GRITOS DE CELIBATO
Publicado en Dec 05, 2012
Will nature make a man of me yet?
This Charming Man - The Smiths La noticia se supo entre el Tercio Superior. Después, se correría la voz entre cierta parte del alumnado. Luego el personal docente se enteraría, y pronto llegaría a oídos de la Pandilla Basura, Pero por ningún motivo debería salir de la periferia de la Facultad. Todo ese infeliz asunto tenía que quedar en estado de absoluta reserva. Mucho menos aún ponerse de manifiesto entre la gente del Decanato. La situación tendría que ser manejada con extremo cuidado. El Departamento de Psicología ya había tomado cartas en el asunto y estaba preparando una investigación exhaustiva. No se podía distraer al alumnado con situaciones ajenas a los estudios, y los padres de familia no deberían saber que uno de sus hijos había amenazado con quitarse la vida. Todo estaría bajo control y nadie tendría por qué preocuparse. Era necesario actuar con rapidez y suma cautela. Se había encontrado la nota pegada a la pared del urinario de los servicios higiénicos masculinos de la Facultad. En ella se anunciaba abiertamente un suicidio. Obviamente, el autor no había puesto su firma. Sólo se había limitado a hacer una pequeña alusión a los motivos que lo impulsaban a cometer semejante atentado en contra de su propia persona. El papel había sido escrito con sangre: una vez hechos los análisis respectivos, el laboratorio había detectado que no se trataba de sangre humana, sino que provenía de una especie de animal no definida. En éste se leía lo siguiente: Mi casa es insoportable, mi salón aburrido. El mundo es una mierda. Aquí no tengo nada que hacer. Por eso me muero. Me voy de aquí y lo hago aquí mismo, para que mis camaradas encuentren mi cuerpo aplastado contra el piso del patio de la facultad. Porque quiero que sigan mi ejemplo. Lo que me apena es morir sin haber tenido sexo. Pero yo creo en el amor, quiero decir, en el sexo con amor. No soporto la idea de fornicar con una prostituta. Pagar por un polvo. ¡Ni de vainas! ¿Cómo podría tener contacto carnal con una mujer que se acuesta con cualquiera y que ni siquiera conozco? Por eso dejo este mundo. Porque jamás pude enamorarme. ---...Y jamás olviden que la poesía es misterio; el teatro, fantasía. La música es magia; la pintura, color; la escultura, dimensión. Sí, muchachos, el arte es un estilo, un modo de vida, una razón de ser. Pero lo más importante es que, gracias a la libertad de poder expresar nuestras emociones, podemos saber que la vida tiene sentido. Faltando cinco minutos para que terminara la clase, ella dio una mirada a su reloj de pulsera y una sonrisa de júbilo se dibujó en su rostro de muñeca Barbie. Pero Ornella no era una alumna, era la maestra, aunque era algo joven para ser profesora universitaria. Su curso era el de Historia del Arte, el cual había sido incluido en el programa de Estudios Generales después de la Reforma Educativa. La vocación artística se le manifestó desde que era una niña, cuando escribía sus primeros versos en sus cuadernos, o cuando le salieron sus primeros pasos en puntitas de pies, o cuando pintaba corazones haciendo alusión a algún enamoradito imaginario. Ahora Ornella había dejado de ser una nínfula y se había convertido en una sensible y hermosa mujer. En verdad, había sido educada en el arte, y enseñarlo le proporcionaba mucho placer y satisfacción Lo único que lamentaba era haber sido asignada en un curso que no era de especialidad, en una facultad que no tenía precisamente que ver con el fenómeno artístico. Rescataba la jovialidad y frescura de la mayoría de sus alumnos, pero deploraba su inmadurez y falta de buen gusto. Lo que pensaba de ellos era que muchos no tenían escuela. Escuela de la calle no, de ella muy poco bueno se aprende. Sino escuela de la vida. Carecían de mundo interior, eran demasiado superficiales. En un momento de distracción, recordó que debía concluir al día siguiente el retrato para una familia de burgueses que le había ofrecido una atractiva suma de dinero, pero que a la vez le exigía rapidez y puntualidad en la entrega. Después de haber dejado temporalmente la poesía y la danza moderna, Ornella había sentido especial atracción por la escultura. Había descubierto un extraño placer al modelar cualquier forma que su imaginación pudiera concebir. El barro frío entre sus dedos le proporcionaba una sensación excitante. De algún modo lo relacionaba con el acto de hacer el amor. A ella le fascinaba, y a sus veintisiete años había tenido varios amantes. Pero sólo una vez se había enamorado de verdad y fue del primero de todos aquellos. La dolorosa separación la afectó sentimentalmente, porque él la había dejado, cuando ella era casi una niña, para emigrar a destinos lejanos en busca de futuros mejores -y posteriormente se había arrojado de un puente, víctima de una fuerte crisis depresiva. En sus clases, siempre se preocupaba por fomentar el desarrollo de la sensibilidad de sus alumnos y estimular a aquellos que manifestaban mayor interés y mostraban mayor disposición para el aprendizaje. Pero Ornella no tenía favoritismos de ninguna clase. Era una buena maestra. En el siguiente momento se escuchaba un traqueteo, y chicos y chicas se levantaban de sus carpetas y abandonaban el aula. Una vez que estuvo casi vacía, los miembros de la Pandilla Basura se quedaron conversando para rolear unos bates y fumarlos a la salida. El Abuelo se había quedado porque se había retrasado a la hora de tomar apuntes y quería aprovechar para ponerse al día con el cuaderno que una compañera le había prestado. Pero el Abuelo no pertenecía a la Pandilla Basura. Su verdadero nombre era Renzo Castilla y tenía veinticinco años. Era el mayor de todos ellos, por eso le decían el Abuelo, Narrador de Cuentos o Papá Pitufo. Él prefería estar sólo que parar con la Pandilla Basura. Además, era alumno libre y sólo asistía al curso de Historia del Arte en esa facultad porque había oído decir que la profesora era muy buena. ---Qué rica que está la maestra con esa faldita--- comentó el Buki. ---Franco, loco, que se maneja un cuerpazo--- añadió el Yeti. ---Está como para arrimarle el piano--- dijo el Astuto. ---Dicen que practica danza moderna la condenada--- dijo el Chupe. ---Entonces que me baile la danza de los siete velos a mi solito, pero calatita--- puntualizó la Rata, mientras armaba un pitillo de marihuana y todos celebraron el chiste. Todos menos Renzo Castilla, quien al oír desde el otro lado del salón intervino diciendo: ---Es verdad que la maestra está buena, pero yo no la veo como un objeto de deseo. Su cuerpo para mí es algo completamente estético. Ella es mucho más que un cuerpo y una cara bonita. Tiene sensibilidad. Tiene estilo. Qué van a saber de estas cosas unas mentes enfermas como las suyas--- y luego se retiró abandonando la sala de clases. ---Ese Abuelo es medio marciano. Seguro que le gustan los hombres--- musitó la Rata. ---Sí, pues, ya está viejo. No se le para--- añadió el Buki. ---¿Entonces cuál es el planetario? Somos cine Colón el viernes a las siete--- dijo el Yeti. ---¿Cómo se llama la porno que van a pasar?--- preguntó el Astuto. ---El titulo no interesa. Todas las películas porno son la misma huevada--- aseveró el Buki. ---Creo que se llama Los Placeres De Fátima o algo así--- complementó el Yeti. ---¿No será Los Placeres De Ornella?--- dijo la Rata, y todos se rieron de su chiste. ---Yo no puedo ir con ustedes. Todavía no cumplo dieciocho. Seguro me van a pedir libreta electoral y no me van a dejar entrar--- dijo el Chupe decepcionado. ---Qué tal si en lugar de ir a ver una porno nos vamos al troca--- sugirió la Rata. ---Las pornos son para los pajeros. Yo preferiría salir con una ruca, pero para que vean que soy buena gente, su padre los va a llevar a burdelear. ¿Quién de ustedes todavía no ha debutado? ---Yo--- dijo el Chupe tímidamente. ---No te preocupes, que tu marido te va a llevar a que salgas de pito--- dijo la Rata. ---Sí por fa’. Estoy aguantado y mi mano derecha tiene un callazo--- respondió el Chupe. ---¡Uff! No sabes lo que es meterse un polvo estonazo--- afirmó la Rata con aires de suficiencia. Cuando terminaron las clases, se reunieron en el pasillo el Chupe y la Rata. Esta vez, aunque sólo de paso, Renzo Castilla estaba con ellos. ---Oye Abuelo. ¿Porque te dicen así? ¿Cuantas veces has postulado, bestiaza? ---le preguntó el Chupe. ---Ninguna, baboso. Soy alumno libre. Es que yo no vengo de una familia fichona como ustedes. No quiero ser empresario ni banquero. A mí el billete me llega al huevo. Yo quiero ser músico. ---¿Y de qué piensas vivir? ¿Tocando la guitarrita en los micros? Estimados pasajeros. Disculpen que interrumpa su lindo y hermoso viaje. Soy un joven estudiante y trabajador a la vez...--- se mofó la Rata. ---Al menos sería feliz haciendo lo que me gusta y nunca sería un esclavo del billete--- aseguró Renzo. Luego echó un vistazo a su reloj y se alejó perdiéndose entre la oscuridad del pasillo. Durante la clase de Historia del Arte, Ornella interrumpió su exposición para dirigirse a sus alumnos: ---Como tutora del aula me veo obligada a comunicarles un desagradable incidente ocurrido en la tarde de ayer. Se ha encontrado una nota anunciando que un alumno de la facultad ha decidido quitarse la vida. Se nos ha informado que se ha descubierto que se trata de uno de ustedes. Vamos a solucionar este pequeño problema en este momento. Ahora quiero que el autor de esa nota se ponga de pie y nos diga a todos que se trata de una broma. Una broma pesada. ¿Cómo podría ser otra cosa? Un suicidio... ¡Bah! ¡Vaya tontería! ¿Cómo podría...? ¿Cómo podría...? Las palabras se perdieron entre sus labios. De pronto un destello apareció en los ojos verdes de Ornella, en el siguiente momento unas cuantas gotas rodaron por sus mejillas y luego se acumularon en su nariz. Las lágrimas eran evidentes y ella no pudo disimular su emoción. Todos pudieron notar que el maquillaje delineador de sus ojos se había mezclado con las gotas manchando su rostro, que había empalidecido súbitamente. El silencio lleno por completo la sala de clases, sólo se oían los sollozos de la maestra, que seguía gimiendo como si su corazón fuese a estallar. Los segundos parecieron larguísimos. Aún el culpable no daba señales de vida. Por algún motivo, los miembros de la Pandilla Basura miraban a la Rata buscando una respuesta. Éste mostraba una sonrisa cínica en su cara de navaja. ---Por favor, no hagan las cosas más difíciles. ¿Quién escribió esa nota?--- suplicó la docente, una vez que estuvo más calmada. Todavía no había respuesta. Segundos después: ---Fui yo--- Renzo Castilla se levantó de su carpeta con la mirada asombrada de todo el salón. ---¡¿Usted, Sr. Castilla?! Usted que quiere ser músico, usted que tiene una vida por delante. No puede ser. ---¡Mentira! ¡El Abuelo no fue! ¡Fue la Rata!--- gritó el Chupe. ---Maldito soplón, ya me las vas a pagar--- murmuró la Rata mirando al Chupe con fuego en sus ojos y luego huyó de la clase. La maestra, secándose las lágrimas, dirigió una tierna mirada a Renzo Castilla, quien permanecía erguido en medio del salón con la frente bien en alto. ---Ha sido un bello gesto, Sr. Castilla. Es usted un alma muy noble. Ahora tome asiento y diré que se ha tratado de un malentendido. Haré lo posible para que la cosa no pase a mayores. El ómnibus con destino a la Av. Arenales estaba casi vacío, y la Pandilla Basura se dirigía hacia alguna casa de citas. Por alguna razón, el Chupe no estaba con ellos: en su lugar se encontraba Renzo Castilla, quien se había inmolado aduciendo ser el autor de la nota que había aparecido pegada una tarde en la pared de un urinario. La Rata fue suspendido por sólo unos días gracias a las gestiones de Ornella. Renzo Castilla de pronto se despidió de la Pandilla Basura y bajó en un paradero de la Av. Conquistadores. Caminó unas cuadras en dirección al Parque del Olivar y se detuvo en uno de los chalets de Conde de la Moncloa, luego verificó la dirección y tocó el timbre. Al rato, una mujer joven vestida en traje de noche abrió la puerta y lo hizo pasar. No había nadie más en la casa. El comedor era amplio y acogedor. La mesa estaba puesta con cubiertos para dos y un candelabro en medio. Renzo Castilla se dispuso a encender las tres velas. De fondo musical se escuchaba a Vivaldi. Minutos más tarde, el champagne fue servido. Cuando terminaron la cena, la mujer lo condujo a su dormitorio. Los dos estaban algo bebidos. Al darse la vuelta, él pudo ver para su sorpresa que ella rápidamente se había quitado el traje de noche y solamente lucía un diminuto babydoll que revelaba abiertamente el esplendor de sus formas. ---Esto es para ti--- dijo él entregándole dos rosas rojas que sacó de alguna parte. ---¿Por qué dos rosas? ---Ámame dos veces. Una por hoy y la otra para cuando no esté en este mundo. Un beso muy largo. ---Eres una persona maravillosa. La que tanto he esperado. ---Estoy segura que lo mismo le dices a las demás chicas, “mártir de los suicidas”. ---Es que no ha habido “otra chica”. Tú eres la primera. Minutos después, el Abuelo Renzo Castilla se entregaba a su pasión. Enredado entre sábanas de plata, perdido entre los brazos de una mujer con el cuerpo de una diosa y el alma de un ángel -con la cual no sólo aprendería Historia del Arte, sino también El arte, el de hacer el amor. Los Cedros, Julio de 1998
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LETICIA SALAZAR ALBA