El Qumico
Publicado en Dec 14, 2012
En esa época, Telecom quedaba en su antigua sede: un edificio que ya había vivido sus mejores días: Carrera 20 de Julio con Calle 32, en plena zona del mercado viejo de Barranquilla. Como la mayoría de estudiantes de ésos días, el dinero no era precisamente un artículo que se diera en abundancia y con mi gran amigo y compañero de curso, el gran Rubén Mosquera, algunas veces nos íbamos a esa esquina a consumir unas empanadas minúsculas a las cuales se le agregaba picante de una gran palangana y acompañadas con guarapo de panela y limón. Existía una larga cola de carritos de madera especializados en comercializar el mismo producto, la mayoría con un recipiente metálico de veinte litros, muchas veces de “aceite vivi”. Los nombres de dichos carritos, escritos en pinceladas que intentaban ser unas más artísticas que otras, no bajaban de “El propio Mañe”, “El propio Rafa”, “El propio Tigre” y así sucesivamente hasta llegar a uno que por haberse quedado sin nombre, sencillamente lo bautizó “La esquina de los propios” y por supuesto, la estrella del producto: “El propio Químico”.
Recuerdo una vez que solo los recursos alcanzaban para una sola empanada, de manera que para rendirla al máximo, cada vez que le daba un insignificante mordisco a la misma, agarraba la cuchara de palo de la palangana de picante y le echaba una generosa porción del delicioso encurtido casero. Como todo barranquillero, el vendedor de guarapo no perdía detalle de la ceremonia y observaba todo por el rabito del ojo hasta que no se aguantó más y dijo “Eche llave, yo como que le voy a regalar la empanada y le voy a cobrar el picante!” Muchos años después, ya viviendo en la ciudad de Caracas, antes de que Venezuela fuese una República bolivariana Socialista, me enteraría en una crónica de Ernesto McCausland en “El Heraldo”, que en una trifulca de borrachos trasnochados en la esquina de los propios, se llevaron por delante el carrito de “El propio químico” voltearon el recipiente del guarapo y salió dando tumbos por el piso, la reluciente calavera humana que era el condimento secreto del delicioso guarapo. Nunca supe si fue cierto o no semejante hecho, pero tampoco podremos preguntarle al renombrado cronista, quien hoy debe estar publicando sus divertidas historias en el cielo…. Caracas, Diciembre 2012.
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