rechaza al presente. Al entrar a la casa, Felipe Montero se introduce en otra como atravesando una nueva dimensión. Los manuscritos encubren la mayor parte de la verdadera historia del pasado de Consuelo. Es entonces que nos hacemos conscientes de varios misterios encerrados, al hablarnos el general -a través de los manuscritos- sobre su esposa, bella y de ojos verdes, tales como los de Aura. Estos personajes, más que representar un papel protagónico en la novela, se convierten en entes simbólicos que dan fuerza connotativa a la narración. En primera instancia, resaltemos que ambas figuras femeninas representan por un lado la juventud encarnada por Aura, y la vejez, por Doña Consuelo. Dos partes opuestas y complementarias que en el transcurso de la historia dependen una de otra, creándose así un vínculo simbiótico y simbólico de vida; el cual influye en la psiquis como un elemento estabilizador y como una presencia del Más Allá. No se puede truncar la historia ligada a Felipe Montero, quién más adelante en la narración, descubrimos que no es otro que la reencarnación del general Llorente. Desdoblamiento por el aura o reencarnación, ambos elementos del discurso de lo esotérico, de la magia, de la imaginación; que son instaurados en la narración para validar esa necesidad de que el Tiempo permanezca inamovible: todo debe volver a ser como antes. Esta sentencia es propuesta por las mujeres que habitan esa casa, universo cargado de magia, misticismo e intriga. Esta novela se presenta como una encarnación de esas imágenes a las que una sociedad conservadora y machista incita a volver: la juventud, la belleza y la fertilidad. Pero también lo que condena: la erotización del cuerpo, la búsqueda del placer y la perversión de lo sagrado. Resaltando una cita del historiador Jules Michelet: “El hombre caza y lucha. La mujer intriga y sueña; es la madre de la fantasía, de los dioses. Posee la segunda visión, las alas que le permiten volar hacia el infinito del deseo y de la imaginación... Los dioses son como los hombres: nacen y mueren sobre el pecho de una mujer...”. Aura ha sido motivo de muchos estudios y -recientemente- de algunas polémicas en México sobre su contenido sexual y sacrílego. Sin embargo, más allá de todo comentario tras una primera lectura, podemos asegurar que contiene una cantidad de elementos que permite (desde diferentes perspectivas de análisis) un mosaico muy amplio de lecturas y exégesis. ESTÉTICA DE LO ERÓTICO-ESOTÉRICO Al leer Aura, nos encontramos con una belleza tanto de estilo como de formas literarias, que al ser decodificadas y captadas nos envuelven en una especie de sueño vívido (hasta cierto punto compartido con los personajes de la historia). En realidad, pocos textos imaginados dentro de la literatura mexicana tienen tanta belleza y expresividad como esta narración. De este modo, veremos cómo los sueños serán combinados y llevados a la realidad por medio de imágenes que tanto el lector como el personaje principal van recreando. Mediante una propuesta narrativa innovadora, Carlos Fuentes ha logrado crear una gran historia que va más allá del mundo de lo real y lo irreal, de lo tangible y lo intangible, del sueño y la vida. Una historia de fantasmas, una historia de amores encontrados en un tiempo suspendido en una superposición entre el presente y el futuro. La obra se encuentra narrada en segunda persona del singular del presente y futuro por un narrador omnisciente, un narrador que lo sabe todo -tan es así que nos cuenta gran parte de la historia en futuro, con un estilo innovador. Por ello, podemos hablar de una sistemática de la regresión (no progresión): Felipe Montero, el personaje, es primero. Posteriormente, al disociarse, se sabe que hay algo más que una doble presencia. Finalmente, se reconoce como la reencarnación del general Llorente. Todo pareciera indicar que, con ayuda de esta sistemática de la regresión, se refuerza la idea de que lo que se es ahora no es lo verdadero, sino que lo que fue en el pasado es lo real. Se insiste, pues, en el pasado como lo más importante frente al presente -una insistencia en la inmovilidad de las cosas y el Tiempo, recuérdese que el afuera (la ciudad, el exterior de la casa) avanza en un caos indiferenciado y agresivo, es un mundo de concepciones temporales; mientras que la casa, ese universo femenino, es un gran espacio para la preservación del ayer, para la inmovilidad de la historia (todo ahí está cargado de recuerdos, el rito como sinónimo de eternidad). Además, la casa es el espacio propicio para recuperar la identidad, la verdadera -es el lugar donde se debe buscar el origen. Aura y Consuelo no son otra cosa que dos mujeres cuya única misión es develar el verdadero yo de Felipe Montero, para poder estar completas, para completar el ciclo (que la muerte interrumpió al llevarse al general Llorente), continuarlo y con ello cumplir su función de perpetuarlo, casi como un rito. El hecho de que Carlos Fuentes utilice en demasía el color verde le sirve para reforzar la idea de la juventud del amor de Consuelo en Aura, para apoyar la idea de esa dualidad que se da entre ambas, la idea de una Consuelo que alguna vez fue la más hermosa, joven y atractiva, una Consuelo verde que no pudo tener hijos y que la lleva a engendrar un ser que es parte de su vida, es parte ella, ella lo controla. Consuelo no ha sido tocada en muchos años, Consuelo está cubierta de verde mohoso por todo su cuerpo y anhela estar cubierta del verde del vestido de Aura. Consuelo es esa flor que no moriría con el paso del tiempo, no moriría hasta que encontrara el “aura” de su esposo. Fuentes emplea una multiplicidad de recursos para lograr la creación de una atmósfera llena de misterio y sucesos inesperados. Otros de los temas que juega un papel importante en el transcurso de la narración es la pasión y la perseverancia: el Amor traspasa las barreras del Tiempo para volver a unirse a través de todo, por encima del temor e incluso de la misma muerte. Más que relato de horror, Aura es una historia de amor y reencuentro, donde lo irreal y lo real pasan a formar parte de una sola verdad; y lo aparentemente malo cobra vida en un cuerpo hermoso pleno de luz. Así como Consuelo, que se apoya en la hechicería para seguir al lado de su amado ya muerto, existen muchas personas que, por su tristeza o desesperación de conservar o atraer el amor, son capaces de recurrir a los poderes de las plantas y la energía -logrando, en ocasiones, resultados inusuales y en cierta forma aterradores. Es importante comprender que el poder del Amor no necesita de conjuros o pociones extrañas. Para tener a alguien a su lado, basta con que la persona atraiga a la otra y busque la forma de cautivarla, para que la magia del Amor comience a dar ese chispazo vital. Entonces el soplo divino provocará una reacción agradable, y al mismo tiempo terminará encendiendo la flama inmortal de ese maravilloso misterio, que todos buscamos en lo más profundo de nuestros corazones. Jorge Antonio Buckingham
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