Carta de un soñador empedernido a su príncipe azul
Publicado en Dec 04, 2012
Marco: Desde que puedo recordar siempre soñé encontrarte. Al principio era una idea muy difusa, algo de lo que no era plenamente consciente. Sin embargo, creo que siempre hubo una razón por la que mi película favorita era Cenicienta y amaba las demás historias de princesas. Ya entonces creía que la forma de ser feliz en la vida era encontrarte. Durante mi infancia tu figura fue la de una mujer, resultado seguramente de la sociedad sexista en la que vivimos y de crecer en un hogar donde la homosexualidad no era bien vista. Sin embargo, al entrar en la adolescencia... ¡Guau! De repente me daba cuenta que los chicos eran quienes me ponían nervioso en realidad, quienes verdaderamente me atraían. Las mujeres me caían muy bien, pero no me atraían para establecer una pareja. ¿Qué tenían aquellos chicos que me gustaban? Porque no me gustaba cualquier chico, por supuesto que no. Y sin embargo, en ese tiempo no pude encontrar ningún patrón entre los diferentes chicos que me gustaban. Todos ellos me parecían tan dispares, sin nada que los conectara en su carácter o su físico. Bueno, exceptuando que hasta terminar el bachillerato todos ellos habían sido probados heterosexuales, quienes obviamente no podían fijarse en mí. Un montón de enamoramientos imposibles que no obstante ayudaban a mantenerme ilusionado. Porque tal vez el destino querría que alguno de ellos fueses tú, y así la historia de amor daría comienzo y por fin lograría mi "felices para siempre". En esos tiempos comencé a soñar contigo. ¡Qué dulce sensación la de despertar con la emoción de haberte visto! No podía recordar como eras una vez que estaba despierto, pero no importaba. No me importaba porque estaba seguro que el simple hecho de que aparecieras en mis sueños era el preludio de que pronto lo harías en mi vida real, y nunca más tendríamos que separarnos. Me harías sentir de la misma manera en que me hacías sentir en mis sueños solo que a cada momento de mi vida porque siempre estaríamos juntos. ¡Qué bellas ilusiones las que pueden nacer de una mente ingenua que cree que necesita de alguien más para ser feliz! ¡Bellas, pero demasiado peligrosas! Porque para un corazón que vive bajo esa idea le es imposible valorarse a sí mismo si no está en compañía de alguien más. Así llegué a la facultad, mi edad adulta. Bueno, legalmente era un adulto, aunque en otros aspectos seguía siendo un chiquillo. Curiosamente cuando era pequeño siempre me habían dicho que era muy maduro para mi edad, pero al menos en los aspectos amorosos creo que era más inexperto que el promedio. Así que quizás no fue muy sorprendente que cuando conocí el mundo del sexo me quedara enganchado ahí. No te había olvidado, jamás lo hice, pero en el sexo encontré un poco de lo que estaba buscando al buscarte a ti. Porque viéndolo en retrospectiva, cada vez que me entregaba a otro hombre me sentía querido y deseado aunque solo fuera por un momento fugaz. Por un maravilloso instante estaba en perfecta comunión con alguien más, aunque cuando todo terminara cada quien se fuera por su lado y yo me quedara con un sentimiento de vacío que no comprendía del todo. Poco a poco fui cayendo de esa manera en una adicción. Me había prometido jamás consumir sustancias extrañas, pero no fui capaz de ver que no había mucha diferencia con el sexo. Porque como cualquier otro adicto se convirtió en una necesidad para mí. No importaba si aquello dañaba mi salud, lo importante era seguir haciéndolo para sentirme bien, aunque fuera solo por un rato, aunque después necesitara más y más para poder olvidarme de aquel vacío que cada vez se hacía más grande en mi corazón. Intenté dejar aquello en múltiples ocasiones, ya que ¿por qué buscaba sexo si estaba esperando a mi príncipe azul? Me decía a mí mismo que debía dejar aquello y mejorarme si quería realmente que tú llegaras y me amaras. Sin embargo, aquello no resultaba suficiente. Por más que me concentraba en cambiar para ti volvía a caer en lo mismo. Fue en esas circunstancias cuando finalmente di contigo, ¿lo recuerdas? En ese entonces no te reconocí, tenía la mente puesta solo en encontrarme alguien con quien bajarme las ganas un momento. Solo sabía que me parecías el chico más guapo que existía sobre el planeta. Pero tú no pensaste lo mismo sobre mí, ¿verdad? Me sorprende no haberme dado cuenta entonces de quien eras, con lo mucho que me emocioné y lo mucho que me dolió el que me rechazaras. Digo, ¿por qué en mi diario lo describí como el peor día de mi vida si solo habías sido un chico más? Tal vez solo porque te llamaba Marco, el mismo nombre con el que había estado soñando por un rato. Pero la verdad es que ahí había más. La vida continuó casi igual después de eso, a excepción de que cada vez que te veía me emocionaba. No entendía porque sucedía aquello, aunque ya una parte de mi corazón quería decírmelo. Esa parte estaba segura que tú eras aquel Marco que había estado esperando. Yo la mandaba a callar inmediatamente, porque mi príncipe azul debería acercarse a mí y decirme lo mucho que le gustaba, ¿no? Pero sucedió que mientras más pasaba el tiempo menos podía sacarte de mi cabeza. Dejé de verte, pero aún así ocupabas parte de mi pensamiento. No podía dejar de pensar en ti, de preguntarme cuándo te volvería a ver. Te estabas volviendo una obsesión para mí, otro tipo de adicción por decirlo de alguna manera. Y aún así todavía me negaba a creer que aquello fuera porque significabas más para mí que otro simple chico que me gustaba. Y de pronto te volví a ver. Me mostraste una lección muy conocida pero que pocos entendemos: debes tener cuidado con lo que deseas. Porque yo deseaba verte, rogaba al cielo el poder cruzarme contigo una vez más. Y entonces ¡oh sorpresa, ahí estabas! Ni siquiera supe como te reconocí en seguida, porque en ese momento me di cuenta que tus facciones se habían desdibujado de mi mente. Había estado pensando en ti pero sin recordarte realmente. Pero eras tú, no tenía ninguna duda de ello por increíble que pueda sonar. Porque solo tú podías emocionarme de la manera en que lo hiciste. Mi respiración y mi pulso cardíaco se dispararon, y de repente quería salir corriendo del lugar. Había ansiado verte pero no soportaba todas las sensaciones que me producías. Fue poco después de eso que llegó la etapa más oscura de mi vida. Siempre se paga por los errores que cometemos, y aunque yo ya había dejado el sexo casual después de un susto, resultó que el verdadero susto aún estaba por llegar. Estaba enfermo y no podía culpar a nadie que fuera yo mismo, porque yo había tomado la decisión de no cuidarme al practicar sexo. A eso había que agregarle que el chico de mis sueños ni siquiera daba señales de saber que existía. Porque fue en ese momento que finalmente entendí que tú eras el chico que siempre había soñado. No había duda, porque lo que alcanzaba a recordar de mis sueños encajaba contigo, porque al igual que en mis sueños cada vez que dejaba de verte tus facciones se borraban de mi mente. Y aún más allá, independientemente de que ningún otro chico me había gustado tanto como tú me di cuenta que el verdadero patrón con todos ellos había sido que en cierta manera tenían algo que ver contigo, ya fuera su sonrisa, su tono de piel, sus cejas, la forma de su mandíbula, esa actitud de aparente indiferencia, los ojos oscuros. Mucho o poco todos ellos se habían parecido a ti, aunque no entre ellos. ¿Crees que eso era poco? Pues había algo aún peor: no me sentía merecedor de vivir. Dentro de mí tenía la horrible creencia de que no merecía vivir. No sabía por qué, pero me sentía indigno de la vida. ¿Pero quién afirmaba aquello? ¿No merecía vivir por qué no tenía a mi príncipe azul amándome? Fue un proceso muy difícil, pero finalmente entendí que si quería cambiar y cuidarme debía hacerlo por mí. Porque no importaba si había o no un príncipe azul esperándome, él debía amarme tal como yo fuera. Pero para que él lograra amarme primero debía amarme yo, entender que merecía vivir y dejar de destruir mi vida. Porque si realmente me molestaba lo que estaba haciendo debía cambiarlo por y para mí. Y también aprendí otra cosa. Finalmente entendí que quería estar contigo, que me encantaría estar contigo, pero que aquello no era necesario. No necesitaba de ti para ser feliz. Porque cuidándome a mí mismo podía serlo. La felicidad y la forma de llenar ese vacío que sentía persistentemente en mi vida solo podía encontrarlas en mi interior. Nadie más vendría a curarme y a hacerme feliz, porque eso solo podía hacerlo yo. Por primera vez en mi vida me sentía tan a gusto. Podía sonreír sinceramente sabiendo que finalmente me había encontrado a mí mismo. Pero ¿qué pasaba con mi príncipe azul? ¿Acaso no era justo que ahora sabía quien era realmente yo pudiera tener un plus? ¿No era posible que ese chico finalmente estuviera a mi lado ahora no para hacerme feliz, si no para compartirnos mutuamente la felicidad de cada uno? Pues aparentemente no. Nunca entendí si sentías algo por mí o no, porque aunque al final me resultó obvio que no te resultaba tan indiferente como a primera vista parecía, tampoco hiciste nada que me indicara que querías algo más. El cuento de hadas seguía estando mal. Pero, ¿realmente estaba mal? ¿Quién dijo que los cuentos de hadas tienen que ser como uno los esperaba? Porque después de todo yo ya tenía mi final feliz, aunque era más bien un nuevo comienzo, porque después de todo también aprendí que la felicidad es el camino y no la meta. Porque toda meta que nos propongamos acaba siendo un nuevo comienzo. Pero volviendo a hablar de mi cuento de hadas personal, yo había aprendido a amarme a mí mismo y eso me parece que era aún más importante que encontrar a alguien con quien pasar el resto de mi vida. Quizás mi príncipe azul no era la persona destinada a estar a mi lado por siempre, si no solo aquella destinada a ayudarme a aprender esta importante lección en mi vida. Porque no siempre se tiene lo que se quiere, pero sí lo que se necesita. Hoy así lo creo. Nunca estaremos juntos, pero debo agradecerte todo lo que me enseñaste. Te recordaré siempre, porque fuiste una ilusión muy importante en mi vida y me ayudaste a aprender lo que probablemente será la lección más importante en mi vida. Sin embargo, no pensaré en ti de la misma manera en que había pensado en ti hasta ahora. Porque a partir de hoy formas parte de mi pasado, no de mi presente y mucho menos de mi futuro. Y sin embargo, es valioso porque es ese pasado el que me ha llevado a ser la persona que soy hoy, esa persona que ama y entiende cosas que no había entendido el día de ayer. Algún día volveré a amar a alguien más. Sin embargo, el día en que lo haga no será porque crea que ese chico es mi felicidad, será porque querré compartir mi felicidad, mis penas, todas mis alegrías y todos mis sufrimientos con ese chico; y él querrá compartir también todo eso conmigo. Compartir la vida entera sin olvidarnos jamás que no somos lo que le hace falta al otro, si no simplemente individuos que realmente quieren amar. Gracias Marco. Gracias por enseñarme todo esto. Atte. Gerardo Seamisai
Página 1 / 1
Agregar texto a tus favoritos
Envialo a un amigo
Comentarios (0)
Para comentar debes estar registrado. Hazte miembro de Textale si no tienes una cuenta creada aun.
|