EL HOMBRE INVISIBLE
Publicado en Aug 11, 2009
Aquí estoy, en la orilla de la vida -pensó el hombre- mirando fijamente su reflejo en el agua. Quien se lo iba a imaginar, no ha pasado tanto tiempo desde que mi vida cambió, apenas un par de años fueron suficientes –reflexionó con un leve suspiro entrecortado por el frío y con la mirada extraviada en un tiempo pasado que le partía el corazón. Quizás esto le hacía mas daño aún que las ropas harapientas y el olor a indigente que llevaba impregnado en la piel y en el alma. Pensar que yo también existí alguna vez, tuve una familia, hijos, una mujer, en realidad varias mujeres y varios hijos, tuve un hogar y también dinero, tuve un auto, algunos lujos, sueños y proyectos. A decir verdad pienso que tenía una vida como cualquier persona, todos me reconocían me saludaban, unas cuantas mujeres me pretendieron y unos cuantos amigos dijeron que me querían. Y ahora con apenas unos cartones y unos trapos viejos para taparme en las noches debajo del puente, estoy solo, absolutamente solo. Quien se lo iba a imaginar -pensó nuevamente- mientras sus ojos vidriosos palpitaban agonizantes, como bengalas moribundas cayendo al vacío oscuro de la noche. Quizás por que retorcidos laberintos del destino llegué hasta acá. Pero aún no se, si todo lo que tenía lo perdí o me lo quitaron, total al final da lo mismo. Puede que tenga la culpa yo mismo, o el vino, o el cigarro, o el juego o simplemente el destino y la mala suerte, en fin, que más da ahora cuando ya no queda tiempo para volver atrás. Lo único que tengo claro es que no tengo nada y no tengo a nadie, que vivo en esta soledad moribunda que es como el cáncer del alma, que es algo mas que frío y hambre es otra cosa mucho peor. Es sentir como la gente hace un pequeño desvío en su caminar, para no pasar cerca de mi o cerca de mi pestilencia indigente, de mi aliento vinagre, de mis manos partidas. Es sentir el humo intoxicante de los automóviles en la cara, es recorrer el mercado buscando algo de comida de la que tiran a los tarros de la basura, es el frío y la humedad de la noche en esta soledad, que me estrangula la vida y que no se como ni quien me empujo a ella. Ahora recojo colillas de cigarro y pido monedas para comprar un vaso de vino, ahora yo se, que se siente no existir, no figurar para nadie. Esto no es tocar fondo como dicen algunos, esto es desaparecer, convertirse en un desecho, en un hombre invisible. No existo, no estoy, no vivo, no tengo documentos, no tengo licencia de conducir, ni tarjetas de créditos, ni derecho a voto, ni la mirada de una mujer o la sonrisa de un niño no tengo orgullo, ni dignidad, ni siquiera hambre, ni siquiera frío, ni envidia, ni celos, ni miedo a la muerte porque no existo, no existo, soy invisible. Y lanzando la piedra que estaba atada a la soga que llevaba al cuello, el hombre se hundió en el lago sin que alguien lo viera.
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