Hace algunos años, una familia que vivía en un campo, tuvo la desgracia de pasar por una época de inundaciones y catástrofes naturales que los dejó desprovistos de los alimentos que con tanta dedicación y paciencia habían cultivado tiempo atrás. Los hijos, una mujercita pequeña pero valiente y su hermano mayor, de aspecto fuerte y de una gran sabiduría y experiencia, decidieron salir a buscar hacia lugares muy lejanos, alguna cosecha que pudiera salvarlos o alguien a quien pedirle ayuda. Caminaron durante dos días, intentando conservar el entusiasmo y la esperanza y portando solo una mochila en la que llevaban una botella de agua para cada uno y una agenda y una lapicera con las que fueron anotando pistas y huellas para no perderse.
   El segundo día, cuando comenzaba a amanecer, divisaron un fino pero nítido hilo de luz. Casi convencidos de que estaban por encontrar una solución, siguieron ese haz brillante, sin saber siquiera hacia dónde se estaban dirigiendo. Al llegar, contemplaron una humilde casita. Sigilosamente espiaron por una ventana y una mujer que estaba decorando una torta, los llamó para que pasaran. Tímidamente aceptaron la invitación y le explicaron a la amable señora la situación por la que estaban pasando. Ella les ofreció que se quedaran unos días en su casa, para recuperar la energía y así continuar su búsqueda con mayor facilidad. Al cabo de una semana retomaron el viaje a pie, siempre con su modesto equipaje, al que le agregaron una linterna que la mujer les había regalado.
   Transcurrió mucho tiempo sin novedades y los hermanos cada vez iban perdiendo más la fe. Nada parecía mejorar. Estaban perdidos. Cerca de un frondoso árbol bajo el cual se protegieron en las jornadas muy soleadas, vieron que un perro Spaniel jadeaba y movía la cola, como si quisiera llamar la atención. Se le acercaron y el animalito comenzó a caminar hacia el Oeste, volteándose cada algunos metros para asegurarse de que los hermanos le siguieran los pasos.  Los condujo a una ciénaga. Por más que intentaron escapar de allí, no pudieron. El perro se marchó y no volvieron a verlo. Al final, la linterna no les sirvió para nada. Es el día de hoy, que los padres de los chicos aún no saben qué fue de sus hijos.