Pasó horas imaginando su mirada en medio del sueño nocturno. Planificaba qué cosas le diría; si la miraría a los ojos, si le tomaría las manos. Esperaba sus sonrisas y palabras como bálsamo de sentimientos. Sólo quería estar con ella.
Fue su primer encuentro para aclarar sentimientos. El Parque Forestal estaba adornado por la luz matutina y por los árboles verdes, que sobrevivían al frío invierno santiaguino.
Salió de Puente Alto apurado, con la hora limitándolo a cada paso. Llegó en Metro hasta la estación Baquedano y espero en la boletería a que ella llegara. Se apoyo en una baranda, viendo uno a uno los vagones pasar con ritmo incesante; buscaba en casa persona su rostro, algún indicio de ella. Miraba la hora en su celular de manera constante, observando como los minutos se escapaban de forma parsimoniosa. Dirigió su mirada al suelo por un rato, luego, levantó cabeza y decidió dar un pequeño paseo por la estación y cuando miró la salida de pasajeros la vio.  Se saludaron con una sonrisa y un beso en la mejilla.
Los dos, se dirigieron hasta el Parque. Caminaron por un rato, haciendo las preguntas habituales, la de cortesía: “¿cómo estás?, ¿cómo estuvo tu fin de semana?” Esas palabras fueron los primeros ladrillos de la conversación.  
Ella dejó de caminar para sentarse en una banca que miraba hacia el sur, a la calle Las Mercedes. Él se sentó a su lado. La tarde pasó como si nada.