Trabajos sucios
Publicado en Nov 28, 2012
Cuando Fernando oyó la sirena de policía, supo que no tenía más remedio que huir. Por un lado él sabía que huir no es propio de machos, pero también sabía lo que pasaría si hallaban el cuerpo de Montenegro antes de tiempo, y tiempo es lo que no tenía.
Esa es la razón por la que en este momento decide entrar al bar popular de Minecol. Necesita un refugio donde esconderse hasta que el ambiente allá afuera se calme. Esa es la única preocupación que tiene en mente. Sabe que no dejó huellas en la casa de Montenegro, que todo se verá como una muerte accidental. Un trabajo perfecto. Lo único que falta ahora es que Fernando salga del tablero de juego. Se sienta en la barra un rato y piensa en dedicarse a calmarse, tomarse uno o dos tragos y escuchar la lora de los borrachos... hasta que de pronto escucha aquella voz: -Oiga, yo creo que a usted lo conozco. "¡Maldita sea!", piensa. ¡Eso no debería pasar! ¡Iba a ser un escape normal, desapercibido!... Es imposible que alguien de estos lugares diga conocerle… Fernando voltea hacia su interlocutor: un hombre gordo, sucio, algo tomado. Hay mucha gente, y sabe que no puede acabar con él así de fácil como lo hizo con esa sindicalista de Montenegro. La única opción que tiene es aparentar. Lo ignora. -Sí... oiga, yo usted lo he visto antes. Usted es uno de esos hombres de los que el jefazo habla mucho. -¿Y dice usted que me conoce? -Bueno, no lo sé del todo. Igual usted no parece conocerme a mí.- Ese obrero está hablando demasiado fluido para estar ebrio. -Pero supongo que puedo adivinarlo, ¿no? Venga, lo reto a una apuesta.- El hombre pide una botella de licor en especial. "Viche Valle Profundo" decía en la etiqueta. -Quien adivine primero la ocupación del otro gana esta botella. Pero le advierto, tengo un poder innato de conocer muy rápido a las personas. ¿Acepta?... "Por favor." piensa Fernando. Sabe que nunca aceptaría una apuesta así de estúpida de un borracho que no tiene siquiera dónde caer muerto... -... A no ser, claro, que usted no tenga los cojones necesarios. Fernando acepta el reto sin vacilar. Huir no es de machos. Ambos contrincantes se sientan de frente. Empiezan a observarse. Es algo absurdo, o al menos, lo es para Fernando. Es obvio que ese otro hombre es un obrero de la compañía minera de Minecol, y por las manchas que tiene en la ropa puede que trabajase en una de las minas de carbón (dicen que esas minas son todo un infierno)... ¡Es un reto demasiado fácil! Se nota que ese hombre está ebrio. No se ha dado cuenta de que está hablando con un sicario. Se miran un rato, Fernando suelta una risilla y pronuncia su jugada: “Obrero”. El otro hombre suelta una risotada y le da la botella y una excusa de que su “poder innato” no le funcionó a tiempo. Listo, una victoria simple para Fernando. Se levanta, se ríe y sale del bar. Coge el Viche, lo abre y le da un sorbo… Sabe a mil demonios, pero es un premio al fin y al cabo. Vuelve a tapar la botella y de pronto observa que en la etiqueta hay un papel enrollado adherido. Es una nota. “Estimado Fernando, De parte del ‘Jefazo’ le envío un saludo y una enhorabuena por el resultado de la apuesta. Espero que pueda disfrutar de su vida dentro del poco tiempo que le queda. Sí, sé que puede sonarle extraño, pero no se preocupe, que cualquier duda que tenga podrá ser respondida en más o menos dos semanas, cuando llegue usted aquí abajo. En fin, he de avisarle que esa señora Montenegro que usted asesinó hace unos minutos, no es la sindicalista a la que le encargaron matar, sino la (ex)esposa del comisario Montenegro (según nos acaba de confirmar ella). Así que le insisto que disfrute su vida mientras pueda, que dudo que logre librarse del destino que le espera, ya que quizá usted no notó que durante su cobarde huida se le cayó su placa militar “tan macha” con su nombre inscrito en ella. Como sea, espero que disfrute con gusto su premio. Saludos le manda el Jefazo, que lo estará esperando por aquí abajo en dos semanas; y mil insultos le manda Montenegro, que también le estará esperando con muchas, muchas ansias. Atentemente, Lucio, el "obrero”. P.D: Desde que esos mineros de Minecol nos abrieron la brecha por la mina de carbón hace unos días, aquí abajo sólo hemos podido degustar de ese Viche que sabe a ‘mil demonios’. Le agradecería mucho si de casualidad, tenga usted a la mano uno de esos whiskys suyos en el momento en que muera, para que así pueda dármela después en persona. Supongo que me lo debe, ¿no? Yo le advertí de mi poder innato.” Fernando siente un escalofrío por la espalda y una gota de sudor por su frente. Abre la botella y empieza tomarse todo ese endemoniado Viche de una sentada mientras intenta recordar, fallidamente, qué carajo era lo que quería decir esa estupidez de “ser tan macho”.
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