Aguamala
Publicado en Nov 25, 2012
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¡El mar...!  ¡El mar!  repiten los coros, seducen los coros; lamen mis oídos con sus lenguas suaves, húmedas-largas-delgadas que se meten en mi cerebro y chupan cada neurona, cada glóbulo rojo.
            El sol rostiza la piel de la espalda.  El mar la humedece, el viento la seca, el mar la humedece.  Una gaviota se posa.  Da unos cuantos saltos.  Picotea una herida, arranca piel y carne.  Lo traga.  Otro picotazo.  Más piel y carne y sal.  El sol gesticula y surgen las ampollas.  Otro picotazo.  Carne blanca.  El mar invade los órganos y corroe membranas, se mezcla, enrojece.  Otro picotazo.  Se asoma parte de un hueso.  Traga carne piel coá­gulo.  Un tironazo y el bulto se hunde simultáneo al chillido y vuelo de la gaviota.
            ¡El mar!  ¡El mar!
            Es vidrio líquido y negro.  Al paso de la lancha huyen serpientes fosfóricas.  El cielo es sólido y también negro.  No hay estrellas ni luna.  Es como una caverna pequeña y a la vez, gigantesca.  El aire frío acuchilla la piel.  Las olas desafían el avance del bote.  Re­vientan en más serpientes que huyen para contraatacar en forma de olas.
            Emergió nuevamente.  La gaviota lo sabía, por eso volaba en círculos sobre el mismo lugar.  Su actitud la interpretaron muy bien sus congéneres, pues varias más se le acercaron junto con algunos albatros y pelícanos; estos últimos no llegaron por lo mismo sino porque lo que atraía a las avecuchas, también excitaba a los peces.
            Montañas y montañas. ..  árboles, miles de ellos como si fuera una tierra perdida a los ojos de los hombres...  Ríos...  piedras...  Selvas... páramos... En el horizonte... a lo le­jos...  todavía muy lejos...  el mar.
            Tal vez la muchacha...  la bonita...
            El tipo sin camisa...
            La anciana maloliente...
            El niño llorón...
            Bajo el mar... miles de burbujas...  la luz penetra hasta el fondo. Huyen los peces.  Danzan las algas.  La arena se agita incesante.  Crustáceos que huyen despavoridos.  Gu­sanos serpenteando.  Lapas que se esfuman.  Cefalópodos como torpedos entre tintas.
            - Es un celentéreo gigantesco.
            - Medusa - traduje yo.
            - Más que eso - corrigió él -  Extrañamente evolucionado...   muy evolucionado...
            - Curiosamente antropomórfico -   comentó una compañera.
            Sorprendido me fijé.  Me pareció un efecto visual ocasionado por la posición de aquella gelatinosidad sobre la playa.
            “Koilos:  hueco, enteron:  intestino”, me dije pensando que la etimología sería impor­tante en caso de un examen.
            - Una corriente arrastró a dos, aquel es uno.  El otro... su esposa es la que grita...
            El claustro negro de mar y cielo es violado por lanchas de pesca con motores reso­nantes y luces que fulguran y que los convierten en barcazas psicopompas.
            Veo el mar
            el mar
            el mar
            - Todavía no encuentran el cuerpo.
            - Ya hace tres días.
            Asomó otra vez. También la cabeza.  Sus cabellos la circundaban como una au­reola.  el bulto no era lo bastante grande para contener a tantas gaviotas.  Se hundían conforme los pájaros se paraban.  Fue un juego que se repitió mucho rato.  Luego optaron por picotear desde el aire.
            - El mar es un monstruo putrefacto -  sentenciaba el viejo desde un rincón de la lan­cha.  A su alrededor se había formado un círculo de oyentes -  A Satanás le fue dado como reino.  Juntos el mar y el diablo han engendrado demonios que destruyen a los hombres...
            No quise oír más.  Me acerqué a la borda y miré el rostro femenino y fosfórico que se disolvía en el fondo.
            El mar...
            El mar...  agitándose...  violento...  estallidos de espuma...  Pájaros... botes... bar­cos... lanchas... la playa... bañistas que se arriesga...
            - Y corrieron a meterse... estaban jugando como niños...  A todos nos enloquece el mar...
            - ¡No tan adentro!  ¡Hay corrientes! - justo cuando una los arrastró.
            Una forma luminosa ...  grande...  cerca del bulto...  Transparente...  un velo... irra­diaba luz... largos y  finísimos tentáculos... La música... su voz... Una aparición...
            - Uno de ellos se cansó primero, comenzó a ahogarse.  El otro quiso ayudarlo, pero el pánico...  Tuvo que soltarlo.  Luego eso de la luz...
            “Acechan en la distancia, cerca de las playas...  quieren cuerpos... Algunas, porque hay hembras y machos, quieren un hombre... para poseerlo...  morderlo...  destrozarlo...  Por eso los ahogados...”
            Y el bulto...  el cuerpo...  mordisqueado...  sin rostro...  ni ojos...  sin pellejos...  los intestinos saliendo...  castrado...
            El bus esperaba en el parque del pueblo a los últimos pasajeros.  Todo era jolgorio.
            Una excursión a la playa.
            El mar..
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Foto del autor W. A. Flores
Textos Publicados: 2
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Descripción

Un demonio del mar

Palabras Clave: Terror Mar Ahogado

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Ficcin



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