A veces somos tan intransigentes
que la vida no nos soporta y se
vuelve polvo en medio de la nada.

A veces somos tan inseguros que
la vida nos castiga y herimos a las
personas que no se lo merecían.

Otras somos tan impacientes que la
alegría se esfuma y los recuerdos se
entristecen.

A veces la vida nos ciega y el perdón
nunca llega y si llega, llega tarde y las
olas se revientan; entonces la verdad
se estrella y no causa el mismo efecto.
 
A veces la vida es tan fea, tan agria,
que parece detenerse pero nunca cambia.
 
En ella la inseguridad te impide la calma
y la misma en vez de detenerse te
exclama ¡en el mundo se tolera pero no
se aguanta!
 
A veces la vida no te exige nada y como
si las preguntas no tienen valor te castigan
arrancándote lo que más amas.

Esta es como el fuego que la candela hace
que todo se desmigaje y a la final solo queda
el polvo… como cenizas, granos de arena que
el viento arrastra.

A veces la vida se vuelve nada porque en medio
de las horas el tiempo se congela y el alma se
aprovecha y  se escapa.