El alero clandestino,
donde mi piel conjuga los asaltos
improvisa
un lecho de relentes y rocíos
y logra conquistar
el penetrante gozo de la savia,
el ímpetu final de mi delirio,
con un gemido súbito
y la piel delirante, jubilosa,
preñada de deseos infinitos
y tantos deseos inconclusos.
 
Tu piel en jubilunio
se cubre de silencios y rocíos
y abriga los asaltos temblorosos,
los íntimos intentos pasionales,
la búsqueda silente,
el devaneo líquido del agua
y el vibrátil jadeo de mi boca.
El húmedo nidal de la pasión
descubre la decúbita locura
y tu cuerpo,
henchido de temblores siderales,
se funde lujurioso con el mío.