LA CONSTRUCCION DE UN SUEÑO
Publicado en Dec 11, 2012
PASO A PASO
LA CONSTRUCCION DE UN SUEÑO Para Ana y Emiliano con mucho cariño Un día, cuando los libros eran la atención y las aulas la más fiel ocupación, una y otras y otros fueron navegando a Chira, una isla con nombre de huidizo indígena, y la que con unos 43 kilómetros cuadrados, se considera como la segunda de Costa Rica, integrada a Puntarenas como el distrito con número cabalístico, y con una variedad en su biodiversidad que se aprecia en su ubicación en el golfo de Nicoya. Allí la misión era social, la que nacía de la inquietud educacional universitaria, donde las intenciones fueron aceptadas y merecieron el agradecimiento de los beneficiados, y consolidando algunos lazos que se mantuvieron por años, a pesar de la notoria ausencia de la encerrada muestra acuífera. Nadie podía imaginar que ese recorrer sobre las olas de encrespada y blanca espuma iba a marcar en el espíritu estudiantil un derrotero de vida, y que a lo largo de los años habría de proyectarse con nuevas visitas, y las que un día, después de varios avatares que marcaron el pasar de las vidas a veces conjuntadas, fueron haciendo el cambio del estío para encontrar una nueva primavera en un espacio donde el verano, con mayúscula presencia, deja casi siempre a un lado los inviernos de los seres. Y de nuevo, en un ir y venir como de oleaje, en algunos momentos se fueron convocando los sentires en ese amplio verde rodeado de aguas que dejan ver en algún lugar, en la distancia, algunas titilantes luces de la ciudad que tutela la ya consagrada isla y que marcan en un descubrir el caminar para las gentes y para un país poblado de grandeza. Pasando el tiempo, como siempre pasa llevando consigo una carga de ilusiones y de esperanzas pérdidas o sin realizar, moría un año y por igual nacía otro, y con él se creaban sueños mientras se recorrían espacios que dejaban ver en la imaginación una construcción que sería albergue de un cariño que se meció en las olas que llevan a la isla. La voz paterna fue definiendo un creer, y su generosidad estableció los nuevos linderos para que la felicidad y la ilusión fuera haciendo a un lado el sueño para pensar en realidades, y casi sin dormir, en ese divagar de las menciones se iba construyendo lo que sería el nuevo albergue del querer. Con cercanía alterna de la casa de los mayores, el terreno ya quedaba delimitado y muy pronto las tareas habrían de irse concretando con la esperanza de un refugio para los seres y sus corazones, dejando en el recuerdo las distancias primarias que un día se observaron así como los sembrados que querían comprometer a casi todos los que un día oímos el sueño del querer, y mientras tanto, corriendo ese mes de julio, la gráfica experta iba guardando de manera oficial los pasos que se daban para que la concreción de la alegría encontrara la mejor respuesta. Y los colores graficados mostraban ya no un sueño sino el camino a la certeza, definir el espacio, clavar la primera estaca, hacer las mediciones y encontrar en las almas que un sueño ya se volvía villa, aunque en ese momento apenas si se pensara en la consecución de materiales, y nominando para un seguimiento especial a quien habría de consignar ese recorrido bajo un lente, a Sara de los Cafetales. Una ardua tarea apenas comenzaba, pues nadie imaginaba que un esfuerzo de esta magnitud demandara tantas cosas, y partiendo de cero el esfuerzo de los proponentes fue aunando parte en Guadalupe, comprando artículos y materiales, recibiendo donaciones y hasta la vieja puerta del padre, la que antaño se abrió de par en par para recibir a los vástagos y a los visitantes se anhelaba continuar en el servicio, ahora en kilómetros distantes pero con la cercanía del recuerdo y en las manos de la hija; desde Coronado también llegaron aportes y los almacenes por igual bajo el signo colones fueron despachando los requerimientos. Se llenaron temporalmente algunos espacios y poco después, los elementos fueron encontrando ubicación y acomodo en un gran vehículo que habría de recorrer las nuevas vías hasta la zona puntarenense. El mismo se fue colmando de materiales y desde las bases hasta el techo, hacían espacio con destino a una nueva región para formar el aliento soñado, y lo que reclamó la intensa actividad de muchas manos que un lunes cuando el sol aún no radiaba, dejó que el ronroneo del motor vehicular emprendiera camino hacia un nuevo destino. La avanzada constructora tomo espacio en el camión, había que cuidar la carga en el camino y procurar la descarga en el final de la jornada. Y al otro día, con el despunte del día, gestoras de la obra, propietaria e impulsora, igual emprendían el camino, en un rehacer de varios recorridos, uno de ellos con la carga de los sueños. Hijo y nieto igual se sumaron al entusiasmo, y los alcatraces y gaviotas anidados en el muelle vieron el caminar ilusionado de quienes buscaban espacio náutico para surcar el ancho mar del golfo nicoyano. Ya quedaban en la cámara los recuerdos, y en la despedida desde el muelle, cuando el calendario anunciaba el 3 de julio, el abrazo del hijo y el grito del nieto hicieron a un lado una mirada que no se quiso referir a un grato recuerdo de alguien que soñó un día en el propio espacio con hacer la compañía, fue apenas una coincidencia que quizá despertaba la cabanga de quienes vivieron el calor de la ternura. En las maletas había cabido casi todo lo necesario y urgente; ropa, zapatos, medicinas, alimentos, cables, cámaras, todo ello necesario para una estadía que se anunciaba superior al mes, a más de algunos elementos de mayor cuidado y que no se habían integrado al viaje mayor. Las placas fotográficas y también algunos videos se hicieron notas para ir haciendo y conservando la historiografía de lo que ya iba siendo una realidad. El sol no cesó en su recorrido, día a día, el paso de las horas era un marchar hacia lo propuesto, ya iban quedando en el recuerdo los pasos de delimitar el espacio, la compra y recepción de materiales, la angustiante y a la vez alegre madrugada para que todo con la fuerza de todos y de todas, fuera siendo acomodado en el transporte hacia la isla. Un día, algún día, las frases de la ternura se expandieron hacia otras tierras, donde la recepción no se hizo esperar, y la atención al pedido fue casi inmediata. Era el deseo de algunas frases, aquellas que con algún sentir ya se habían expresado en años precedentes, y que ahora se querían para el saludo al nuevo suceso construccional. Las letras sobre el sueño realizado iniciaron un recorrido que fue por igual haciendo algunas variaciones, para que la proponente de la idea y también insigne motivadora de tantas frases, encontrara en búsqueda afanosa respuestas significativas para letras muy nativas. Las voces se fueron concretando, las frases fueron naciendo y la intención de verlas colgadas de una de las paredes fue otra de las tareas que naciera en la proyectada obra que ya se iba erigiendo con afán amoroso y motivación incesante, en el espacio que desde siempre lo ha cubierto en su derredor el follaje natural, mientras se añadían a las frases receptoras las palabras que siempre han brotado de la ternura insigne, y que a la vez hacían evocar las menciones de descansar sobre la baja marea en una espera de la presa en el anzuelo, en un marco musical que siempre ha sido compañía de las almas. Se reconoció la complicidad de la iniciativa así como el brazo indoblegable para ir motivando, creando e impulsando la iniciativa, y en premio, igual se creó en el espacio de cabaña el lugar que ha de albergar en ocasiones a la tutora de aquellas muchas inquietudes, complementando en ese sentir emocional el canto a la vida que siempre ha sido una constante. Mirando atrás es bueno ir encontrando los inicios constructores, ver la siembra de las bases con la tarea incesante de quienes nativos en esa misma tierra, otros llegados desde tierra firme y el apoyo moral y material de quienes habían tenido el sueño. Había que mover la tierra bajo el inclemente sol, y allí los primeros estacones fueron soportando la estructura y a la vez propiciando alguna sombra con la adecuación del techo, el mismo que había recorrido muchos kilómetros y surcado las aguas para encontrar el sitial adecuado. Desde alguna distancia ya era emocionante ver la naciente edificación, que a la vez mostraba progresos interiores. No cesaba la tarea, y quienes motivaban la actividad así como los llegados de otros lares continuaban sin cesar el accionar, ora clavando una puntilla, ora soldando una cercha, ora acomodando una tabla, y sin desmayo otras manos, estas femeninas, hacían pulimentos de medianos espacios para que se fuera formando un especial recuadro, mientras algunos ojos animales miraban asombrados la invasión de su tradicional estadio. El cierre iba teniendo otra magnitud, las paredes se fueron elevando con el concurso decidido de muchas manos, mientras sonaba la algarabía y en ocasiones el aplauso por ir viendo como la edificación a cada minuto tomaba más forma y se convertía en la realidad soñada, la misma que se había iniciado no mucho antes, apenas el 4 de julio, pero que ya generaba inmensas satisfacciones, pues desde el piso hasta llegar al techo pasando por las paredes y formando los ventanales, todo iba marchando de acuerdo a lo planeado, en concordancia con el cronograma, de acuerdo con lo soñado. Habían transcurrido apenas horas, para que la iniciativa de antaño fuera mostrando su faceta realizada, y la que casi sin descanso, se iba capturando la memoria de una manera sencilla, aplicando a la vez un toque de inspiración. Mezclando el accionar con algún ciclo de descanso, en la naciente edificación se iban viendo los nuevos componentes al igual que aquellos que fueron recepción familiar, los mismos que se acogieron con cariño, los que han hecho parte de la historia de los mayores, de manera especial de la casa de los ancestros y portal que quiso acogerse a la edad de la nueva moradora y como el más sentido homenaje a quien fuera el gestor de las vidas. Estos elementos con los retoques provenientes de manos rudas o amorosas iban concretando una nueva visión, pues la sumatoria era de todos aquellos que sin miramiento fueron respondiendo al llamado solidario, y los que sin espera hicieron su aporte que a la vez contribuía para ver la cabaña en un maravilloso, nuevo y mágico esplendor. Los cuartos… el cuartico… el baño… la cocina… los techos… el cielo raso… los aleros… gabinetes… y ventanas… iban recibiendo el pasar de la pintura que cambiaba la rústica estructura por una suave y atrayente muestra que dibujaba sobre la vegetal espesura la nueva vivienda que pasando de ser un sueño, en su elevación ya concretaba una realidad que resplandece en sus paredes y pisos, y la que con el mejor gusto parecía entorpecer la visión de los tradicionales moradores de las áreas, seres vivientes que en sus cuatro patas hacían recorridos esporádicos merodeando por el espacio que era suyo. Para los futuros ocupantes del lugar, ver el avance diario causaba inmensa alegría, y para uno de ellos, ausente por labores, el retorno después de varios días quedaría grabado en su mente como algo muy especial de la vida, era su espacio, el que había dejado días atrás en proyectado cimiento y que ahora era una verdadera realidad. Sobre los ventanales, enclavados en esquinas sus vidrios comenzaron a semejar exuberantes espejos que van mostrando en cada momento el atractivo paisaje que se confunde en árbol y potrero, donde el cambio se hace notorio gracias a ese esfuerzo que naciera de un sueño compartido, y al que también hicieron su aporte primero quienes se encargaban de proveer el servicio de energía, y después los que suministraban el precioso líquido para que en un momento dado se pudiera expresar en medio de la alegría, como en el primer día de la creación, “hágase la luz y la luz se hizo” o se arrojara con alegre gratitud el brote del grifo para refrescar a los presentes, que igual se iban enmarcando en el cercado que generando alguna seguridad, de paso evitaría el ingreso de los moradores cercanos. La alegría era indescriptible, en el interior de la vivienda los detalles complementarios daban el mejor aspecto y desde allí, desde ese acogedor interior se hace fácil observar el verde paisaje, los animales paciendo en la pradera, sintiendo en el fondo de los espíritus la satisfacción de una tarea casi cumplida, y donde se podía a la vez encontrar la observación admirada de los vecinos, que en momentos de esparcimiento reciben de la “maestra” las mejores insinuaciones para diversión en juego y canto. Y para quienes día a día, para otros que quizá “algún día” visitaran ese maravilloso espacio, para aquellos que cerca o lejos, siempre se sienten parte de ese paradisiaco espacio sentirán la más emocional felicidad en el degustar del paisaje donde hay canto de pájaros... bandadas de loros verdes... mariposas de colores... ruido de cascos de caballos... olor a boñiga de la vacada... perros que a veces ladran... chicharras que celebran el calor... hormigas que desfilan en hileras cada una con su pedazo de hoja a cuestas... y al frente o a los lados, imponente, el suave rumor del viento que como oleada se va colando por entre el follaje que sirve de cercado natural a ese sueño que ya es toda una verdadera realidad. La noche va cayendo, las sombras van cubriendo el nuevo nido que se erige luminoso en medio de la espesura, en su interior las voces celebran el logro alcanzado, mientras en el exterior los grillos y chicharras inician su concierto como en un saludo a los nuevos y cercanos moradores; la luna va haciendo el recorrido cortejada por estrellas mientras el suave rumor del oleaje se escucha en lontananza. Y que mágico se vuelve ese encontrar del nuevo día con una mezcla de café caliente, el canto de los pájaros y el mugido de las vacas. Las luces matinales se van abriendo paso y desde el horizonte el astro rey va cobijando los lugares, para con su luz ir rompiendo los espacios y desperezando a los habitantes de ese sueño hecho realidad, que desde ahora ya se llama VILLA SUEÑOS. LUIS FERNANDO FRANCO CEBALLOS / OCTUBRE DE 2012 FRACEBAL. Génova Quindío, diciembre de 2012
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