Imagínate sentado al lado del tercer hombre mas rico del mundo, según Forbes. 
 
Es Diciembre, y el cielo es una bóveda azul, limpia de nubes y traslúcida, tanto, que tienes la impresión de ver a los ángeles merodear aburridos por allí. El mar quejoso como siempre. Un rumor monótono, con el tiempo capaz de volver loco al más cuerdo. Un Sol que se agazapa en la espalda, en el cachete o en cualquier pedacito de epidermis, sancochandote sin asco. Tu, con tus gafa medio pelo y él con sus Giorgio Armani de puente recto. Imagínate que le descargas a la aridez de tu garganta una cerveza de cualquier marca, pero fría y proletaria. Mientras Don Amancio Ortega remoja sus opulentos labios y deja bajar por su pudiente galillo un trago de wihisky de edición limitada. Una de las 60 botellas Diamond Jubilee que concibió Johnnie Walker & Sons, el día que la avispada de Chava II cumplió medio siglo encaramada en un trono, viviendo  a costilla de los más maricas. 
Entonces te quedas lelo viendo soberbia botella, descrestadora y alucinante. moldeada en cristal de Bacaratt, con ornamentos de plata Britannia y diseñados por Hamilton & Inchs de la legendaria Escocia.  
El contertulio ricachón sacude con altivo desdén el surrealista vaso donde placido duerme el preciado liquido. Ves un vaso trazado por la muy exclusiva firma Cumbria Cristal con delicados grabados en alto y bajos relieves de escenas salvajes de las extensas propiedades de la buena vida  de Chava II, en Balmoral y Sandringham. Trabajo realizado con gran virtuosismo por el conocido Philip Lawson Johnson.Para rematar le incrustan un diamente de medio quilate que destella cada que saluda al sol. 
Después de cerrar la boca, estupefacto y convertido en una insignificante cucaracha. Te dedicas a escuchar al buen gallego, dueño de Zara e Indetex, dos grande empresas que le generan ganancias tan descomunales, en países con economías emergentes, como China, su éxito es abrumador y le hacen cada mas pesada la tula donde guarda su fortuna. 
Los millones pasan por tus ojos, suben y bajan, van de un lado a otro.  Es una danza maléfica y perversa. Un vertigo de muerte te sacude y otro de vergüenza te aplatana en la silla rimax, mientras el patricio señorón, en su sillón playero marca Dielle, digno de su hidalgo trasero, deriva en la piscina mental de sus trillones y con cara de impostada humildad trae a cuento sus orígenes de barriada y lumperismo social.  
Hoy me sentí así. Chiquito e insignificante como una marianica. No tanto por sus trillones danzarines sino por la falsa modestia y el  mentiroso sentimiento de culpa por ser rico y yo pobre.
JDS 12/06/12