Me enseñaron que las palabras
  son el medio más significativo
 para hacerse valer, conocer,
querer y hacerse querer…
Que cuando se aglutinan con presión, es tarde;
ya deberían haber sido dichas.
Que no hay razón para callarlas
aunque duelan…
Sin embargo; a veces,
no encuentro en el diccionario de la vida
las que son necesarias pronunciar,
las que mi receptor interprete igual que yo…
Y así, me quedo con la sensación placentera
,muchas veces llamada cobarde,
de que mis actos
revelan más de las que hay en esas páginas.
Palabras anudadas,
palabras impensadas,
palabras mal usadas,
torrente de ellas...
que  acarician melosamente,
o son guiadas por un puño sin control,
tampoco sirven…
Prefiero callarlas.
Escribirlas con la pluma de la razón,
expresarlas  abiertamente
sólo cuando me las dicta el corazón,
o simplemente trasmitirlas en otra lengua
con mis ojos,
con mis manos,
con mi piel…
Tal vez, en las suavidad de un abrazo,
nacidas de repente,
alumbradas por un sentimiento puro
escuches de mí
lo que quieres oir.
Déjalas nacer sinceramente,
dales tiempo de florecer...