El vuelo de las aves andariegas,
errantes, sigilosas,
ha salvado distancias y diluvios
y vuelve a renacer,
desde la lluvia núbil,
con los gritos del agua rediviva
y múltiples rocíos en estiaje.
Los anuncios y lloviznas condecoran
los límites del beso,
las caricias,
las fontanas fervientes de la sed
y los frescos riachuelos,
los hilos del agua transparente,
las húmedas gotas del silencio
y el golpeteo breve
entre dos corazones sumergidos
en viejas esperanzas amorosas
y nuevas heredades compartidas.
En alas de la lluvia,
el ave palpitante de la vida,
comienza a renacer cada minuto
y los escombros,
los fragmentos errantes de la angustia
retoñan en semillas jubilosas
y estallan los latidos,
los impulsos aguerridos de la sangre
en la fuente secreta de tus ojos.