La Historia de los 2 Hermanos - Capítulo 2
Publicado en Dec 04, 2012
* He aquí el segundo capítulo de esta historia, que espero sea de su agrado. Es por cierto un relato que tiene parte de verdad y parte de ficción, lo divertido está en descubrir dónde se encuentra la brecha entre ambas cosas.
Los dos hermanos Capítulo II El Consultorio 434 Andrés se quedó perplejo, atónito, contemplando a su madre en un nervioso silencio. Todavía no sabía bien cómo sentirse al respecto de aquella noticia; si bien, si mal, preocupado, nervioso, ansioso o una combinación de todas. Era una noticia buena bajo condiciones normales, sin embargo para Andrés significaba una pérdida muy grande de su libertad y de su espacio personal. No era algo que esperaba escuchar, ni mucho menos ahora, luego de que habían pasado varios años sin que tuviera ningún problema importante. Entretanto, su hermano recibió también perplejo la noticia, un tanto preocupado por su hermano también, pero más que nada tratando de comprender el contexto de tan inesperado acontecimiento, por lo que le preguntó a su madre intrigado: - ¿Y por qué la tía Clara va a quedarse con nosotros? - Es que como sabes hijo, se separó hace poco tiempo de su marido, está algo afectada por ello y más que nada quiere que la ayudemos a encontrar buenos abogados aquí en la capital, que se encarguen de su divorcio a fin de proteger sus bienes. - Ah, entiendo, ¿y qué hay de...? Roberto hizo una pausa al decir esto último, vio de reojo a su hermano y ella comprendió el gesto. Entonces, le hizo una pequeña seña a él dándole a entender que hablarían de eso más adelante. Luego, la madre de los muchachos no perdió más tiempo y se fue velozmente de salida diciendo con tono condescendiente: - Se me hizo muy tarde y ya tengo que irme, pero hablaremos de esto luego, ¿de acuerdo mi bebé? - Es... está bien. En ese instante, ella se fue algo preocupada e incluso culposa por dejar en ese estado a su hijo. Por lo tanto, fue Roberto quien tuvo que encargarse de tranquilizar a su hermano en ausencia de la señora de la casa. - (dándole unas palmadas en la espalda) No te preocupes hermanito, todo estará bien. - (preocupado) Eso espero... diablos, y tan tranquilo que estaba... La preocupación repentina de Andrés por la llegada de su tía no era precisamente por ella, sino más bien por otra razón. Sucede que en realidad, la tía Clara simpatiza en gran manera con los muchachos, especialmente con Andrés. De hecho, años atrás ella solía mimarle mucho cuando era más pequeño, en aquellas épocas en que anhelaba tener un hijo propio, cosa que finalmente sucedió cuando tuvo un hijo varón. Además, los hermanos habían conocido a su pequeño primo tiempo atrás durante cierto evento social, cuando el mismo tenía no más de 3 ó 4 años, por lo que tal encuentro quedó simplemente como un nebuloso recuerdo. No obstante ahora, todo había cambiado puesto que la tía Clara no llegaría sola y esa era la verdadera preocupación de Andrés. Él tenía ya una cierta y bien definida manera de vivir junto a su familia, la cual rara vez se había visto afectada en los últimos años. Por esa razón, la llegada de su pequeño primo significaba muy probablemente un cambio radical en su forma de hacer las cosas. No le gustaba para nada la idea de tener un huésped así, especialmente porque no le gustaba dejar ir tan fácilmente su estatus de "El bebé de la casa". Sabía perfectamente que si un niño de la edad de su primo estaba en su entorno, la atención podría enfocarse demasiado en este, quitándole el derecho que con tanto recelo se guardaba. Estos pensamientos le rondaron la cabeza por varios minutos, hasta que decidió por fin tomárselo con más calma y aguardar a hablar con su madre a la hora que ella volviese. Las horas pasaron y se sintieron lentas como nunca, generando un fenómeno totalmente contrario al flujo. Andrés se sentía algo aburrido, desganado, al punto de no querer jugar para nada con sus juguetes y solo se dedicó a mirar cosas al azar en la televisión. A momentos le daba un vistazo a la ventana para ver si su madre había regresado, situación que sucedió incontables veces hasta que al fin, muy cerca de la hora de la cena, el auto de su madre se sintió estacionar en la entrada de la casa. Entonces, y aún sosteniendo a su peluche predilecto Charmi entre sus brazos, se fue corriendo hasta la puerta para recibir a su madre que había estado esperando tan ansiosamente: - ¡Ma, ma! ¡Al fin llegaste! - Sí hijo, espérame un poco. - ¿Estás enfadada conmigo? - Oh, no, para nada mi bebé, pero dame unos segundos, espérame adentro. Andrés la obedeció y se fue corriendo hasta la sala, se sentó en uno de los sillones grandes y elegantes y se tambaleó una y otra vez impaciente, hasta que su madre llegó allí al cabo de unos cuantos minutos. Entonces, ella dejó su bolso y algunos papeles junto al teléfono y fue prontamente donde estaba su hijo mayor para hablar con él. - Mi niño, ¿estás preocupado por la llegada de la tía Clara? - Sí... bueno... la tía Clara me agrada, pero... - Pero te preocupa que venga con Fabri, ¿verdad? - Sí, es que... mmm... me voy a sentir raro teniéndolo aquí, no me gusta mucho la idea... - Lo sé, lo sé mi bebé, pero descuida, vamos a encontrar una solución. - ¿Y por cuánto tiempo se van a quedar? - Por lo menos estarán un mes mi cielo, la tía Clara quiere que Fabri esté en un hambiente más saludable y ella misma necesita unas... vacaciones. - (resoplando) Eso es mucho tiempo... mmm... ¿y no pueden ir a otro sitio? - (ignorando la pregunta) Estuve pensando mientras estuve fuera mi amor, y creo que deberíamos visitar al Doctor López otra vez. - (asustado) ¿Al Doctor López? ¡Pero mamá! ¡Literalmente hace años que no vamos a verlo! - Sí mi vida, lo sé, pero él te ha ayudado mucho y nos dijo que volviéramos si surgiera algún problema. - ¿Crees que pueda solucionar esto? - Si él no puede, nadie más lo hará tesoro. Después de todo, no hay nadie que esté mejor familiarizado con la situación. - ¿Y cuándo iremos? - Voy a llamarlo mañana a primera hora y haré una cita lo antes posible. De ese modo, Andrés estuvo de acuerdo a regañadientes con su madre, quédándose ligeramente más tranquilo y descubriendo repentinamente lo hambriento que estaba, tanto así que no esperó a que la cena estuviera lista y asaltó el refrigerador. Luego, minutos más tarde, ambos hermanos fueron convocados a la mesa y la comida transcurrió tranquila y muy poco entretenida, puesto que la conversación se centró en la llegada de los nuevos huéspedes. Por otra parte, Roberto no tenía ningún problema en particular con la llegada de sus parientes, mas sentía una gran empatía con su hermano, así que se propuso hacer algo bueno por él esa noche para que estuviera más contento. Se le ocurrió un plan de forma improvisada mientras comía y aguardó hasta que la cena se acabara para ejecutarlo. Luego, una vez terminada la convivencia en familia, Roberto se fue velozmente a su habitación y fingió tener algo importante que hacer allí, de modo que pudiera sorprender a su hermano. Extrajo pues de su armario algunas cosas que le serían de ayuda, además de llevarse consigo algo que era uno de los únicos objetos que había conservado de su infancia, a diferencia de Andrés, el cual muy por el contrario adquiría más y más juguetes y accesorios infantiles con el tiempo. Se aseguró de que sus padres estuvieran en la habitación principal y recorrió los pasillos hasta la habitación de Andrés, cargando todas las cosas que habría de necesitar para cumplir su cometido. Una vez allí, se paró junto a la puerta por unos instantes y oyó claramente el sonido del canal Discovery Kids que provenía del televisor de su hermano, repasó mentalmente lo que iba a hacer y cuando estuvo listo ingresó a la habitación con una gran sonrisa en el rostro diciendo: - ¡Hermanito! Vine a quedarme contigo como en los viejos tiempos. - (algo sorprendido) ¿A quedarte? - ¡Claro! ¿Recuerdas que en las noches de tormenta yo te hacía compañía? - (esbozando una sonrisa) Claro... - Bueno... se me ocurrió que, aunque no hay tormenta, te puedo acompañar hoy, haremos lo que tú quieras. - Bro... eso me gustaría mucho, gracias. - No hay por qué, ¿para qué son los hermanos? En fin... traje algunas cobijas y almohadas por si hicieran falta. Roberto dejó todas sus cosas a un lado e inmediatamente le preguntó sin demora a Andrés: - Hermanito, dime, ¿te gustaría que juguemos a algo? - Creo que no... no tengo muchos ánimos. Esa respuesta era una pésima señal, pues cuando Andrés no tenía deseos de jugar con su hermano algo muy malo le estaba pasando, así que Roberto trató de animarlo de otra manera: - Mira, te voy a prestar a Gabu toda la noche, él hará que te sientas mejor. - (poniéndose más animado) ¡Sí! ¡Quiero, quiero! Gabu es aquel objeto que Roberto guarda desde su infancia, su peluche predilecto que en algunas ocasiones se lo presta a Andrés, el cual lo recibe con mucho cariño pues lo hace sentirse más seguro y cercano a su hermano. Ambos son muy distintos como ya se ha notado y una de las pocas cosas en que se parecen es al hecho de tener siempre cerca al peluche favorito de su infancia. Aunque claro está, Andrés es mucho más dependiente de su juguete que Roberto, teniendo que llevárselo para todas partes cada vez que puede. Una vez que Andrés estuvo más calmado, a Roberto se le ocurrió algo para animarlo aún más: - ¿Qué te parece si hacemos palomitas y miramos una película? - (sujetando a Gabu y a Charmi con fuerza) Creo que estaría bien. - Y veremos la película que tú quieras. - (emocionado) Uuuu, ¡ya sé, ya sé! - No me digas... ¿quieres ver al Maestro Borracho verdad? - ¡Sí! El Maestro Borracho de Jackie Chan es una de las películas favoritas de Andrés y a Roberto también le gusta, nada más que la han visto cientos de veces y normalmente Roberto ya no está muy deseoso de verla, empero accedió en aquella ocasión a hacerlo todo con tal de ver más feliz a su hermano. Así pues, fueron discretamente a la cocina para hacerse unas palomitas de maíz en el microondas, tomaron unas latas de soda y regresaron a la habitación de Andrés para ver la película. De ese modo los muchachos se divirtieron mucho a base de palomitas, soda y locos movimientos de Kung Fu, hasta que en determinado momento ambos comenzaron a sentirse somnolientos y es que habían despertado muy temprano. Apenas tuvieron la resistencia suficiente para llegar hasta los créditos, por lo tanto se acostaron de inmediato y se durmieron prácticamente al momento de tocar la almohada. El plan de Roberto había salido bien, puesto que logró mejorar el ánimo de su hermano la noche anterior. Sin embargo, tuvo que hacer un nuevo esfuerzo la mañana siguiente cuando al despertarse descubrió que Andrés todavía se encontraba bastante preocupado. Le vio recostado en su cama mirando al techo, cosa que era muy extraña, porque Andrés tenía la costumbre de encender las caricaturas a primera hora de la mañana. - Hermanito, ¿estás bien? - (gimiendo desanimado) No mucho... - ¿Aún estás preocupado? - Sí... mamá va a llamar al doctor hoy... - Pero no te preocupes bro, siempre te ayuda verlo, ¿o no? - Sip... eso creo... En ese instante, notando el desánimo de su hermano, Roberto se vio forzado a utilizar uno de sus últimos recursos para alegrar a Andrés. Se puso en pie, caminó hasta la cama de su hermano y comenzó a hacerle cosquillas sin piedad alguna. - (riéndose a más no poder) Ya... hermano... basta... ya no... - (aún haciéndole cosquillas) No me voy a detener hasta verte muy bien, no me gusta verte así. - (aún riendo incontroladamente) ¡Está bien! ¡Está bien! Te prometo estar feliz, pero ya no más cosquillas. Así, una vez que Andrés le prometió a su hermano estar más contento, este último detuvo su ataque de cosquillas y se retiró triunfante de la habitación para tomar una ducha. Minutos después, Andrés imitó el gesto de su hermano y se fue del mismo modo a asearse, de modo que comenzaron la rutina de un día normal. Andrés mantuvo su promesa de estar más contento y aunque todavía estaba preocupado, se esforzó por sonreír y ser divertido y enérgico como era habitual. Un poco más tarde ese día, pasada la hora del desayuno, la madre de los chicos hizo su llamada telefónica al consultorio del Doctor López para pedir una cita. Entretanto, Andrés estaba sentado al lado de su madre, muy nervioso mordiendo el borde de su polera, cosa que le disgustó a ella y le dijo en tono severo: - Hijo, no te muerdas la polera así, que la vas a estropear. - Es que estoy muy nervioso... - No importa, quédate quieto por favor. - (cruzándose de brazos) Está bien... Pasado ese breve puchero, la señora pudo concentrarse en la llamada teléfonica que estaba realizando: - ¿Aló? Sí... quisiera pedir una cita con el Doctor López lo antes posible. Ajá... claro... ... el nombre del paciente... es Andrés... sí, sí... el Doctor ya nos conoce bien... ¿Para mañana? ¿No puede ser antes? Hmm... entiendo... estaremos allí... muchas gracias... hasta luego... Bueno hijo, ya oíste, tenemos que estar mañana por la mañana en el consultorio. - (algo nervioso) Está bien... - ¡Pero mira nada más cómo dejaste la polera! Ven aquí... En ese instante ella tomó a su hijo de la mano y se lo llevó velozmente hasta el baño, le limpió la parte de la polera que había ensuciado con saliva e inmediatamente le dijo con tono firme: - A ver jovencito, ya sabes que no me gusta que hagas esas cosas, creo que sabes lo que significa. - (sonrojándose) Esto... no sé... - Claro que sabes y no lo voy a discutir. Acto seguido, la señora se ausentó por unos momentos, regresando prontamente con un chupete de silicona más grande de lo normal entre sus manos. - (poniéndole el chupete) ¿Qué dijimos mi amor? Que si te pones a morder o meterte a la boca cosas que no debes, mami te pondría el chupete. - (sacándose el chupete) Pero... - (poníendole el chupete de vuelta) Pero nada, hicimos un trato, así que ahora lo vas a usar todo el día, solo te lo quitas para comer. Andrés no podía argumentar ninguna cosa ante eso y aceptó la premisa de su madre enseguida. No tenía lugar a negarse, puesto que parte importante del convenio que hicieron tiempo atrás para dejarlo actuar como un niño pequeño, implica irónicamente que acepte tener ciertas restricciones que son propias de un infante. Y, de forma parecida a lo del babero a la hora de comer, usar el chupete todo el día le encantaba, nada más que le avergonzaba un poco el usarlo delante de todos, especialmente frente a los empleados de la casa. Luego, al ver que su hijo había aceptado el chupete de forma obediente, se retiró a realizar sus propias actividades. Al mismo tiempo, Andrés se puso en pie y se fue para su habitación para tratar de estar lo menos posible a la vista, pero se encontró con Roberto cuando subía las escaleras al segundo piso. - (riendo un poco) Hermanito... ¿y ahora qué te metiste a la boca? - (tratando de hablar con el chupete) Nala... taba neviozo y modi mi poleda... - Je, je, je. Vaya, no recuerdo la última vez que mamá te "castigó" de ese modo... - (sonrojado)... Era cierto, pues habían pasado literalmente años desde la última vez que su madre lo había obligado a usar el chupete. La última vez había sido cuando Andrés estaba muy obsesionado con un videojuego, por lo que mordía cosas insesantemente mientras lo jugaba, cosa que produjo que su madre le obligara a usar el chupete no solamente por un día, sino por una semana completa. - Bueno hermanito, en otras noticias, dime, ¿ya hablaron con el doctor? - Zi... dize ke vayamoz maaa... ñana. - Oh bueno, ¿entonces hoy estás libre? - Zip... - ¿Qué te parece si volvemos al Centro Comercial? Olvidé que necesito un repuesto importante para mi celular. Podríamos aprovechar y te compras el juguete que tanto querías. - (emocionado) ¡A Zpike! ¡Zi! Ezto... peyo... - Ah... ¿el castigo? No te preocupes por eso, yo convenzo a mamá de que te deje ir fuera sin el chupete. Entonces, ni corto ni perezoso, Roberto fue a encontrar a su madre para convencerla de que le quitara a su hermano el castigo de forma temporal, a lo cual ella accedió luego de negarse un par de veces, aflojando solamente porque su hijo menor sabía perfectamente cómo convencerla; se puede decir fácilmente que Roberto es del tipo de adolescente que siempre se sale con la suya, apoyado por su firme y segura forma de ser. Momentos más tarde, Roberto fue por su hermano y le dijo victorioso: - Listo hermanito, mamá te levantó el castigo hasta que volvamos. - (sacándose el chupete) ¡Qué bien! Y ahora no hay que olvidar las tarjetas. - Tienes razón bro, déjame que voy por ellas. - (poniéndose el chupete de vuelta) Oki... - (riendo) ¿Qué haces? No te lo tienes que poner de vuelta. - (apenado) Ez ke me akoztumbré... zodo un ratito maz... me do kito antez de inoz... - Ja, ja, ja. Está bien. A Roberto aquellos "castigos" siempre le habían parecido de lo más extraños, algo incoherentes de hecho, sin embargo también se le hacían muy divertidos y comprendía el por qué de ellos. Pensó en esto por unos instantes y fue sin demora a buscar las tarjetas de débito y le dijo a su hermano que se encargara de sacar el automóvil del garaje. Ambos se dieron prisa en sus respectivas labores, terminaron de alistarse y se fueron tan pronto como les fuera posible. Al igual que el día anterior condujeron todo el trayecto hasta el Centro Comercial, divirtiéndose bastante a pesar de que Andrés no podía sacarse de la mente lo que le agobiaba, pues él quería hacer honor a la promesa que le hizo a su hermano por la mañana. Se tardaron no más del tiempo acostumbrado en llegar a su destino y luego de estacionar su vehículo ingresaron a la zona donde estaban las tiendas. Allí, todo se veía tranquilo y con muy poca gente, al igual que el día anterior. Los hermanos decidieron ir en primer lugar a buscar los repuestos que necesitaba Roberto, luego por unos artículos que su madre les había encargado en la farmacia y finalmente a por el juguete que tanto quería Andrés. Lo hicieron de ese modo, comprando todo lo que necesitaba Roberto, pasaron por la farmacia y se fueron con premura en dirección a la juguetería. Al arribar, Andrés no pudo esconder su emoción y dijo en voz alta: - (dando saltitos) ¡Mira bro! ¡Todavía lo tienen! - Ja, ay hermanito, por supuesto que sí. - ¡Vamos, vamos! El alboroto de Andrés llamó la atención de algunas personas que se encontraban cerca de allí, provocando graciosamente un efecto dominó, ya que varios niños que iban acompañados de sus padres notaron también la juguetería y casi todos ellos terminaron allí al igual que Andrés, llenando así de ruidos y emoción aquel lugar que hasta hace pocos minutos se encontraba en relativo silencio. Una vez adentro, Andrés se aproximó a uno de los ayudantes de la tienda y le preguntó efusivamente por el juguete que estaba buscando. El empleado de la tienda un tanto sorprendido por la forma en que Andrés le había hablado, dudó por unos segundos y a continuación se dispuso a enseñarle el juguete en cuestión. Mientras tanto, Roberto se hallaba tranquilo en otra sección de la tienda, observando algunos juguetes de colección que le llamaron la atención profundamente. Los hermanos estuvieron en la tienda como por cuarenta minutos y hubiera sido todavía más tiempo si Roberto no insistía en que debían evitar el tráfico para no tener problemas como el día anterior. Así pues, Andrés postergó un tanto sus ganas de continuar admirando la infinidad de juguetes y se aproximaron con su hermano al mostrador para pagar lo que habían elegido. - ¡Mira hermano! ¡Al fin tengo a Spike! ¡Y habla, y se puede abrazar y... y...! ¿Qué tienes ahí? ¿También comprarás un juguete? - (algo apenado) No es un juguete... es... una figura de colección... Es una nueva, de Monster Hunter. - ¡Genial! En tanto los hermanos se mostraban sus nuevas adquisiciones, el empleado de la tienda que iba a cobrarles se quedó por unos momentos como hipnotizado observándoles, ya que una escena como esa no era para nada común. Sin embargo, entro en sí al notar que más personas se aproximaban y se apresuró a cobrar el precio por los artículos de los muchachos: - (con voz gentil) Serían 20 dólares por el dragón y 35 por la figura de colección. ¿Efectivo o tarjeta? - Pagaremos con tarjeta. Aquí tiene... ah... y creo que mi hermanito tiene una especie de descuento. Al oír la palabra "hermanito" que se le había salido a Roberto, el empleado de la tienda se sonrió y trató de mantener la compostura lo más posible. Luego, Andrés recordó con lo que había dicho su hermano que efectivamente tenía un descuento en aquel artículo que estaba comprando. Extrajo de su colorida billetera unos cupones de compra frecuente en juguetes de la línea de Hasbro y se los mostró al dependiente, el cual no paraba de sorprenderse con tan peculiar muchacho. Entonces, los cupones fueron verificados como válidos y en cosa de nada los hermanos habían pagado todo y se fueron cargando sus bolsas fuera de la tienda. Y ni bien salieron, Roberto le dijo a Andrés en tono disimulado: - ¿Te importaría llevar las bolsas de la juguetería? Yo ya estoy llevando otras aquí... - ¡Claro hermano! ¡No hay problema! Con toda naturalidad Andrés aceptó el pedido de su hermano y tomó ambas bolsas que tenían bien marcado el logo de la juguetería a un lado, y claro, no se dio cuenta de que Roberto no tenía intención alguna de que alguien lo viera con algo así caminando por ahí. Después de eso, ambos se fueron caminando en dirección al estacionamiento, pues ya habían perdido mucho tiempo y debían irse de inmediato si deseaban evitar los embotellamientos de tráfico. Al ir caminando, ambos seguían comentando sobre lo grandiosas que eran las cosas que acababan de comprarse, y particularmente Andrés lo hacía de un modo muy emocionado y sacando un poco de la bolsa a su nuevo juguete para admirarlo de rato en rato. Todo iba de maravilla, e incluso Roberto se sentía bastante aliviado de ver a su hermano con un mejor estado ánimo, mas tal tranquilidad no duró por mucho dado que sucedió algo imprevisto. A mitad del camino, Andrés que estaba muy contento mencionando los maravillosos atributos de su nuevo bebé dragón, de un momento a otro se quedó en silencio, dejó de caminar y su hermano muy extrañado le dijo: - ¿Qué te sucede? Andrés no dijo nada, simplemente se quedó observando hacia el frente con una expresión muy seria e impropia de él y Roberto se dio cuenta después de unos segundos de lo que estaba sucediendo. A unos metros adelante, se encontraba un grupo de personas entre las que había alguien que Andrés no estaba precisamente muy contento de ver. La tensión podía sentirse claramente en su expresión y la contracción muscular de su cuerpo lo delataba, la misma que se volvió aún más evidente cuando una chica no muy alta, de pelo oscuro y largo y facciones simples se acercó a ellos y los saludó como si nada: - ¡Andrés! ¿Cómo estás? Hace mucho tiempo que no te veía... - (con tono muy frío) Hola... - (tratando de romper el momento incómodo) Hola, hola. - ¡Ah, hola! ¿Tú eres el hermano menor de Andrés? ¡Estás diferente! La última vez que te vi, tenías como 11 años. - Ajá... así es... em... ah... tú eres... ¿Pamela cierto? - Sí. Y tú eres... - Roberto. - Claro, verdad. Pero Andrés, dime, ¿cómo has estado? Andrés no se conmovió para nada con la forma eufórica en que Pamela le hablaba, manteniéndose frío como el hielo y observándola con un gran enojo. Por lo tanto, Pamela se sintió sumamente incómoda al cabo de unos instantes y decidió despedirse disimulando lo más posible el hecho de que estaba ofendida. - (esbozando una sonrisa) Bueno... estem... ya tengo que irme, que estén bien. Tan pronto como dijo esto último, la chica se retiró con un nudo en la garganta y Andrés se mantuvo inmóvil hasta que ella desapareciera de la vista. Acto seguido, Roberto quiso decir algo, pero su hermano mayor se le adelantó diciendo con un tono muy severo y pareciendo muy enojado: - ¡No puedo creer que ella me salude como si nada! ¡Es una cínica! - Creo que solamente quería ser amable. - Me da igual, de todos modos no es como si no hubiera sucedido nada. - Diablos bro, me dan escalofríos cuando actúas así. - (ignorando a su hermano y hablando para sí mismo) Después de lo que ella hizo y todavía me habla de esa forma... hmpf... esa... ¡esa tipa! A este punto, Roberto ya estaba sintiendo miedo de Andrés, por lo que trató de "regresarlo a la normalidad" de alguna manera: - Hermanito... ¿y qué más me decías sobre Spike? - (ignorando nuevamente a su hermano) Maldición, como detesto a este tipo de personas. Si tan solo no hubiera sido tan gil de meterme a ayudarla. - Bro... me estás dando escalofríos... vámonos porfa... olvida eso... - (enfadándose un poco más) Es que este es el tipo de cosas que te estropean el día. Maldita sea... Roberto ya se estaba desesperando, pues no tenía ni la menor idea de qué hacer en estos casos. Por lo general, cuando su hermano se enfadaba de ese modo simplemente lo dejaba solo para que se le pasara, no obstante este no era el caso. No podía simplemente dejarlo allí en medio del Centro Comercial, era un escenario imposible, así que se propuso poner toda su inteligencia al servicio de resolver este problema. Comenzó a pensar bajo presión en algún modo de tranquilizar a su hermano mayor, recordando de repente el por qué de la molestia tan profunda que este último tenía con la tal Pamela. Se acordó que, años atrás, cuando su hermano cursaba la secundaria, este se había conocido con aquella muchacha la cual de hecho estaba en un grado más alto que él en la escuela. Al comienzo se simpatizaron y se hicieron amigos, de tal modo que Andrés tenía un buen concepto de ella. Pasado un tiempo, Pamela le pidió a él como favor que la ayudase a ligar con Alex, el cual era uno de sus mejores amigos. Él aceptó y sabía que sería relativamente sencillo ya que Alex también gustaba mucho de ella. Sin embargo, no fue tan así porque Alex tenía un gravísimo problema: era demasiado inmaduro. Tan inmaduro era que en cierta ocasión, una muchacha del curso paralelo envió su anuario al salón al que Alex y Andrés pertenecían para que todos allí pudieran firmarlo. El libro se pasó de banca en banca y cada quien escribió sus deseos en él y lo firmó, pero cuando llegó a manos de Alex lo único que hizo el tonto muchacho fue rayonearlo como si de un niño de jardín de infantes se tratase, estropeando por completo el anuario y provocando las durísimas críticas de todos sus compañeros contra él, incluído Andrés. En fin, el punto es que Pamela se enteró de aquel incidente con el anuario, decepcionándose por completo de Alex y en el ínterin se enamoró más bien de Andrés, el cual al mismo tiempo comenzó a gustar también de ella. Y el cuento no termina allí, puesto que tiempo después una amiga de Pamela tuvo su fiesta de quince años, a la cual Andrés estaba convenientemente invitado. Él estaba convencido de que ella era una buena chica, así que comenzó seriamente a pensar en ella de forma romántica y tenía la intención de lucirse un poco frente a ella durante la fiesta. Y bueno, llegamos al punto de por qué Andrés está tan molesto con Pamela hasta el día de hoy. Lo que pasa es que ya avanzada la fiesta en esa ocasión, la chica se desenmascaró por completo. Resulta que era una muchacha desagradable, que en realidad gustaba muy vulgarmente de lo sexual y lo peor de todo es que le ofreció drogas a Andrés abiertamente. Sobra decir lo mucho que él se molestó con esto y la mandó inmediatamente a volar, dejándole en claro (aunque no verbalmente) su intención de que no volviera a dirigirle la palabra. Todo esto se acordó Roberto y la verdad fue muy contraproducente, dado que se puso todavía más nervioso y no hallaba modos de contentar a su hermano. Fue tanto así, que comenzó a desear ingenuamente que algo sucediera para que todo se solucionara, situación que terminó pasando casi mágicamente cuando de algún modo el nuevo juguete de Andrés se presionó por error, haciendo que el bebé dragón dijera una de sus frases pre-grabadas; un muy audible "¡Abrázame!" con una voz tierna resonó en aquel enorme lugar donde los muchachos estaban de pie, sacando por fin a Andrés de su trance y provocando que fuera nuevamente el mismo de siempre, para alivio y satisfacción de su hermano. - (tomando la caja entre sus manos) Ooowww, ya quiero abrazarte, pero no te quiero sacar de tu caja. Hermano, ¿nos vamos? Por una fracción de segundo Roberto quiso mencionar el incidente con Pamela, cayendo en cuenta de inmediato de que eso hubiera sido un error fatal. Por unos segundos dudó estando en silencio, agradeció a la "fuerza misteriosa" que lo había ayudado en su desesperado pedido y cuando su mente estuvo lo suficientemente en orden otra vez, enunció esbozando una sonrisa leve: - Claro hermanito... es hora de irnos. De ese modo el incómodo momento con aquella chica se esfumó como si nunca hubiese sucedido, los hermanos fueron al estacionamiento para subirse a su lujoso automóvil y regresar muy pronto a casa. Lo hicieron de esa manera y afortunadamente el camino de vuelta fue muy tranquilo y no hubo problema alguno ni se toparon con ningún embotellamiento de tránsito como el día anterior. Cuando llegaron a su hogar tuvieron tiempo suficiente para acomodar sus cosas, charlar brevemente con su madre e incluso mirar un poco de televisión ya que la comida aún no estaba lista. Pero eso sí, la mamá de los muchachos le insistió a Andrés que se pusiera el chupete de vuelta en la boca aludiendo a que su castigo sólo había sido removido temporalmente. Este la obedeció de forma inmediata y se fue muy contento a mirar la televisión con su hermano en la sala de estar. Además, no pudo resistir la tentación y se llevó consigo a su nuevo juguete, para examinarlo y disfrutarlo al tiempo que veían un programa de deportes que pasaban a esas horas. - Bro, tienes que ver estos goles, ¡están alucinantes! - (apenas haciendo caso) ¿Zi? Roberto hizo una pausa, se volteó por un momento y vio a su hermano mayor fascinado soteniendo entre sus manos a su nuevo bebé dragón, con el chupete en la boca y viéndose tan inocente, infantil e incluso vulnerable que todo ello contrastaba en gran forma con la imagen que le había quedado de lo sucedido en el Centro Comercial. Era de lo más extraño imaginarse que el tan enfadado y estricto Andrés fuera la misma persona que el que ahora estaba frente a él: un cándido muchacho que por el momento tenía su atención puesta solamente en su deseo infantil cumplido. Ya había experimentado esa misma sensación antes, al notar en el pasado aquella diferencia, nada más que ahora había sido algo más fuerte porque en verdad se sintió impotente al no saber cómo transformarlo de regreso luego de que Pamela se apareciera. Todo esto meditó Roberto mientras observaba algo asombrado a su hermanito, a tal punto que el tiempo pareció detenerse y solamente salió de su abstracción cuando hubo un grito de gol muy ruidoso en la caja de luces. - (reaccionando) Hermanito... te decía que hay unos goles buenísimos que están mostrando, ven a verlos conmigo aquí. - Ah, zi, klado hemano... Ambos se acomodaron lado a lado y disfrutaron de un momento breve pero delicioso de convivencia fraternal, el cual por sus cualidades proporcionó un amortiguador apropiado al momento emocionalmente difícil que el mayor de los hermanos estaba experimentando, relacionado por supuesto a la inminente llegada de su tía Clara. Minutos más tarde la señora de la casa convocó a sus hijos a la mesa como era de costumbre, costándole un poco de trabajo el lograr que la obedecieran dada la difícil circunstancia de arrancarlos a ellos de su zona de confort. Acto seguido, los dos chicos se aparecieron en la mesa apropiadamente aseados, saludaron a su padre y antes de que pudieran sentarse a comer este último no pudo evitar el preguntar: - Hijo... ¿te metiste cosas a la boca otra vez? - Puez... - (interrumpiendo a Andrés) Mientras yo hablaba por teléfono esta mañana, tu hijo estaba mordisqueando su polera querido... Su padre simplemente vio a Andrés con una mirada fija y una leve sonrisa, dejando a los pocos segundos de hacerlo para preguntarle a su esposa con mucho interés: - ¿Quieres decir que ya le hablaste al Doctor López? - Así es, nos va a recibir mañana temprano. - (haciendo un gesto de aprobación) Excelente. Bueno, siéntense muchachos. Ellos le obedecieron y comenzaron a comer también en cuanto Andrés se quitó el chupete de la boca para hacerlo. En eso, Roberto observó a su hermano mientras comía su sopa y descubrió que el mismo no se veía muy bien. Intuyó que se había puesto algo mal porque sus padres habían mencionado lo del médico, lo cual confirmó momentos después cuando su madre también lo notó indiferente y le preguntó: - (con voz maternal) Mi bebito, ¿qué sucede? ¿Acaso no te gusta la comida? - N... no, no es eso. - Creo que está molesto porque hablaron de lo de ir al doctor má. - ¿Es eso cierto hijito? - Pues... pues sí. - Ooowww, mi niño, pero no tienes de qué preocuparte, todo irá muy bien. - (resoplando) Bueno, de acuerdo. Con eso Andrés se sintió un poco más tranquilo y quedó implícito el hecho de que nadie más debía volver a mencionar ese tema por el momento. Entonces, la hora de la comida siguió normalmente y no se presentaron más incidentes, al igual que en el resto de la tarde, la que fue común y corriente. A eso de las tres Roberto recibió una llamada de uno de sus amigos invitándalo a salir por ahí, lo cual aceptó al ver que su hermano se encontraba de un mejor ánimo, impulsado por supuesto por el gran disfrute que estaba experimentando con su nuevo bebé dragón. Horas más tarde todos se reunieron nuevamente en familia y la mamá de los chicos incitó a Andrés para que se acostara temprano, argumentando que debían ir a ver al Doctor a primeras horas de la mañana, situación que generó una graciosa aunque un tanto predecible reacción de Andrés. - (quitándose el chupete para protestar) ¡Pero mamá! ¡Todavía es demasiado temprano! - Nada de eso jovencito, sabes que tenemos consulta con el Doctor López mañana. - Sí pero... - Pero nada, no quiero que lleguemos tarde y mucho menos que perdamos la cita. - (cruzándose de brazos) Está bien... pero... ¿al menos me dejas ver a Los Backyardigans? - De acuerdo, pero te duermes de inmediato, ¿entendido? Andrés aceptó finalmente lo que le dijo su madre y se preparó de inmediato para irse a la cama, aunque todos sabían que no era en realidad tan sencillo lograr que él se durmiera a esas horas. El muchacho siempre está lleno de energía, es algo hiperactivo de hecho y esto le causó algunos problemas a la familia en el pasado. En una ocasión, los 4 debían tomar un avión muy temprano para viajar a París y debían madrugar para llegar al aeropuerto, así que todos se acostaron a una hora razonable para lograr dicho objetivo; sin embargo, Andrés se levantó muchas veces de su cama sin saber qué hacer y no dejaba dormir tampoco al resto por el ruido que hacía. Fue una experiencia algo desagradable e incluso frustrante, puesto que nada de lo que hicieran le ayudaba a dormirse, hasta que finalmente dieron con una solución algo simple pero súper efectiva, la cual ponen en práctica siempre que necesitan que Andrés se duerma temprano. Esta no fue la excepción, de modo que Roberto y su madre simplemente se vieron a los ojos y sin decir ni una palabra ya sabían perfectamente lo que debían hacer. Aguardaron a que Andrés se fuera para su habitación y cada uno hizo su parte como siempre solían hacer en estos casos. Por un lado, la señora preparó el biberón de su hijo cuidadosamente con algunos ingredientes extra, de modo que sirviera a modo de somnífero; y por otra parte, Roberto se aseguró de esparcir un aromatizante muy tenue en la habitación de su hermano mientras este se lavaba los dientes, el cual descubrieron que tenía un efecto muy potente para adormilarlo. Momentos después, Andrés se apareció en su habitación ya con el pijama de ositos puesto, sosteniendo a Charmi entre sus brazos y sintiendo el aroma en su cuarto le dijo curioso a su hermano: - ¿Y ese aroma? Se siente bien. - (escondiendo el aromatizante tras de él) ¿Aroma? Yo no siento nada bro. - ¿En serio? Mmm... hace tiempo que no lo sentía. Deli. A Roberto le parecía sumamente gracioso lo que tenían que hacer cada vez que querían dormir a su hermano temprano, pero obviamente se aguantaba el demostrarlo para que funcionase bien. Así, luego de que Andrés percibiera el suave aroma que ahora rondaba por su habitación, se metió a la cama de un salto, abrazó a todos los peluches que ahí tenía y especialmente abrazó a su nuevo juguete muy afectuosamente. A continuación y de forma armónica, la mamá de ambos atravesó la puerta con un biberón especial de leche tibia entre sus manos diciendo: - Ya traje tu leche encanto, te la tomas toda y programas la tele para que se apague en media hora. Andrés vio a su madre y asintió con la cabeza, mas no podía cumplir la última orden de ella ya que estaba literalmente enterrado bajo sus peluches y sus manos estaban ocupadas con Charmi y su nuevo bebé dragón Spike. Por lo tanto, al notar esto, su hermano se comidió a cumplir dicha orden y sin perder un segundo programó la televisión para que se apagara sola, nada más que le añadió unos minutos extra sin que su madre se diera cuenta, le guiñó el ojo a Andrés mientras lo hacía y este le devolvió una sonrisa en respuesta. Finalmente, la señora le entregó su botella a su hijo mayor y se retiraron junto con Roberto de la habitación, apagaron las luces al hacerlo y le dieron las buenas noches a Andrés brevemente: - Buenas noches mi bebé. - Que duermas bien hermanito. Acto seguido cerraron la puerta y comentaron entre ellos mientras estaban en el pasillo: - Hace tiempo que no hacíamos esto. ¿Recuerdas la última vez que lo hicimos má? - (riendo un poco) No estoy muy segura, aunque creo que fue la noche de su cumpleaños. Había comido tanto helado y pastel que no se detenía. - (riendo un poco también) Es cierto. En ese instante Roberto recordó aquella ocasión y además se le quedó la imagen de su hermanito como lo acaba de ver muy clara en la mente, por lo que tuvo la misma sensación extraña que había experimentado más antes ese día, percibiendo muy curioso el hecho de que el mismo niñito que acababan de dejar en su habitación tomándose su leche era aquel furioso muchacho del Centro Comercial. Se mantuvo ensimismado pensando en esto por un rato para despedirse de su madre momentos después, marchose a su habitación para estar de ocioso un par de horas y cayó dormido posteriormente. A la mañana siguiente todos despertaron muy temprano como estaba planificado, incluyendo a Roberto pues aunque él no necesitaba hacerlo realmente, era evidente que su ayuda se haría requerida para que su hermano se mantuviera lo más calmado posible. Todos vieron con satisfacción que el plan de la noche anterior había dado resultado, notando que Andrés estaba muy despierto y lleno de energías, empero algo menos animado de lo usual. Parecía que su preocupación había regresado, lo cual era cierto realmente, así que Roberto hizo su mejor esfuerzo para distraer a su hermano mayor: - (bostezando) Dime hermanito, ¿cómo pasaste tu primera noche con tu nuevo Spike? - ¡Genial! Sólo que... - ¿Qué? - Estaba muy feliz haciéndole mimos y me dormí sin querer, no sé por qué. "Nosotros sí sabemos" pensó Roberto algo divertido, mientras que comenzaba a beber su café y su madre colocaba una gran jarra de jugo de naranja recién hecho sobre la mesa del comedor. Después de eso, el desayuno transcurrió afortunadamente de manera más calmada y las cosas no se agitaron sino hasta que Andrés y su madre estaban a punto de irse, porque él comenzó a insistir en llevar a su nuevo juguete al consultorio del doctor. - (enfurruñado) Aaaahhhhh... ¿y por qué no puedo llevar a mi Spike? - Ay hijo, pero ya estás llevando a tu Charmi en la mochila, será demasiado. - Ooowww... pero se va a sentir solito si lo dejo aquí. - (algo impaciente) Claro que no mi bebé, ¿cómo dejas a Charmi aquí cuando vas a la facultad? - Espera má, yo me encargo... Déjalo con Gabu y le hará compañía bro, así te puedes ir tranquilo. - ¡Buena idea! Ocurrido eso ella vio a su hijo menor con una expresión de profundo agradecimiento en el rostro, en tanto que su otro hijo dejaba a su nuevo juguete en la habitación de Roberto. Momentos después, la señora sacó el automóvil del garaje y ni bien Andrés salió de la casa partieron rumbo al consultorio. De camino las cosas se pusieron algo incómodas de forma inevitable, puesto que Andrés ya no podía esconder su profunda preocupación. Su madre hizo todo lo posible para tranquilizarlo y por último tuvo que hacerse a la idea de aguantarlo un poco para no empeorar el asunto. Llegaron a su destino al cabo de unos cuarenta minutos e ingresaron a un gran edificio de policonsultorios privados, se subieron al elevador para llegar al décimo piso y caminaron por los amplios pasillos hasta dar con el lugar correcto. - Este es hijo, el Consultorio 434. La puerta estaba entreabierta por lo que pudieron entrar sin ningún problema y fueron inmediatamente recibidos por una mujer joven que cumplía el rol de ayudante del Doctor López. Y para su suerte, el médico aún estaba muy entretenido con su paciente actual, así que la ayudante les pidió amablemente que tomaran asiento y aguardaran. - El doctor los atenderá enseguida, no tardará mucho. Ambos asintieron y la secretaria del Doctor López no pudo evitar sentirse muy curiosa al ver al muchacho, porque a pesar de estar habituada a ver todo tipo de cosas allí, se sorprendió bastante al conocerlo por primera vez como solía pasarle a él con la mayoría de las personas; es más, tal curiosidad se hizo más fuerte cuando vio que en determinado momento Andrés sacó a su peluche favorito de la mochila y empezó a abrazarlo insistentemente para dejar de estar tan tenso. El paciente que se encontraba en consulta se demoró en salir más de lo pensado y cuando el pobre de Andrés estaba llegando a la cima de su incomodidad se abrió la puerta del consultorio finalmente. De allí salió una mujer bastante joven aunque de aspecto algo descuidado, pareciendo que había estado llorando un poco. Esto último no hizo más que incrementar la tensión del muchacho y al caer en cuenta de ello su madre lo apresuró para que entrara de una vez, aún antes de que la asistente del médico lo llamase. De ese modo él se encontró dentro de la habitación principal del consultorio antes de haberse dado cuenta, notando que el médico estaba de espaldas y no le había visto todavía. Andrés aprovechó para observar todo el lugar de arriba abajo reconociendo muchas cosas y verificando que habían algunas otras nuevas también. Aquella habitación era bastante grande, justo como él recordaba. Las paredes eran de un color verde oscuro, con excepción de un determinado rincón que tenía tonos pastel, el cual estaba destinado para que el Doctor López tratara con sus pacientes más jóvenes de vez en cuando, lugar que por cierto también tenía algunos juguetes y libros muy coloridos; y como se podrán imaginar, ese rincón llamaba profundamente la atención de nuestro protagonista. En el centro de la habitación estaba una mesa no muy grande, a un costado unos sillones muy cómodos y al otro extremo se encontraba un gran escritorio de roble. Finalmente, las ventanas enormes dejaban entrar una considerable cantidad de luz natural y se podía observar a través de ellas el esplendor de la enorme ciudad. Todo esto contemplaba el chico algo abstraído cuando de un momento a otro el doctor se dio vuelta y le vio parado allí junto a la puerta, sosteniendo todavía entre sus brazos a Charmi y viéndose extrañamente tímido. Se sorprendió un tanto de verlo tan deprisa siendo que su asistente no lo había anunciado aún, sin embargo no le tomó demasiado interés al asunto y saludó a su joven paciente: - (con voz gentil) Amigo mío, pero si ya estás aquí. Pasa por favor. Andrés emitió un "Hola" casi inaudible en respuesta y de repente pretendió guardar a su peluche en la mochila que llevaba, mas cuando el Doctor López notó ese gesto le dijo de inmediato de manera algo informal: - No necesitas guardar a Charmi, Andrés, tenlo contigo, no hay ningún problema. Esto alivió en gran manera al joven y se mantuvo abrazando a su peluche favorito. Seguidamente, el doctor le hizo una seña para que tomara asiento en uno de los confortables sillones, él le obedeció de inmediato y en cosa de nada ambos estaban sentados frente a frente listos para la consulta. Existió un breve silencio antes de que alguien dijera algo y en ese lapso Andrés observó con claridad al Doctor López, el cual era exactamente como lo recordaba, solamente que un tanto más viejo; era más bien delgado, con barba y bigote bien recortados, llevaba anteojos bifocales fotocromáticos y vestía una combinación de camisa, pantalones y zapatos de estilo elegante y un tanto casual a la vez. A la par, el psicólogo sacó un bolígrafo del bolsillo delantero de la camisa y tomó una libreta de anotaciones que tenía cerca, cruzó la pierna y viendo a su paciente por encima de las gafas le dijo calmadamente: - Me llamó la atención que hicieras una cita muchacho, hace años que no te veía. - (algo tímido) Sí... es cierto... - A propósito, leí hace poco tu ensayo sobre el comportamiento de los cuantos y la influencia que ejercen transmutando la materia. Lo encontré por demás interesante y muy bien detallado. - (cambiando de repente de actitud) Ah sí, es algo que escribí cuando estaba aburrido realmente. - Ja, ja, ja. ¡Ay muchacho! ¿Siempre eres tan modesto? Vamos, no por nada eres tan extraordinariamente brillante, si lo sabré yo. - (algo sonrojado) Gracias. Y... si me permite ser curioso... ¿dónde leyó mi ensayo? - Una revista de ciencia y tecnología la subió a su portal online. Quizás no hayas estado viniendo, pero siempre es profundamente agradable el seguir tus escritos. - Oh sí, ahora recuerdo que ellos me pidieron permiso para subirlo. El Doctor López es un profesional del más alto calibre y sabe perfectamente cómo tratar con todos sus pacientes, especialmente con Andrés al cual conoce desde que el mismo tenía solamente 7 años. En esa ocasión en particular le fue claro que debía apelar al intelecto del joven para sacarlo de su timidez, lo cual funcionó perfectamente como pudieron apreciar; y, cuando vio que Andrés se encontraba más calmado y hubieron roto el hielo, le preguntó de la manera menos invasiva posible: - Bueno, y cuéntame, ¿qué te trae por aquí? ¿Has tenido algún problema recientemente? - (abrazando a su peluche con fuerza) Pues... sí... algo así. - (disponiéndose a escribir) De acuerdo... cuéntame... Andrés le relató al psicólogo sobre la llamada que su madre había recibido recientemente, le dijo que su tía Clara llegaría a hospedarse con ellos por un tiempo y que en consecuencia su pequeño primo Fabricio también lo haría. También le dijo brevemente cómo era su tía y qué tipo de trato mantenía con ella, para finalizar diciéndole que su primo probablemente ni siquiera se acordaba de él y que en la práctica no se conocían el uno al otro, circunstancia que era la principal causa de su estado de estrés de los últimos días. - ...y por eso estoy tan nervioso doc. No sé lo que vaya a pensar Fabricio de mí y no voy a estar cómodo frente a él haciendo... bueno... lo que usted sabe. No sé si su madre se molestaría al verme actuar delante de él de la forma que normalmente actúo. Eso me perturba. Siento que voy a perder mi libertad y también gran parte de mi intimidad... y eso no me gusta para nada. Ya estoy acostumbrado a que las cosas sean de cierto modo en mi casa y percibo a mi primo como un... intruso. - (terminando de escribir) Ya veo... de acuerdo... aunque me parece que hay algo más que te molesta del asunto. - (algo sorprendido) Doctor, creo que usted es capaz de leerle la mente a las personas. - Je, je, je. Es algo así muchacho, algo así. ¿Puedo asumir por tu comentario que tengo la razón? - Pues... sí... - Bueno, dime qué más te molesta. - Es que... esto... no sé si... em... no sé si pueda, me da algo de vergüenza... - Vamos Andrés, te conozco desde hace años y sé prácticamente todo de ti. Además recuerda que soy un profesional, no tienes por qué inhibirte conmigo de esa forma. - Está bien... pues... yo... esto... es que... ¡ES QUE ME GUSTA SER EL BEBÉ DE LA CASA! ¡LISTO! ¡LO DIJE! - ¡Ajá! Sí, intuía que se trataba de algo así. Todavía recuerdo con claridad cuando hace tantos años llegaste aquí con un problema parecido, al poco tiempo de que había nacido tu hermano, sin mencionar por supuesto los otros conflictos que tenías... Era cierto, pues hace mucho tiempo cuando Andrés llegó al consultorio del Doctor López por primera vez, estaba atravesando una muy difícil y complicada crisis la cual se tradujo posteriormente en la forma de ser que mantiene hasta el día de hoy. Resulta que allá por esas épocas, Roberto tenía casi dos años de edad, por lo tanto Andrés sentía los típicos celos que cualquier niño experimenta cuando hay un nuevo bebé en la familia. No obstante, este problema no era para nada simple en su caso específico, ya que iba acompañado de otros conflictos de diferente índole. Para comenzar, Andrés tenía severos problemas de atención en la escuela y dificultades para lidiar con sus maestros, todo esto debido a que era un niño más inteligente que el promedio. Se reveló al poco tiempo que tenía al menos 137 puntos de coeficiente intelectual, los cuales obtuvo en la prueba que el mismo Doctor López llevó a cabo en conjunto con sus colegas. En segundo lugar, se había convertido también en un bravucón ayudado por su estatura y se había tornado sumamente violento con todo el mundo. Solía golpear a los otros niños por cualquier minucia y gritarle a casi cualquiera que se interpusiera en su camino, logrando así en consecuencia que su capacidad para hacer amigos fuera casi nula. En adición, dicha agresividad se había hecho mucho más acentuada y constante desde que había nacido su hermano menor, provocando que sus padres y todos sus familiares en general no supieran cómo lidiar con él. Incluso llegaba al punto de ser sumamente agresivo con sus juguetes y en varias ocasiones los rompió o los echó a perder. El psicólogo descubrió también que era violento en gran parte por su hiperactividad, de modo que no poseía una forma constructiva de canalizar tantas energías, así que sufría de insomnio, pesadillas, terrores nocturnos y lo más notable de todo es que tenía un síntoma muy particular: La enuresis nocturna. Al comienzo el Doctor creyó que mojaba la cama por sus constantes estados nerviosos, lo cual era cierto en parte, sin embargo al haber profundizado un poco llegó a la más importante conclusión de todas; para ello, tuvo que hacer un experimento con Andrés sacrificando uno de los peluches que tenía en el consultorio, lo cual por cierto valió absolutamente la pena. Un día, durante una de sus sesiones, el psicológo le pidió a Andrés que jugara con ese peluche como quisiera, sin restricción alguna, de manera que fue capaz de analizar su conducta desde una perspectiva y un ángulo más apropiados. Hizo un descubrimiento muy acertado al observar que Andrés no solamente fue tan agresivo con el peluche que terminó deshaciéndole varias partes, sino que le repetía una o dos frases muy características mientras lo hacía. Esto fue lo que lo llevó a plantearse una hipótesis sobre su comportamiento, la cual confirmaría sólo unos días más adelante cuando hubo sostenido una larga plática con su madre. Sucede que, tal y como el Doctor López sospechaba, Andrés había sido víctima de un maltrato físico y psicológico durante su primera infancia. Sus padres habían cometido el error de dejarlo a cargo de una niñera por razones desconocidas aún, siendo ella quien causara el maltrato en cuestión. Averiguadas las cosas, aquella mujer sentía gran aberración por cambiarle el pañal, así que esta lo trataba con gran rudeza cada vez que el pequeño se mojaba o ensuciaba, provocándole dolor físico y emocional. Aquel problema se extendió por varios meses y Andrés se quejaba con sus padres casi a diario por los horrores que la niñera le hacía, nada más que estos no le creyeron hasta mucho tiempo después, cuando marcas de pellizcos se quedaron bien marcadas en la piel del pequeño. Lógicamente sus padres reaccionaron al ver esto y se deshicieron de esa mujer cuanto antes, pero tardaron demasiado y provocaron que desde entonces Andrés fuese muy desconfiado con sus figuras de autoridad y en suma que sufriera su enuresis nocturna. Él no era capaz de recordar muy claramente lo sucedido, aunque sí era obvio el trauma que le habían generado esos eventos pues eso se notaba a leguas por su comportamiento. En fin, cuando todo esto salió a la luz, el psicológo estudió el caso de Andrés por varios días consecutivos y solicitó que se le practicaran varios exámenes médicos de carácter fisiológico y mental, para así acertar completamente en el diagnóstico y poder desarrollar un tratamiento. Así pues, llegaron a una solución definitiva luego de un profundo análisis, la cual consistía de los siguientes preceptos: 1. Para lidiar con su hiperactividad los padres de Andrés se comprometieron a incentivarlo lo más posible a que realizara actividad física de todo tipo, principalmente deportes y salidas constantes al aire libre. 2. El médico concluyó que su educación debía ser especial dada su gran inteligencia, por lo tanto lo sacaron de la escuela en la que estaba y aguardaron hasta el año siguiente para inscribirlo en una escuela para talentos, de modo que estuviera más estable emocionalmente para retomar los estudios. 3. En cuanto a su agresividad, el psicólogo insistió en que el afecto y la atención que recibía debían aumentar dramáticamente, adicionando a eso el hecho de que debían proporcionarle un medio saludable de canalización de la ira. Al principio no tenían idea de cómo manejar este último punto, pero todo mejoró cuando descubrieron que, a través de los juegos de video, Andrés canalizaba en forma positiva no solamente su enojo sino también sus energías de sobra. 4. Y por último, y quizás lo más importante de todo, el Doctor López sugirió la implementación de una terapia regresiva para Andrés, la cual funcionó a la perfección. En determinado momento se reunieron los tres miembros de la familia (madre, padre e hijo mayor) con el médico e hicieron un pacto para que Andrés fuese tratado en su totalidad como un bebé, de modo que pudiese experimentar de buena manera la etapa que había sido traumatizante para él. Y para hacerlo "apetitoso" a su intelecto, firmaron un contrato por escrito, el cual estipulaba al mínimo detalle los roles que cada quien habría de cumplir. Haciendo el cuento corto, el contrato decía que Andrés sería tratado como un bebé las 24 horas sin excepción con todo lo que eso implica, teniendo él que aceptar las restricciones que eso conlleva. Lo interesante fue que Andrés asimiló la idea muy pronto y estaba muy deseoso por comenzar, por lo que firmó el acuerdo tan rápido como tuvo el lapicero entre sus manos. Además, con este proceso mataron dos pájaros de un solo tiro, siendo que el acuerdo hacía referencia a la utilización de los pañales como parte vital del volver a la primera infancia en su tratamiento, así que se podría decir que el problema de la enuresis se resolvió por sí mismo; como Andrés usaría pañales todo el tiempo, el que mojase la cama no sería más un inconveniente, y por supuesto mamá, papá y todos los demás en su hogar tenían que tratar el tema de los pañales con plena naturalidad dándole una connotación positiva para eliminar el trauma de su psique. Y fue así que los diversos problemas de Andrés tuvieron solución, aunque claro, los resultados se vieron en el tiempo. Fue relativamente veloz, pero no es algo que sucediera tampoco de la noche a la mañana. Cada dos o tres semanas Andrés visitaba al psicólogo junto con su madre para que evaluaran su progreso, especialmente durante los primeros meses del tratamiento, el que fue muy intenso por cierto. Al comienzo, luego de que terminaran de firmar el acuerdo antes mencionado, el psicólogo les dijo a los padres de Andrés una frase que jamás se le ha de olvidar a este último: "A partir de ahora olvídense de que tienen un hijo mayor y uno menor. Háganse a la idea de que tienen dos bebés en la casa y bajo ningún pretexto los traten distinto". Y así lo hicieron, puesto que a lo largo de unos ocho meses al menos, Andrés fue tratado como un bebé sin fallar e incluso recibía más atención que su hermano Roberto. Para tal propósito remodelaron la habitación de Andrés, lo hicieron dormir en una cuna, lo alimentaron en una sillita alta, lo sacaron a pasear en carrito, en fin, todos los tratos propios que se le dan a un niño de no más de dos años de edad. Entonces, conforme fueron pasando los días la conducta de Andrés mejoró considerablemente y sus padres descubrieron varias cosas interesantes, las que le iban comentando al Doctor López y este les reafirmaba la decisión de seguir adelante con aquellos descubrimientos. Por ejemplo, en los primeros días se percataron de que el biberón y el chupete lo tranquilizaban inmensamente, transformándolo de agresivo en sumiso, tanto así que se volvió sumamente dependiente de estos. Por otro lado se dieron cuenta de que mientras más melosos y cariñosos fueran con él, menos tendencia tenía a quejarse o a estar inconforme. Eso por mencionar sólo un par de cosas, ya que de estos ejemplos hay cientos. Y bueno, el punto crucial es que durante el primer tiempo se pudo ver a menudo a Roberto y a su hermano jugando juntos bajo las mismas condiciones, siendo tratados igual en todo aspecto posible y sanando así en gran parte el trauma de Andrés. Después de eso, cuando el psicólogo vio una profunda mejoría en su paciente, decidieron que estaba listo para reingresar a la escuela, nada más que ahora estudiaría en un nivel más apto y en balance con su intelecto. También cumplieron todos sus demás compromisos y lograron hacerle frente a su hiperactividad y demás conflictos, generando así que pudiera relacionarse saludablemente con el resto de la gente. Cabe destacar que después de eso Andrés hizo amigos con facilidad y se integró a un ritmo de vida totalmente nuevo y armonioso, donde seguía siendo tratado como un bebé en casa y mantenía dicho trato cuando no hiciera falta que se comportara como un "niño grande". Y a este punto se habrán dado cuenta de que la forma en que Andrés es tratado es casi la misma que en aquellas épocas anteriores, nada más que en cierto momento, más específicamente antes de que entrara a la secundaria, se reuinieron todos nuevamente y decidieron sin lugar a dudas que el acuerdo ya no podía romperse más, pero que debía modificarse con el fin de adaptarse a las complejidades que se presentarían en su adolescencia y juventud. Andrés se acostumbró en tal manera a su forma inocente e infantil de ver el mundo, que se había apegado por completo a todas sus cosas de bebé y ya no era capaz de dejarlas, sin mencionar el hecho de que con el tiempo se volvió completamente incontinente y es por eso que debe usar los pañales a diario. Sus padres ni siquiera se atrevieron a hacer el intento de que abandonara todo lo de bebés, porque ya habían tenido suficientes problemas con su hijo en el pasado y no querían arriesgarse a revivir nada de eso. Por esta razón es que vieron por conveniente mantener ese trato con su hijo hasta el presente, siendo conscientes de que esto no llegaba a afectar los otros aspectos de su vida en absoluto, siendo que podía estudiar, trabajar e incluso comportarse a la altura con la madurez necesaria cada vez que hiciera falta, haciendo uso de su extraordinaria flexibilidad ante los cambios. Por último, acabando con esta retrospectiva, hay que decir que los padres de Andrés aprendieron de los errores que habían cometido con él y lograron criar saludablemente a su hermano menor y sin grandes dificultades. Es por esto que Roberto no tiene grandes conflictos y su forma de ser ha sido favorable para que se lleve de maravilla con su hermano mayor, haciendo que en determinado punto ambos inviertan papeles y el mayor se convierta en el menor en la práctica y visceversa. - Es cierto doc, no había pensado en los celos que le tenía a mi hermano desde hace mucho. Es que ya ni siquiera me acuerdo de cómo se sentía eso. - Es que es lógico mi joven amigo. ¿Recuerdas cuando implementamos tu tratamiento al principio? Esos celos que tenías desaparecieron, pues volviste a ser el consentido en conjunto con tu hermano y posteriormente tú te quedaste con el título. - (sonrojándose) Sí... - Mmm... y hablando de eso, te sugiero que repitamos en cierta medida tu tratamiento de aquellas veces, nada más que ahora aplicado a la inminente llegada de tu primo menor. - (intrigado) ¿Cómo así? - Escucha, es bastante sencillo. Te preocupa perder tu lugar como el bebé de la casa, ¿cierto? - Pues sí. - Muy bien. Y también te incomoda no poder ser tú mismo cuando él llegue, ¿verdad? - (algo impaciente mordiéndose el labio) Así es. - Yo lo veo muy similar a cómo te sentías cuando viniste a verme la primera vez, así que te propondré un experimento. Es poco ortodoxo, pero considerando que estás en vacaciones lo podrás implementar sin problemas. - (ansioso) ¿De qué se trata? - (respondiendo pacientemente) A eso voy. Te sugiero que te comportes lo más infantil que puedas mientras tu primo los visita, quiero decir, mucho más que de costumbre. Es cierto que por inercia, en especial tomando en cuenta el asunto de que sus padres se están separando, aquel niño va a recibir mucha atención adicional, por lo tanto será muy difícil que le "ganes" el estatus de ser el consentido; mas con lo que yo te estoy proponiendo, estoy seguro de que podrás igualarte a su estatus, del mismo modo que sucedió con tu hermano años atrás. - ¡Perfecto! ¡No tendré que ceder mi puesto! - Correcto, simplemente tendrás que compartirlo. Como te dije, este es un experimento poco convencional y muy raramente lo recomendaría a cualquiera de mis pacientes, no obstante estoy seguro de que para ti es una magnífica solución. Te será de gran utilidad y me parece que tu razonamiento científico no podrá a resistirse a poner a prueba la hipótesis. Además Andrés, ¿desde cuándo los bebés se preocupan tanto por lo que los demás vayan a pensar de ellos? Simplemente son como son y te sugiero que hagas lo mismo. Al diablo con lo que tu tía o cualquiera puedan pensar, esa es TU CASA y puedes hacer lo que te haga sentir mejor. No vas a postergar tu felicidad por la inseguridad infundada de que alguien más te critique. Todos recibimos críticas a lo largo de nuestra vida, no importa lo que hagamos, por lo tanto lo que importa es asegurarte de que si te van a criticar, al menos sea por algo que te hace feliz. ¿De acuerdo? Andrés asintió enérgicamente tras las muy acertadas palabras del doctor y de inmediato se sintió sumamente emocionado y algo nervioso al mismo tiempo, considerando a toda velocidad las posibilidades de lo que habría de suceder con esta nueva perspectiva que acababa de adquirir. Al ver esto el psicólogo estuvo satisfecho y le dio a su paciente unas recomendaciones finales antes de dar fin a la sesión de aquel día: - Bien muchacho, parece ser que hemos llegado a una buena conclusión. Tienes algo de tiempo antes de que tus parientes lleguen, por lo tanto creo que debes esforzarte en comenzar con nuestro experimento desde ahora. - ¿Desde ahora? - Por supuesto. Estarás más preparado y mejor mentalizado para afrontar lo que se venga cuando ellos arriben. - Cierto. - Para terminar, debo decirte que me gustaría mucho saber de tu progreso. Ven a visitarme cada vez que necesites de mi ayuda, mantenme informado, ¿trato? - Oki doki doc. ¡Gracias! Me ha salvado la vida nuevamente. - Para eso estamos muchacho. Dicho aquello, ambos se dieron un amistoso aunque firme apretón de manos y Andrés se disponía a volver a la sala de espera cuando el doctor lo detuvo por unos instantes: - ¡Ey!, Andrés, aguarda, antes de que te vayas... - ¿Si? - Dijimos que debías iniciar con el experimento de inmediato. Me gustaría que me digas nuevamente que te salvé la vida, nada más que ahora hazlo más infantil. - (avergonzado) Pero... ehh... no sé si pueda... yo... - Si no puedes hacerlo frente a mí, no tendrás chances de manipular el entorno a tu favor cuando llegue tu primo. Vamos, sé que no es nada difícil para ti. Andrés sabía perfectamente que lo que le había dicho era verdad, dudó por unos instantes y luego le dijo con una voz muy infantil y escondiéndose tras su peluche predilecto: - Charmi dice que está contentito porque nos ayudó muchito y dice que gracias. - Ja, ja, ja. No es precisamente lo que tenía en mente, pero está perfecto. - (sonrojándose) Gracias... - Ahora sí muchacho, puedes irte. Ahh... casi se me olvida... ¿serías tan amable de entregarle tu carpeta a mi secretaria al salir? El médico colocó unos papeles dentro de una carpeta amarilla y se la dio al muchacho, el cual la reconoció de inmediato puesto que tenía pegada una calcomanía de dinosaurios junto a su nombre, la misma que había puesto él mismo allí hace mucho tiempo. Se despidió con una sonrisa de su amigo el psicólogo y mientras iba de regreso con su madre se quedó fascinado con la calcomanía, la cual le trajo mucho recuerdos y sintió lindo el hecho de que la misma continuara allí después de todos estos años. En cuestión de segundos estuvo frente a la secretaria y le entregó la carpeta, al mismo tiempo que ella se la recibió calmadamente tratando de esconder la curiosidad que sentía por él. A continuación la señora se apresuró a pagar la cuenta, hecho eso se marcharon sin demora y una vez en el pasillo Andrés le dijo a su madre en un tono muy alegre: - Mami, ¿me compras un helado? Ella no dijo nada y simplemente sonrió aliviada, sabiendo que si su hijo le pedía helado se encontraba mucho mejor. Se sintió sumamente agradecida por ello y ni siquiera se molestó en preguntarle a Andrés cómo le había ido con el psicólogo. Continuaron caminando lado a lado y unos pasos más adelante él le volvió a preguntar con el mismo tono de voz: - ¿Si me lo compras má? - (dándole un beso en la frente) Por supuesto que sí mi bebé. - ¡Yupi! De chocolate por fa, ¿si? Madre e hijo salieron del gran edificio, se montaron en el coche y se fueron a por el helado de Andrés a una confitería que les quedaba bastante cerca. Ambos disfrutaron plenamente del momento al permanecer en ese sitio y posteriormente salieron de allí para hacer varias diligencias. Por último volvieron a su hogar satisfechos poco antes del mediodía, siendo que una vez allí lo primero que hizo Andrés fue irse corriendo hasta la habitación de su hermano para reencontrarse con su nuevo juguete. - ¡Aquí estás Spike! ¡Te extrañé mucho! Y... Charmi también te extrañó mucho. Él abrazó a su bebé dragón y lo llenó de mimos y cariños por un buen rato, deteniéndose sólo al tiempo que Roberto ingresó por la puerta tras de él y le habló diciéndole: - ¡Hermanito! ¡Ya volvieron! ¿Cómo les fue? A lo que Andrés respondió tranquilamente chupándose el dedo mientras abrazaba a sus dos juguetes: - Mu bem hemano, e duego komi hedado... - (riendo) Qué bueno... Roberto se alivió viendo a su hermano mucho mejor y se sintió curioso al notar que el mismo estaba siendo más infantil que de costumbre. Solamente tuvo que detenerse a pensar por unos segundos y estuvo casi seguro de que eso tenía que ver con la cita que su hermanito tuvo con el Doctor López aquella mañana, después de todo, Roberto es sumamente inteligente al igual que su hermano y deducir algo de esa categoría no le era difícil ni mucho menos. Se propuso en consecuencia el aplicar la mayéutica con Andrés para confirmar por sus propios medios si su teoría era válida. Así, pasada la tempestad, el día continuó de manera tranquila y la familia disfrutó de su convivencia como era de costumbre, empero nadie mencionó la llegada de la tía Clara precautelando que el tema podría estar aún demasiado fresco. Todos notaron a más de aquello con el paso del día lo que Roberto había captado antes, observando que Andrés ya no se encontraba nervioso y estaba siendo "muy bebé", sobrepasando ciertos límites a los que se atenía normalmente; y siendo francos, no se necesitaba ser un prodigio para notar lo antes dicho, ya que a lo largo de toda la jornada Andrés se chupaba el dedo cada vez que podía, usaba diminutivos casi en cada frase, no se despegaba para nada de sus juguetes, etc. Eventualmente Andrés se fue dejando llevar cada vez más por su infantilismo obedeciendo el mandato que el médico le había dado, lo que lógicamente fue transformando su entorno afectando al resto y especialmente a su hermano. ¿Y esto último por qué? Bueno, lo que sucede es que tener un hermano mayor/menor resulta ser una espada de dos filos, como verán más adelante. Con la memoria de su teléfono llena de nuevos números de muchachas, Roberto decidió que era momento de elegir a su primera presa para esa noche. Ya tenía un sistema bastante eficaz y detallado para realizar tal propósito, el cual aplicaba cada vez que fuera necesario. Él tomó en cuenta como siempre diferentes parámetros para definir el orden, siendo algunos la edad, la apariencia en general, el "sex appeal", algunos rasgos de personalidad, entre otros. Estuvo en ello por un par de horas y tras un exhaustivo análisis pudo escoger a una de ellas en definitiva, diciendo en voz alta para sí mismo cuando hubo terminado: - (sintiéndose satisfecho) Lucía... yo te elijo. - Mmm... no lo sé "bro bro", Anita te vio más bonito. Roberto no pudo evitar espantarse y se dio vuelta bruscamente para detectar dónde estaba su hermano, recorrió con la vista toda la habitación en un dos por tres y vio a Charmi asomándose por el borde de su cama. - (recuperando la compostura) Me asustaste hermanito. ¿Desde hace cuánto que estás ahí? - (emitiendo una risita) Este... desde hace unos veinte minutitos. Eso no le pareció precisamente gracioso a Roberto porque había dicho muchas cosas para sí mismo en ese tiempo, cosas que hubiera deseado que su hermano jamás escuchase. Aún así, como era muy tolerante con Andrés simplemente le dijo: - ¿De verdad te parece que Anita me veía más que Lucía? - Sipi dipi. - No había considerado eso... mmm... pero bueno, de todos modos ya no puedo cambiar de opinión, eché humo pensando en quién invitaría a salir primero. ¡Uy! Hablando de eso... - ¿Qué sucede hermano? - Ah, nada, tengo que llamar a Lucía cuanto antes, se está haciendo tarde. Sin perder el tiempo, el menor de los hermanos llamó a la chica elegida y esta le respondió luego de un par de timbrazos. - Holiwis... ¡Lucía! ¿Te acuerdas de mí cierto?... Sí, sí, el mismo.... Me preguntaba si te gustaría que te invite a comer esta noche... ajá.... ya... qué problema. ¿Estás segura que no puedes más temprano?... Mmm... ya veo... en ese caso... ¿qué te parece si paso por ti para ir a la disco?... Genial... grandioso... Pasaré por ti a esa hora... quedamos pues... te cuidas... bye - (haciendo voz de teletubbie) Oh, oh, ¡pobemaz! En primera instancia Roberto no pudo evitar el soltar una risotada al escuchar eso último, respiró profundamente y habiéndose calmado le dijo a su hermanito: - Bro... ¿problemas por qué? - (menéandose de un lado al otro y con voz traviesa) A mami no le gusta que tú vayas a la discoteca... - Sí, sí, lo sé, lo sé. No tiene por qué enterarse, ¿o si? - ¿Le vas a decir mentiritas? - Claro que no. Simplemente no le voy a decir nada, eso no es mentir. - Sí es mentir, no te hagas al tontito. En ese preciso instante Roberto supo a la perfección que Andrés estaba buscando que él comprara su silencio, situación que ya se había repetido en muchas ocasiones en el pasado. Era notable que las cualidades infantiles de su hermano mayor le consiguieran a las chicas y que al mismo tiempo le dificultaran tanto el poder salir con ellas a gusto. De todos modos, Roberto ya se lo veía venir y aplicó el protocolo para situaciones como esta. - A ver hermanito, ¿y ahora qué es lo que vas a querer para no delatarme? - (sonriendo traviesamente) Pues.... pues... déjame pensar... - ¿Dulces quizá? - ¡Ya tengo muchos dulces! Mejor... mmm... mejor... - ¿Y si te presto a Gabu? - Podría ser... pero... ya me lo prestaste reciensito... mmm... nopi... mejorcito otra cosita... Andrés se mantuvo pensando en ello por lo que a Roberto le parecieron siglos, dudó muchísimo y no era capaz de llegar a una solución. Esto puso en serio muy nervioso a su hermano y este le dijo de repente perdiendo un poco el control: - Ay hermanito ya no lo pienses tanto. Simplemente elige algo y acabemos con esto. - Es que no sé... no sé... mmm... - (impaciéntandose) ¿En serio no se te ocurre nada? Y, como por arte de magia, con esas palabras se le ocurrió finalmente algo muy elaborado a su hermano. No obstante al escucharlo, Roberto se arrepintió en lo más profundo de su alma al haber cometido la tontería de dejar que Andrés oyera su conversación con Lucía, porque lo que le había pedido era bastante complicado y le saldría caro el tenerlo que cumplir. Incluso llegó a preguntarse si valía la pena pagar ese precio para salir con la muchacha, pregunta que luego resultó ser irrelevante ya que por principio él jamás cancelaba ninguna de sus citas. No había escapatoria, ni tampoco existía una contrapropuesta, tendría que cumplir ESE capricho de su hermanito y no había vuelta de hoja. De tan sólo pensarlo le daban unos piquetes en el estómago y le costó un buen rato recuperarse de la impresión, hasta que al final se encogió de hombros, se resignó con su suerte y simplemente exclamó para si: "Aaaayy... hermanitos..."; entretanto que Andrés ya podía saborear las delicias de la petición alocada que le hiciera a su hermano en aquella tarde de verano, la misma que desembocaría en un sinfín de acontecimientos que resultarían muy interesantes... Continuará.................... * La imagen adjunta a este capítulo es una fotografía de Charmi, el juguete favorito de Andrés. (Sí, Charmi existe) Con esto os dejo un poco más picados.
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