Princesa Luv
Publicado en Nov 29, 2012
Estaba, pero creía que no. Las cosas no eran altamente importantes para dedicarles demasiada atención. Creyó por un momento que sus pies flotaban en una sustancia viscosa y tibia; temió por su largo vestido negro con encajes. Miró sus pies y no tenía pies, tampoco tenía vestido alguno. No estaba. Pero creía que sí.
El bosque de olmos acariciaba de a ratos el viejo tejado de la casona ubicada en las proximidades del río Sena; y a ella le sonreían los oídos, de a ratos. Entonces abrió parcialmente una de las ventanas de su habitación; no estaba el río ni el bosque de olmos, nunca habían estado porque ella no estaba, pero creía que sí. Y las maderas se retorcieron hasta astillarse. Un aire cerrado y húmedo la invadió en su eterno descanso. Oyó voces nerviosas y órdenes precisas. Un golpe seco le hizo abrir los ojos. Un hombre tembloroso golpeaba una y otra vez algo en su pecho. Creyó por un momento que sus manos detenían esa embestida; creyó por un momento que flotaba en una sustancia viscosa y tibia. El dolor le cerró los ojos para siempre, unos ojos que ya había cerrado, unos ojos que jamás había abierto. Porque no estaba, nunca estuvo; pero creía que sí.
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