La Casa de la Poesía
Publicado en Aug 09, 2009
Hoy amaneció cerrada y casi devastada
la escurridiza Casa de mi Poesía. La habían asaltado escápulas y rayos rotos. Parecía un lienzo desdibujado que perece. Sus carboncillos se borraban y también sus puertas. No era de utlilería: ardía entre las lluvias. Incubadas desesperanzas desojaban sus tejas. La nostalgia, en las paredes, caían al piso. Las paredes antes vigorosas y duras se saciaban de insustancias. Atiné a ver en sus puertas ajadas una mariposa finita. Iba recogiendo de entre los metales y bloques yertos apóstrofes, apócopes y sílabas. Las palabras escurrían de ella como savia o sangre. Mis ojos blandos y marchitos se llenaron de lágrimas: Veían su fundamento transitorio. Un mar de imprecaciones la anegaba. La muda paz de sus cimientos ciegos parecía la nada de la Nada en Urano. Habían dinamitado sus devaneos inexorables. Yo andaba entre cenizas mutiladas ante el portal donde cohabitara con otros poetas. Era ya una flor de marchitos horizontes posiblemente irrecuperables. La existencia y el ruido de sus vicisitudes y vaguedades había callado su tenaz bullicio. Todos los poetas tienen una Casa así para albergarse... La melancolía tomó mis heridas y las multiplicó gratuitamente. Los bolígrafos eran minúsculas espadas rotas que yacián como monedas inservibles en el suelo. Las luces sobre ella, antes afables y hasta pudorosas retrocedían trágicamente y se llenaban de añoranza. Un tropel de llagadas máximas que creé salían por las hendiduras de sus ruinosos costados. ¡ Que satisfacción viví entre los tropos! ¡Cuanta convergencia había allí y cuanta arbitrariedad! Se creaba a gusto: Tiempo, tinta y espacio eran uno. Lugar sólido en que dejé mis miedos frágiles. No me queda más que esperar en mi impaciencia a que se restituya y nazca de nuevo.
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