MUERTE INVERSA
Publicado en Dec 11, 2012
Esa sensación de cansancio lo invade nuevamente. Se levanta de la cama y desea poder dormir por siempre. Odia despertar a la realidad que lo enfrenta un nuevo día, “otro día de mierda”. La cabeza le da vueltas y regresa esa opresión en el pecho, una sensación de vacío al respirar que lo persigue desde hace una semana.
Toma una ducha esperando que el agua alivie su fatiga. Se prepara un café tibio y se lo bebe de golpe, observa la panera, 2 Bs de pan duro desde hace 3 días. El queso, la mermelada, la mantequilla siguen intactos en la mesa. No tiene apetito desde aquel día. “Apégate a la rutina” piensa. “Distrae tu mente”. Su desempeño en la universidad había decaído en la calidad de sus trabajos aunque trataba de concentrarse al máximo y abocarse a sus tareas diarias. Se exigía tener la agenda llena para atender la mayor cantidad de pacientes al día. La programaba de 8:30 am a 8:00 pm con una hora y media de descanso para el almuerzo. El almuerzo era la peor parte de la jornada desde lo acontecido. Estaba acostumbrado a su compañía, odiaba el restaurante al que a ella le gustaba ir pero no le importaba esperarla un poco a que termine su plato vegetariano para luego ir a comer algo más grasoso, carnívoro y de su propio agrado; lo principal era intercambiar conversaciones amenas durante el almuerzo, disfrutar de su compañía. Ella solía comer bastante rápido, su comida era ligera y no tomaba sopa aunque estaba en su menú diario. "La sopa es mucho para mí, me lleno y luego me da sueño en la U. Prefiero segundo, es más consistente, además la sopa engorda." le dijo una vez, mientras comía sus vegetales. Toda la vida estaba a dieta. Era difícil pedirle que vayan a comer un pollo frito o un helado un día cualquiera, siempre inventaba excusas para evadir ese tipo de comidas, solía ser irritante, sobre todo porque a él le gustaba invitarla a comer y no sabía cómo hacerle entender que no necesitaba ponerse a dieta todo el tiempo. Miró a sus compañeros pasar por la clínica odontológica, lo saludaban y él apenas devolvía el saludo. No le interesaba entablar conversación con ellos. No creía que valía la pena hacer amigos por entonces, su mejor amiga se había ido y no encontraba consuelo en nadie. Caminaba por las calles que solían recorrer juntos tomados del brazo. Se detenía a medio camino de la vereda a contemplar el punto exacto donde ella se paró a conversar con él riendo, sonriendo, trataba de recordar el tema de conversación y recrear la escena. En clases, observaba su asiento vacío y se quedaba inmóvil, fijando la mirada, esperando que una silueta dibujara su figura sentada en su lugar. “Te extraño” pensaba y sentía un nudo que bajaba por su garganta al tragar saliva. Opresión en el pecho nuevamente. “Mejor atiendo la clase, distrae tu mente”. Llegaba la noche y con ella el descanso. Lee un poco, ordena su cuarto. No tenía muchos objetos en él. "Me aburro sobre todo los domingos porque no tengo que hacer, ya me cansé de ordenar mi cuarto " le dijo un lunes. "Tampoco me gustan los domingos amigo, aunque vivo con mi padre, no me presta atención, mi hermano se va todo el día, me quedo sola" le respondió ella. Recuerda una tarde especial de domingo en el que lo invitó a su casa. Desde aquella conversación tenían la necesidad de encontrarse todos los domingos. Estaban los padres de ella, pero igual lo invitó. Armó una especie de cine en su pequeña sala de departamento. Colocó el proyector frente a la pared color crema y propuso a la familia y al invitado ver una película de Meryl Streep, su actriz favorita. Disfrutaron de las risas, el popcorn, y la pantalla de cine improvisado esa noche. Ella le dijo antes de irse. "Hoy sentí como si en verdad fueras mi hermano. Fue como un momento familiar, ¿no te parece?" "Sí " mintió. En realidad él no se sentía como de la familia, sobre todo porque el padre de ella era demasiado serio y poco conversador. Parecía prejuicioso, pero a la vez mantenía un saludo amable. Se sentía analizado cada que lo veía. Ella le había pedido que si le molestaba aprendiera a ignorarlo. " Así es mi papá, ya te conté todo el embrollo de su carácter" le decía. Tenía grabado en la retina el peor recuerdo suyo, la última vez que la vio. Estaba detrás de ese vidrio, dentro de ese cajón de madera. La cara resquebrajada, con heridas que parecían rasguños violáceos. El pelo negro caía sobre sus hombros tapando la enorme cicatriz que cruzaba su cuello y clavícula. Los párpados ligeramente hinchados y rasgados en sangre seca. Los labios secos, tensos, la piel amarillenta. Le fue imposible dejar de recurrir a esa imagen por un buen tiempo. Decidió echarse en cama y tratar de dormir, luego de mucho contar ovejas pudo cerrar los ojos. Soñó. "¿Por qué tuviste que morir?, te extraño todos los días" Ella solo le sonrió, no respondía a sus preguntas, lo abrazaba como si fuera un niño. "¿Cuándo regresas?" le preguntó "Ya muchacho, alístate para salir, se me hace tarde y tengo que atender pacientes no puedo charlar, ¿sabes que te quiero no? , vamos no me mires así. nos vemos en la clínica".Un beso volado y se dio media vuelta. Despertó, era la primera vez que la soñaba desde su muerte. Se levantó de la cama y tocó el frío piso de loza con los pies descalzos. Tuvo la misma sensación, tomó la ducha de todos los días, el mismo desayuno, pesaba 3 kilos menos, los panes seguían sobre la mesa pero tenía un nuevo pensamiento: “Está conmigo”. Sonrió y el pecho ya no oprimía tanto.
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DEMOCLES...(Mago de Oz)
Gabriela Robles