Dolor,
las turbias cuchilladas del olvido,
hirientes, sangrantes,
atraviesan los muros de mi alma
y laceran mi pecho,
asaltan las praderas del cariño
y rompe las escalas,
como si las adargas del odio
quisieran sepultar
los moribundos mapas del recuerdo.
 
El agitado vuelo de la angustia,
con las alas cansadas,
rotas,
frías,
atrapa los perfiles del invierno
y levanta las huellas del agua
bajo la sedienta lluvia traicionada.
 
Los íntimos preludios del adiós
abrevan en los ángulos del agua
y anuncian
la fuga sin razón hacia el fracaso.
Las gotas del granizo más amargo
acompañan la tarde moribunda.
El corazón naufraga solitario
con el dolor errante de la lluvia
y muere silencioso.