El perro vuelve, así su amo lo espante. Regresa por enésima vez, el hombre le recrimina su presencia. Retorna, como si hiciera parte de algún juego. No ingrese a esta habitación, grita su propietario. El animal, de pelaje negro y mirada triste, se aleja a una distancia de cuatro metros, acostándose junto a la pared de zócalo verde. De pronto, después de doce años en una misma posición, la mascota reacciona regresando al lado de su dueño, quien se halla acostado en una cama del hospital durante los mismos doce años. Ahora el amo sonriente le balbucea: Quédese, exhalando el último respiro de su vida. El perro permanece junto al cadáver por un instante más, da un ladrido y muere. Una enfermera perspicaz articula: el juego ha terminado.