Todas las paredes de la ciudad saben que tan fuerte rasgaban (de placer), sus uñas. No de mucho sirve que siga defendiendo su pulcritud ya. Aunque no sea esto lo que me trae a mal pesar, me permito seguir dudando de lo verosímil que pueden ser mis pensamientos-sentimientos.
Quizás -en realidad- sea que me inquieta un poco el hecho de que ya me había acostumbrado a la manera obscena en que me expresaba sus deseos pornográficos y las refinadas formas en que los ejecutaba: Bebía (el contenido del tubo de ensayo, cuando mi anatomía se convertía en el laboratorio de sus experimentos), de una manera única…
¡Estremecerse así es un lujo!
No tuvo el más mínimo reparo de fijarse donde sus destrezas se hacían lugar. Debo admitir que Yo le preste más atención al hecho de preservar en buena prensa mi reputación, que a protegerla. Caso contrario, no estaría hoy honrando la memoria de la descorazonada que se ocupó de mis necesidades durante esas noches en las que el diablo no podía -ni quería- financiar el precio de mi alma herida… solitaria; más por necedad que por necesidad… carente de epifanías… carente de sí misma.
De Ella, hoy solo queda el caparazón de lo que (alguna vez), fue una hermosa niña llena de alegrías y de esperanzas. Mi traición afilo esas uñas…
… Mi infierno está en vivir con eso.
 
*A la memoria de Vane; que con su gracia, despertó mi humor
y un poco más...