Frente al espejo
Publicado en Aug 09, 2009
Frente al espejo, acarició y siguió el contorno de la espantosa cicatriz que atravesaba su ceja izquierda, párpado y llegaba casi hasta la nariz. Era gruesa y roja y parecía que se hinchaba en la parte del pómulo. Se fue acostar buscando descansar y no atorrmentarse más. Apagó la lámpara, pero no pudo dormir, se quedó despierta envuelta en la obscuridad de la habitación y en la suya todavía por un largo rato.
Al día siguiente, cuando despertó, la luz del día ya saturaba la habitación. No quiso levantarse de inmediato, antes quería recordar lo que había soñado, pero no pudo. Al tratar de arreglarse el pelo pasando ambas manos previamente por la cara, no sintió la cicatriz. Se levantó de inmediato y se paró frente al espejo. La satisfacción de la alegría imprevista la hizo sonreír, ¡ya no había nada! ¿Qué había pasado? No le importó saber más, era un día excelente y lo iba a disfrutar al máximo. Desayunó ligeramente y salió a pasear. Caminó por Reforma. Visitó varias librerías y se congratuló de lo que le había dicho Marina, "tu libro ya está en los escaparates". Pensó en hablarle, pero se arrepintió. El sol caía a plomo. Ya eran las dos de la tarde. Se metió a un café buscando refrescarse. Pidió una limonada y, mientras la tomaba, empezó a escribir un bosquejo de lo que sería su próximo cuento. Fueron una mañana y tarde muy productivas, pensó. Regresó a su casa poco antes de que empezara a obscurecer. De nueva cuenta en su habitación, lo primero que hizo fue tumbarse en su cama, pero se levantó de inmediato, el espejo la llamaba a acercarse. Cuando estuvo frente a este, un grito resaltó la impresión del reflejo cuando comprobó que ahí estaba la cicatriz nuevamente. La tocó, siguió el contorno y la apretó como una confirmación de que era cierto lo que estaba viendo. No había opción, tendría que aceptar el ir y venir de la marca, limitarse a llevar una vida diurna o hablar con Marina de su arrepentimiento y echar a atrás el hechizo. Aún indecisa de si era lo más conveniente, tomó el teléfono. Marcó con rapidez, pero cuando empezó a sonar, colgó. Se recostó otra vez mirando el techo de la habitación. La desesperación la llevó a frotarse la cara volviendo a sentir la cicatriz. Apartó la mano con fuerza y se golpeó con la cabecera. Sin pensarlo más, volvió a marcar, cuando contestaron balbuceó: "¿Marina?" "¿Sí?" "Soy..." "Ya sé quien eres y sé que te has arrepentido, pero ya es tarde." "La verdad, ya no sé que hacer." "¿Cómo? ¿No me dijiste que el físico no importaba? Que de todos modos envejecerías y que ahora las noches las aprovecharías para tu intelectualidad y escribir novelas?" "Sí, lo djie, pero..." "Lo siento, muñeca, pero ya no hay mucho que hacer. Te lo digo en buen plan, si intento regresar el hechizo, que estoy segura es lo que quieres, la probabilidad de que falle y ocurra algo mucho peor es altísima, ¿quieres arriesgarte?" Guardó silencio un momento, pero la respuesta fue: "Sí" "Muy bien, tú sabes lo que haces. Te espero mañana, de noche y con la cicatriz a todo lo que da. Ojo, si te arrepientes de aquí a las ocho de la noche de mañana, no dejes de avisarme." Al día siguiente ocurrió lo mismo, despertó sin ninguna señal de la cicatriz e inesperadamnete volvió a sentirse feliz. Luego pensó: "No cabe duda que los seres humanos siempre preferiremos el engaño sin importar lo que esto implique." El resto del día transcurrió tranquilamente. Cerca de las siete de la tarde, ya cuando el sol iba a ponerse, se arrepintió. Por olvido, no pudo avisarle a Marina. La cicatriz apareció nuevamente cuando obscureció, pero no le afectó mucho, segura de que a la mañana siguiente ya no la tendría. Despertó temprano, ya había luz, corrió hacia el espejo y se encontró con el reflejo del rostro de Marina. Fue al espejo del baño y este también le reflejó el rostro de Marina. Tocó su cara para comprobar la repetición de sus movimientos, pero al hacerlo tuvo una asquerosa sensación de textura gelatinosa, de la cual hubiera podido arrancar los pedazos, si así lo hubiera deseado. Salió corriendo de baño. Sentía que se derretía. La humedad la cubrió, escurría. Cerró los ojos, pero los volvió abrir de inmediato cuando escuchó la voz de Marina que le suplicaba que despertará. Tenía un vaso vacío en la mano.
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Guillermo Cervantes