Quieres probar la muerte?
Publicado en Nov 30, 2012
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Hubo dos veces en el mismo lugar una explosión como hace años no se había visto. Hacía
tiempo que la tierra no temblaba como lo hizo ese día. Una oscuridad que vislumbraba la
llegada de un nuevo ser, la neblina; transparente, y del abismo surgía el más hermoso paisaje
cubierto de hierbas, humedad y luz. Pero como siempre, nadie lo había notado. Ella, con su
cabellera oscura y su vestido carmesí de holanes y terciopelo, abrió los ojos lentamente para
después frotárselos con sus pequeñas y delicadas manos. Despertaba un poco desconcertada
después de haber tomado lo que parecía una siesta tan larga y profunda como las raíces del
sauce en el que su frágil cuerpo de niña se apoyaba.
-Humm- Bostezó discretamente, aspirando los aromas naturales que el paisaje a su alrededor
desprendía. No intentaba incorporarse, solo observaba curiosa los rayos de luz que se
colaban entre los árboles y movía sus pies golpeteando la punta de una zapatilla con la otra
de esas de satín y listón que portaba mientras pasaba sus dedos por los caireles de su
cabellera que llegaban hasta la cintura. Ella no emitía sonido alguno pero escuchaba el del
viento que pasaba, el de las aves que cantaban, las ramas de los arbustos que crujían de
cuando en cuando e incluso podía escuchar y reconocer los pasos del hombre que se
acercaba.
Él avanzaba apresurado hacia el claro entre los altos árboles, donde ella estaba; ansiosa, pero
nunca temerosa.
Después de unos segundos, él la había encontrado. Detuvo su andar apresurado tras
tremenda impresión provocada por la infantil figura que súbitamente se encontraba frente a
sus ojos. Ella no lo miraba, fingía no haber notado nada, como si nunca hubiese percibido su
llegada.
-Niña mía- Exclamó gentilmente, el hombre aún agitado. – ¿Habrás visto pasar por aquí a
una doncella apresurada? Ella es hermosa como tú, pero mayor de edad. Joven aún; de piel
suave y dorada, y ojos como el agua.-
Ella seguía jugueteando, ahora con una ramita del sauce. No lo miraba. Esta reacción
molestó al hombre, quien volvió a insistir.- Pequeña, ¿Acaso no me has escuchado?- Ella no
se inmutó y esto enfureció al hombre, quien de poder decirse noble y de familia culta, se
transformaba rápidamente en un monstruo apasionado.
-Así que eres sorda ¿Eh?- dijo él con voz un tanto burlona, riendo entre dientes. Esto
despertó el interés de la niña. Ella lo miró al fin, frunciendo el seño suavemente y soltando la
ramita, pero aún sin decir palabra.
-¡Ah! ¡No eres sorda, sino muda!- Soltó el hombre una inesperada carcajada mofándose del
estado de la niña, quien sin darle mucha importancia, sólo hizo una mueca de desprecio y
volvió pronto a sus jugueteos.
Él dejó de reír. No le gustaba ser ignorado y menos por una niña malcriada. Esta actitud lo
había encendido. El tiempo parecía haber parado sólo para ese momento. La miraba, tan
dulce e inocente pero con ese carácter fuerte. Su faldón hasta la rodilla pero debajo esas
mallas blancas seguro se sostenían con un liguero. No podía esperar más. Cuánta lujuria y
cuánto deseo le provocaba esa actitud rebelde en una niña tan pequeña.
Haber cazado y asesinado tan recientemente lo había dejado excitado. Correr por el bosque
solo había logrado encender más sus pasiones enfermas. La daga todavía escurría sangre
fresca de su empuñadura y sabía que pronto, quizá sólo un poco más adelante encontraría el
cuerpo de Eloísa desangrado y frío a las orillas del riachuelo; estaba seguro, no podía haber
llegado más lejos con esa herida tan punzante y tan mortal. Entonces pensó para sus
adentros, -¿Por qué no tomarse su tiempo con la niña de piel pálida que inofensiva jugaba
con los holanes de su vestido carmesí?-.
De la boca del hombre surgió una sonrisa malévola, excitada. -¡Pequeña mía!- Exclamó
retomando un tono suave y amable. – ¿Por qué estás tan sola en este bosque tan grande y
peligroso? ¿No te han dicho que las jovencitas como tú siempre deben salir acompañadas a
pasear?- El hombre se acercaba a la niña cada vez más, con pasos sigilosos y lentos, como
buscando no espantarla de repente. Ella no se movía ni un poco; no se alteraba. –Déjame
estar aquí contigo un rato y juntos podremos esperar a tu mamá-
Ella no se movió nunca. Dejó que él la tocara. Primero sus caireles, después su mejilla y sus
labios. Sus manos de noble eran suaves pero el tacto era duro, agresivo. Pronto llegó a sus
piernas, fue moviendo los holanes de terciopelo poco a poco hasta llegar a la entrepierna.
Después le pidió que se colocara de rodillas y se sujetara del gran sauce y así ella lo hizo. Sin
decir una palabra ni emitir siquiera un gemido, ella obedeció. El hombre se sentía victorioso,
galán indomable y viril de verdad. Solo una pequeña niña pero que dócil era. Como una
yegua que se deja domar a la primera. El vestido resentía el lodo y el pasto húmedo contra el
que se restregaba y ella no dijo nada, pero cuando él acabó con su acto bestial y sin que
esperara esta reacción, lo abrazó fuertemente, como si no fuera a soltarlo nunca y entonces él
sintió paz.
Aún sin soltarlo ella recargó su cabeza en su hombro y después acercó sus labios rosados a
su oído. – Has hecho un pacto conmigo.- Le susurró suavemente. -Ahora me llevo lo que me
quitaste con tanto placer, que la mujer virgen era mía como has de saber. He nacido hoy sólo
por ti. Por lo que me pertenece, que la tierra me ha abierto paso y me ha dado un cuerpo
que es como un dulce para ti. Por cierto, Eloísa manda saludos.-
El hombre no podía comprender lo que acababa de suceder. Ella había hablado, y que
palabras tan terribles había pronunciado. Su pecho comenzaba a sentirse presionado. No
podría soltarse nunca de sus brazos; sus pequeños brazos pero qué fuerza más monstruosa
contenían. Su corazón latía intensamente y un sudor frío cruzaba su frente, hasta su vientre y
hasta sus tobillos. En ese momento supo que era el fin. No quedaba más. Habría que pagar
esta vez y por todas, aquellas deudas pendientes, aquellas vidas e inocencias arrebatadas con
gusto y con placer. Él había sentido el sabor de sus miedos, su terror; lo había saboreado
como la miel más dulce y exquisita, derramada sobre su lengua húmeda y ansiosa de más.
Sus ojos se abrieron completamente y sus pupilas se dilataron en el momento en que sintió
el último golpe dentro de su pecho que ardía en un fuego infernal, y ella, tranquila con su
vestido de sangre y sus caireles de oscuridad le susurró de nuevo al oído:
-¿Quieres probar la muerte?-
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Foto del autor Rocio
Textos Publicados: 5
Miembro desde: Nov 26, 2012
1 Comentarios 798 Lecturas Favorito 1 veces
Descripción

es una historia que me llevo mucho tiempo en escribir es mi mayor relato

Palabras Clave: amor terror misterio

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Terror & Misterio



Comentarios (1)add comment
menos espacio | mas espacio

hermann borja

muy intenso rocio , puedo notar tu sello en tus textos, puedes atrapar al lector facilmente , me gusta tu estilo , no te detengas voy a estar pendiente de lo que publiques , besos
Responder
October 06, 2013
 

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busy