PHILIP K. DICK: ALUCINANTE TRANSGRESIN DE LA REALIDAD
Publicado en Nov 25, 2012
PHILIP K. DICK: ALUCINANTE TRANSGRESIÓN DE LA REALIDAD
Decir que los problemas son consustanciales a la existencia humana es incurrir en una tautología. Más allá de la voluntad de los individuos, están los hechos, y algunas veces éstos resultan traumáticos -dejando estigmas en la mente y el alma de personas consideradas “hipersensibles”. De esta manera, la óptima interacción de un ser humano con su medio depende en gran medida del modo en que dicho ser humano perciba este entorno a partir de su peculiar sistema de creencias. Dado que algunas teorías gnoseológicas se sostienen con fuerza desde una perspectiva “fenomenológica”, las personas pueden conocer una realidad muy cercana al verdadero fluir de los acontecimientos, pero también la pueden percibir de forma distante y alejada de la vera marcha de los sucesos. Son estas premisas las que más se ajustan cuando se trata de enfocar la vida y obra de un hombre que llevó su experiencia más allá de lo establecido, augurando las consecuencias que el avance tecnológico y los universos paralelos podrían generar en un contexto deshumanizado y post-apocalíptico. Nos referimos a Philip K. Dick, autor célebre por haber escrito la novela en que se basa el magistral film Blade Runner (1982), que dirigió Ridley Scott. EL GEMELO FANTASMA Philip Kindred Dick y su hermana melliza Jane nacen prematuramente el 16 de diciembre de 1928, en Chicago (Estados Unidos). Vástagos de Dorothy Kindred y Joseph Edgar Dick, semanas más tarde Jane fallece de manera trágica. Debido al doloroso deceso, los sentimientos de pérdida y de culpa influenciaron sobremanera en el desarrollo psicológico, las relaciones problemáticas y la espiritualidad personal de Philip. Este dramático acontecimiento se convierte, entre líneas, en el tema fundamental de toda su obra literaria. Dick cursa estudios elementales en la Escuela Primaria John Eaton, continuando con su formación en el Instituto de Enseñanza Secundaria de Berkeley (California). Cabe acotar que Úrsula K. Le Guin, autora de la serie de Terramar, estuvo en su misma promoción (aunque ellos no llegarían a conocerse). Posteriormente, Dick pasa una breve temporada en la Universidad de Berkeley, donde se especializa en alemán. Sin embargo, pronto abandona estos estudios. En 1940, Dick comienza a leer y escribir ciencia-ficción. En su adolescencia, además de publicar periódicamente cuentos en el Club de Autores Jóvenes (una columna del Berkeley Gazette), lee con avidez todas las revistas de ficción científica que llegan a sus manos (pronto empieza a ser influido por plumas como las de Heinlein y Van Vogt). En estos años, su salud no es buena -padece frecuentes ataques de asma y períodos de agorafobia. El interés adolescente por la literatura de anticipación disminuye cuando acaba sus estudios secundarios y se independiza, a la edad de 18 años. Entre tanto, Dick mantiene el contacto con la comunidad intelectual de Berkeley mientras trabaja como empleado. Durante este período, sus gustos literarios se hacen más exquisitos y refinados. Después de vender varios relatos a las más importantes revistas pulp de ciencia-ficción, nuestro personaje toma -en 1951- la decisión de dedicarse al oficio de escritor a tiempo completo. Escribe varias novelas sci-fi, sublimando así muchas de sus obsesiones personales, como los seres extraterrestres absurdos, las divinidades maléficas, los androides camuflados, y los mundos psíquicos o paralelos. Se suman a estas actividades varios intentos personales por publicar novelas de no-ficción que fueron rotundos fracasos. Su primer éxito fue, por tanto, un volumen inscrito en el rubro que mejor dominaba -La Lotería Solar (1954), iniciándose así una muy prolífica carrera como escritor de ciencia-ficción. Un punto álgido lo representó la obtención del premio Hugo por la novela El Hombre En El Castillo (1962). Dick se casó cinco veces y tuvo tres hijos: Laura, Isa y Christopher. Todos sus matrimonios terminaron en divorcio. Como consecuencia de un fallo cardíaco, Dick falleció en marzo de 1982, a los 53 años, dejando un libro inacabado y muchas ideas sin desarrollar. Infelizmente, la muerte lo sorprendió a poquísimos meses de ver el estreno de la primera adaptación de su obra al cine, Blade Runner, basada en una de sus más famosas novelas: ¿Sueñan Los Androides Con Ovejas Eléctricas? (1968). Como dato anecdótico, cuando su melliza falleció, su tumba fue inscrita con los nombres de los dos, con un espacio vacío reservado para la fecha de muerte del futuro escritor. Actualmente, ambos hermanos descansan en paz uno al lado del otro. Desde que Dick partiera de este mundo, se ha incrementado notablemente el interés académico y del público mayoritario por su obra -a tal punto que se instituyeron la Philip K. Dick Society y el premio Philip K. Dick Memorial a la mejor novela original en edición de bolsillo. Dos años más tarde, se le otorgó póstumamente el premio Gilgamesh, por su novela La Transmigración De Timothy Archer (1982). UN TÓXICO SENDERO HACIA LA VERDAD Los 50s resultaron ser una época difícil para Dick, tanto que, como una vez dijo: “Ni siquiera podíamos pagar las sanciones por atraso de la biblioteca”. Se relacionó con la contracultura anterior a los 60s de California y simpatizaba con los poetas beat y las ideologías de izquierda. Después de una tentativa de suicidio y una corta estancia en un centro de rehabilitación, volvió a reencontrarse a sí mismo. Es un lugar común decir que Dick era esquizofrénico, entre otras cosas, porque él lo “reconociera” en muchas ocasiones -y lo “confesara” en Una Mirada A La Oscuridad (1977). Este texto, salvajemente hebefrénico, relata los esfuerzos de un intachable agente antinarcóticos por descubrir la identidad de un macro-comercializador de drogas... que no es otro que él mismo. En el 2006, Richard Linklater lo llevó al ecran utilizando la notable técnica animada de la rotoscopía (que ya había dado a conocer al mundo en el film Waking Life, 2001). “Actúan” en A Scanner Darkly Keanu Reeves, Winona Ryder, Woody Harrelson y Robert Downey Jr. En ocasiones, la literatura de Dick parece escrita por un paranoico. Sus angustiosos entornos, como en Ubik (1969) y en Fluyan Mis Lágrimas, Dijo El Policía (1974), parecen visiones esquizoides puras, aunque probablemente tengan más que ver con el uso de alucinógenos que con la señalada enfermedad mental. Philip experimentó con drogas psicoactivas, aunque siempre negó que éstas hubieran influido en su obra. No obstante, el consumo de estupefacientes fue tema importante en muchos de sus trabajos. Dick se hizo adicto a las anfetaminas, y también experimentó brevemente con substancias psicodélicas, sí; pero escribió Los Tres Estigmas De Palmer Eldritch -1965, proclamada “la novela LSD por excelencia de todos los tiempos” por la revista Rolling Stone- antes de haber probado las “bondades” del ácido. Por otra parte, de acuerdo con una entrevista publicada en 1975 por la misma revista, Dick admitía haber escrito todos sus libros publicados antes de 1970 ya anfetaminizado. En introducción escrita para uno de sus relatos, Dick decía: “Lo que un relato de ciencia-ficción realmente requiere es la premisa inicial que lo arranque de nuestro mundo presente. Esta ruptura debe ser hecha en la lectura y la escritura de toda buena ficción (...), debe presentarse un mundo recreado. Por consiguiente, hay mucha más presión para un escritor de ficción científica, porque la ruptura es mucho más grande que en la ficción tradicional”. En sus primeras novelas, Dick se ocupó de temas como la sociología, la política y la metafísica; donde predominaban las empresas monopolísticas, los gobiernos autoritarios y los estados alterados de conciencia. A mediados de los 70s, sufrió varias experiencias religiosas que bastaron para invadirle intelectual y espiritualmente. Durante varios años, se dedicó a elaborar explicaciones e interpretaciones de estas experiencias, actividad que lo ocupó la mayor parte de su vida e influyó sobremanera en sus escritos posteriores (como consta en el descojonante relato La Fe De Nuestros Padres). La mayor parte de ellos se sitúan en California y contienen ideas del budismo, el gnosticismo, el taoísmo y la cábala. “Ficciono la filosofía, no soy un novelista. El núcleo de mi escritura no es el arte, sino la verdad”, apuntó alguna vez. TRANSPASANDO EL UMBRAL DE LA FICCIÓN Las obras de Philip K. Dick se caracterizan por una sensación de constante erosión de la Realidad, explorando su naturaleza enigmática de forma sistemática y creando ambientes postmodernos y decadentes, adelantándose al subgénero ciberpunk. A menudo, los protagonistas descubren que sus seres queridos -o incluso ellos mismos- son, sin saberlo, robots, alienígenas, seres sobrenaturales, espías sometidos a lavados de cerebro, alucinaciones, o cualquier combinación de las opciones anteriores. Este rasgo de la obra dickiana refleja la obsesión del autor acerca de la frágil naturaleza que -él consideraba- caracteriza la realidad perceptible. Sus historias se convierten en fantasías surrealistas a medida que los personajes van descubriendo que su vida diaria es realmente una ilusión construida por poderosas entidades externas, por grandes conspiraciones políticas, o simplemente por las peripecias de un narrador no creíble. En relación a Dick, el autor de ciencia-ficción Charles Platt comenta: “Toda su obra parte de la asunción básica de que no puede haber una única realidad objetiva, todo es una cuestión de percepción. La tierra puede temblar bajo tus pies. Un protagonista puede verse viviendo como sueño de otra persona, o entrar en un estado inducido por drogas que de hecho tenga más sentido que el mundo real, o aparecer en un universo completamente diferente”. A nivel espiritual, las novelas de Dick son tan relevantes hoy en día como cuando fueron publicadas. Ellas retratan los singulares intentos individuales para dejar atrás estados de conciencia, capturar vislumbres y llegar a alguna comprensión de la interpersonal naturaleza de la Humanidad. Frecuentemente, estas historias confrontan la deshumanización que se produce, en el rostro de realidades que se desintegran, a través de la dependencia de la maquinaria. En narraciones como ¿Sueñan Los Androides Con Ovejas Eléctricas?, el escritor no deja de señalar la crueldad de un creador que induce a sus criaturas a tener apetitos y aspiraciones imposibles de satisfacer. Con una prosa escasamente pulida y una fértil imaginación, Dick ha conjurado algunos de los universos más vívidos y extraños de la ciencia-ficción contemporánea, sin dejar por ello de estar comprometido con la psicología de sus personajes -en su mayoría antihéroes que deben luchar, como todos nosotros y desde su esencial fragilidad, contra los impredecibles designios de un plan universal que nunca se les termina de revelar. Los universos alternativos y los simulacros son artificios argumentales habituales, presentando mundos ficticios poblados por personas normales y corrientes, en lugar de élites galácticas. Como indica Úrsula K. Le Guin: “No hay héroes en los libros de Dick, pero hay actos heroicos. Uno se acuerda de Dickens: lo que cuenta es la honradez, constancia, amabilidad y paciencia de la gente ordinaria”. Para Dick, la cuestión fundamental es si las creaciones humanas se volverán en contra de nosotros. Él creía que la existencia de armas nucleares prueba que ya lo han hecho. Muchas de sus novelas toman lugar en mundos surgidos de las cenizas de una guerra nuclear. Su principal fascinación era la posibilidad de que la tecnología condujera a la desaparición de la frontera entre lo que la Humanidad crea y lo que ella misma en realidad es. ADELANTÁNDOSE AL SIGLO XXI Mientras más nos adentramos en nuestro nuevo mundo (¿real?) de cibernética e inteligencia artificial, la obra literaria de Philip K. Dick cobra mayor relevancia filosófica y artística. Uno podría llegar a preguntarse: “en los mundos esbozados por esta estilográfica, ¿qué es lo que nos hace a los humanos ser menos un recurso argumental de ciencia-ficción, y más una línea de vida tibiamente definida, mientras exploramos el despliegue de nuestra avasalladora tecnología?”. La literatura de Dick permanece entre las más visionarias y creativas de la post guerra. Además de treinta y seis novelas, Dick escribió 121 relatos cortos. Gran parte de éstos fueron publicados en las revistas pulp de la época. Aclamado en vida por contemporáneos como Robert A. Heinlein o Stanisław Lem (autor de Solaris), Dick pasó la mayor parte de su carrera como escritor casi en la pobreza, y recién obtuvo algo de reconocimiento poco antes de su muerte. Tras ésta, sin embargo, la adaptación al cine de varias de sus novelas le dio a conocer al público masivo. Su obra es actualmente una de las más populares de la ciencia-ficción, ganándole -tarde, como suele pasar- el reconocimiento del público y el respeto de la crítica. En efecto, numerosas obras de Dick han sido llevadas a la pantalla grande, pues Hollywood parece haber encontrado un filón en sus historias futuristas repletas de protagonistas no del todo heroicos (pero llenos de determinación), así como en el magnetismo que desprende el halo de sufrimiento y autodestrucción de su obra autobiográfica. Blade Runner, extraordinario largometraje que ha ejercido mucha influencia en la ciencia-ficción fílmica posterior, amén de en multitud de estratos culturales tan dispares como la arquitectura urbana y la literatura ciberpunk; fue la primera de estas adaptaciones. Descontando a la ya mencionada A Scanner Darkly, han pasado por el celuloide Podemos Recordarlo Todo Por Usted (1964) como Total Recall (1990)... ...La Segunda Variedad (1953) como Screamers (1995)… ...El Impostor (1953) como The Impostor (2002)... ...El Informe De La Minoría (1956) como Minority Report (2002)... ...y, finalmente, La Paga Del Duplicador (1956) como Paycheck (2003)... (Nótese, comparando las fechas de los relatos con las de las películas, lo avanzado que estaba Dick para su época, y lo profético de su portentoso legado.) Dick ofrece una mezcla única y prodigiosamente creativa de ciencia-ficción, misticismo, religión, experiencia personal, metafísica y drama. Su obra está escrita en un lenguaje claro, con un deslumbrante sentido de honestidad. Aún por debajo de su estilo directo y los aderezos de la ciencia-ficción tradicional, yace un mundo más profundo de emociones intensas, especulación metafísica e ideas chocantes. Una de sus mayores virtudes es que desarrolló ciencia-ficción seria y, sobre todo, asequible para el gran público. Fue un escritor consistente y brillante, de los más originales del género. Curiosamente, es un autor mucho más apreciado en Europa que en los propios Estados Unidos -habiendo países donde es EL escritor de ciencia-ficción por excelencia, en detrimento de otros ilustres como Bradbury, Clarke o Asimov. En cualquier caso, Dick es un autor controvertido. Habiéndose especializado en la Irracionalidad, en el seno de una literatura tan radicalmente apartada de ella como la ciencia-ficción, sorprende que hoy día goce de un reconocimiento tan extendido y reverencial. Es materia de discusión -algo bizantina, valgan verdades- si se debe considerar a Dick un gran escritor de literatura de anticipación, o si se le debe considerar un Paradigma Clásico, cuya obra hace una importante y sobresaliente contribución a la literatura universal de todos los géneros. En cualquier caso, el perpetuo legado de Philip K. Dick sigue atormentando a lectores de varias generaciones con la misma pregunta abierta: “¿Qué fue más vital, el sueño o el delirio?”. Jorge Antonio Buckingham (y, en menor medida, Hákim de Merv)
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