Lo que no escribo siento que se pierde. Debo llevar a lo real toda imagen que existe en mi cabeza para lograr simbolizar. ¿Es tan difícil lograr que ese proceso se vuelva automático y por fin dejar de escribir acerca de mi?
Y si así fuera ¿aún podría escribir? ¿aún sentiría esa pasión por la pluma y el papel? Soy una libreta con muchas páginas en blanco que desea recibir letras, dibujos, decorados y muchas historias para poder ser leída con gusto y placer.
A su vez, quiero ser pluma que plasma con lujuria. Gozando cada símbolo que escribo en otro cuerpo que sea masculino, dejar mi marca, mi firma, una presencia que ni con las lavadas se quita, quiero ser su deseo, su sufrimiento y su consuelo. Que cuando no me tenga sufra con dolor amargo, que cuando me tenga me goce con amor y agrado, pero que tema perderme y que eso también le sea grato.
Es imposible escribir sobre otra pluma y es evidente que ese no es mi papel... claro que no, por que una pluma no es papel, sino para el papel.
Ahora reflexiono y los hombres de papel son meras hojas de material corriente, sin poder ni estructura. Siento más aprecio por los hombres-pluma, con poder firmeza y soltura. Fuertes, con estructura, dispuestos a escribir en una libreta con hojas de tal finura que la tinta resbale y deje su marca sin dificultad.
 Pero, a veces me averguenzo de mi composición, por que no soy tan fina y delicada como otras. A veces me deshojo y debo recuperar el contenido perdido, cueste lo que cueste. Mi belleza es lo que se paga por recuperar aquello que en realidad no vale nada.
 
Siempre estoy abierta, dejando a los ojos de la pluma la facilidad para observarme y que pueda escribir en mí. Desesperada imploro por que escriba en el vacío de la blancura, que lo llene. Muero de tristeza y decepción al contemplar mis hojas empolvadas, siempre vacías, amarillentas y desgastadas.
Así, ya no son atractivas para la pluma, que no tiene más remedio que buscar a otra más fina y con hojas cuya blancura sea mucho más atractiva.
Aún así, no logro dar vuelta a la página, ni cerrarme para ya no ser maltratada por el tiempo; sigo abierta, esperando al instrumento que quiera plasmar en mí su tinta.
No lo hace y lo odio por eso y por esa razón deseo ser pluma, por que así puedo escribir de, por y para mí.
Pero es imposible, es solo un deseo que no se puede cumplir. Ser para uno mismo es falso, hueco y doloroso, es contemplarse firmemente al espejo y tocar su fría y bidimensional imagen. Falta el otro quien es cálido, profundo y con dimensión. Pero es imposible mirar al otro si tenemos al espejo enfrente, reflejando la propia imagen, es imposible atraer la pluma a una superficie sucia y manchada por su egoísmo y dificultad de acallar su necesidad, por no tener amor propio, intentando recuperarlo haciendo gala de lo que carece.
Ya me cansé de esperar a ser escrita, ya no deseo ser una libreta vacía, quiero ser un libro, cuyo contenido brille más que su portada. Y la única forma que tengo para dejar de ser una simple y desdichada libreta es dar la vuelta a la página para darme cuenta de que hay mucho escrito hacia atrás y hacia adelante y que mi ansiedad era una simple página en blanco, necesaria para que la vida tenga continuidad.