El ruso
Publicado en Nov 26, 2012
El juego era todo lo que lo apasionaba, no tenía familia ni amigos cuando de jugar se trataba. No importaba el juego... solo importaba jugar. Solo importaba esa adrenalina que provocaba esperar el resultado. Llegó a jugar dinero que no tenía, lo que le ocasionó más de un trastorno. Pero esa era su pasión. Lo llamaban "El Ruso", y no es que fuera ruso (era hijo de gallego), no, ese era su apellido, Esteban Ruso, pero nadie lo conocía por Esteban, todos le decían ruso. Trabajaba de plegador de chapas galvanizadas en una fábrica de heladeras. Tenía un buen sueldo, pero la mitad de este lo llevaba a su casa y la otra mitad se lo jugaba. Voy a contarles algunas anécdotas del ruso. Algunas me las contó él y otras fueron de público conocimiento. De jovencito ya era jugador el ruso. Al punto que el padre llegó un día a encerrarlo en su dormitorio para que no vaya a una partida de póker que había en el pueblo. Lo encerró y se fue a conversar con los amigos a la esquina de su casa. El ruso se escapó por la ventana y salió corriendo a la partida de Póker. Salió justo para el lado de la esquina donde estaba su padre con los amigos, este al encontrarse de golpe con la espalda de su padre, no tuvo mejor idea que pasar corriendo y gritarle al mismo tiempo. _ Chau viejo cornudo!!!. A lo que el padre sin ver quien gritaba contestó. _ Como tu padre hijo de puta!!! Esta anécdota fue recordada de por vida en el pueblo. Otra anécdota que también se recuerda en el pueblo es la de esa vez que se hiso una redada en un garito clandestino en donde se encontraba jugando el ruso .Fueron todos a la comisaría. Estando el ruso allí, detenido por juego clandestino, apareció el padre, lo miró el gallego y le preguntó. _ he... tu qué quieres?. El ruso le hizo una seña con los dos dedos sobre los labios, pidiéndole cigarrillos. El padre lo miró atentamente y le contestó. _ Pues cuando sales te lo compras. Dando media vuelta y retirándose del lugar. Eso provocó la risa de los otros presos e inclusive de los policías que estaban en ese lugar. El ruso se puso de novio y a los dos años se casó. El día del casamiento terminó peleado con los suegros y los cuñados, pues llegó tarde a la iglesia porque no se quería perder la quinta carrera de Palermo, en donde le había apostado a una yegua que según él no podía perder. Cabe la aclaración, que llegó a la iglesia tarde y sin dinero. Después de casado se vinieron a vivir a Rosario con su esposa y aquí comenzó a trabajar en esa fábrica de heladeras. Tuvo dos hijas con Marta (su esposa). Los domingos solían llevar a las nenas a los jueguitos del parque Independencia , esto duró un tiempo hasta que Marta se cansó de que la dejara sola con las nenas para meterse, según él, unos minutos en el hipódromo y no regresar a buscarlas por varias horas. Un día de esos en que solo tenían plata para algunos juegos y para el colectivo de regreso, la convenció a la mujer de entrar un ratito al hipódromo, para que las nenas vean los caballos. Le dijo estando adentro que solo jugaría a una carrera. Jugó y ganó, así que jugó otra más. Volvió a ganar. La esposa comenzó a pedirle que se retiren de allí para llevar a las nenas a los jueguitos, ahora que tenía unos pesos más. Él le contestó que estaba con suerte y era la oportunidad de ganar aún más. Se quedó a todas las carreras, el ruso y terminó sin un peso. La mujer volvió sola con las nenas enojada con él y él solo y sin plata. Pero no todas fueron malas para el ruso. Una vez pudo pagar el techo de la casa con unos buenos pesos que ganó con la lotería. Y la fiesta del casamiento de su hija mayor la pagó con la platita que le dio una yegua llamada "Sorpresa" en la segunda carrera de "San Isidro". Pero las malas fueron muchas más, como la de esa vez que estaba desesperado el ruso, porque se había jugado la plata para pagar la escuela de su hija menor. Le pedía prestado a todos sus amigos, pero nadie le quería prestar porque sabían que se la jugaría. Cierto día el ruso se quedó sin trabajo, por problemas que tuvo la fábrica de heladeras. Lo indemnizaron con una buena cantidad de dinero. Con ese dinero decidió comprarse una camioneta para ponerla a trabajar de flete. Tenía una en vista. El día que fue con la plata a comprarla, el dueño de la camioneta no estaba, (había viajado a Bs.As.), entonces decidió el ruso ir al casino de Corral de Bustos con la intención de duplicar el dinero que tenía. Perdió todo. Así que se quedó sin camioneta y sin dinero. Esto ocasionó otra separación de su matrimonio, (aunque después la mujer lo perdonaba y este volvía lleno de arrepentimientos) Hoy el ruso está grande ya, tiene unos setenta y tantos años. Suele venir a la agencia de loterías donde yo trabajo y me cuenta muchas de estas historias. Dice que ahora está más tranquilo con respecto al juego. Tiene su jubilación que se la deja integra a su mujer y él hace algunas changas que le permiten tener unos pesos para jugar de vez en cuando a algún numerito a la lotería o a las patas de algún caballito en el hipódromo El juego ahora se hace lento como lento se hace el andar de él con el peso de los años.
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