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Publicado en Nov 25, 2012
Había acudido a él para armar su defensa. Era viejo y duro, un témpano enorme de hielo gris monótono. Al principio no lo creyó; pero con sorpresa reconoció que la pequeña fisura en la estructura fuerte y natural, dejaba filtrar un extraño líquido, tibio y placentero, que increiblemente era invitado de honor. Su dique de hielo comenzó a tambalear cuando las gotas de un sentimiento nuevo golpearon contra las puertas de contención; algo tembló, rugió y adivinó que el desmoronamiento final se avecinaba. Vio los pedazos de bloques esparcidos, sin rumbo, arrastrados con hipnópticos sentimientos que hacían perder su dureza. Comprendió, cerrando los ojos, que la armadura se abollaba, que el glaciar cedía y que dejándose llevar por la corriente cálida y nueva, se liberaba.
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Javier Herrera
silvana pressacco