El fuego de la colina violeta
Publicado en Nov 25, 2012
En la antigua Europa, hace siglos, en época de oscurantistas, existió un pueblo, un pequeño pueblo a orillas del mar. En éste, la gente vivía básicamente de la pesca y el cultivo de tierras, ya que eran fértiles; llevando así, sus habitantes, una vida tranquila, normal, monótona y rutinaria en su mayor parte. Rutina rota los fines de semana por la visita a los bares y, luego, los prostíbulos; así se hacía más ameno. Las doñas, para distraerse, se reunían a tomar el té con masas y, allí, discutían sobre diversos chusmeríos. Primero los más recientes y, después, los ya clásicos.
Cual olas de mar, todo transcurría lenta pero eficazmente el la Villa del diablo; nombre que debía su existencia a lo que a continuación comentaré, tratando de no dar muchos detalles para no atormentar su frágil mente, estimado amigo. Lo que ocurría era lo siguiente: una vez a año, al llegar Navidad, mientras en los hogares las familias se reunían para festejar en nacimiento del Salvador, en las afueras, específicamente en la Colina Violeta, las brujas de la villa, (las cuales eran varias), se reunían en un orgiástico aquelarre. Costumbre, para ellas, más importante que el negro Sabbath. Un año memorable por lo siniestro que fue el aquelarre, tres brujas hicieron sacrificio al diablo, siendo éstas las últimas que habitaban la villa, debido a la cacería. Como todos los años, al llegar Navidad, Luzbel y sus demonios surgieron del mar, atravesando la ciudad, hasta arribar a la Colina violeta, donde las brujas habían preparado una inmensa fogata, bailando alrededor de ésta, dando gritos y frotándose pasta de mandrágora en la mucosa vaginal, para poder soportar el viaje de encontrarse cara a cara con el príncipe de las tinieblas y su séquito. Debo detenerme ahora para detallar un poco como era la llegada de Belcebú a la colina. Al atravesar la ciudad, los perros y lobos del bosque aullaban abundantemente, sonido que era acompañado por un fuerte viento, que hacía sonar las campanillas de las puertas de los hogares y un reverdecer y florecer de arbustos y plantas en general. Al, finalmente, concluir el viaje, los demonios se unían a las jóvenes y voluptuosas brujas, poseyéndolas y embriagándose junto a ellas; todos menos el diablo mismo, quien no copulaba para, así, aumentar el poder de su baja magia. En ese aquelarre, estos fueron los sacrificios y peticiones: La primera bruja ofrendó el feto muerto de su hermano; a cambio pidió poder sobre las mentes. La segunda, ofreció a su padre el espinazo de su único hijo; en devolución pidió ser iniciada en las artes ocultas. La última dijo lo siguiente: Diablo: _ ¿Qué me traes, hija? -preguntó el oscuro-. Y, ¿qué quieres a cambio? -concluyó-. Bruja: _ Sólo tengo mi vida para darte, pero, aún así, no te la negaré. Lo que quiero es sólo una cosa, enséñame la violencia, por favor… Ésta agradó a Luzbel. A esa se llevó a vivir con él bajo el mar.
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Laura Torless
Facundo Emanuel
no entiendo... ¿cual es el mensaje para vos?...
con respecto a lo otro, pienso que no es necesario que sea complicado,
los detalles que parecen pequeños pueden tener sentidos ocultos...
saludos...