MIS DIÁLOGOS CON LA MUERTE
Publicado en Aug 12, 2009
MIS DIÁLOGOS CON LA MUERTE
Desde que mis padres me engendraron en un lugar de Colombia, de cuyo nombre tampoco quiero acordarme, inicié conversaciones con la Muerte. De una y mil maneras he intentado decirle que nos comprendamos, que basta de carnicerías, que se tome una vacaciones, que descanse para que pueda regresar con más ahínco a ejercer su verdadera vocación y a cumplir con sus obligaciones, como debe ser. Me responde con evasivas: Que no me promete nada, que matar es su función principal, que no puede hacer excepciones, que no insista. En fin, un sin número de disculpas que me tienen al borde del suicidio, pues como dijo el gran poeta León de Greiff, "de todos modos la llevo perdida, sin remedio". Le juro que deseo reinsertarme con todas las de la Ley, que no tiene necesidad de aplicarme la tortura, la motosierra, el tiro en la nuca o la incineración, mucho menos el secuestro, la mina quiebrapatas, la desaparición forzada y el posterior asesinato mal llamados "falsos positivos". Tampoco el encarcelamiento ni la extradición, el estigma social o la amenaza pública. Le aseguro que puede confiar en mí, que soy persona decente; que si en el 2040 no me he desmovilizado como le prometí, queda autorizada para proceder como mejor le plazca. Le confieso además que no soy ningún terrorista sino un simple poeta desplazado que anhela vivir en paz. No me garantiza absolutamente nada; repite que quién sabe, que lo va a pensar, que no me haga ilusiones, que soy muy exigente, que no me preocupe tanto por lo que ya es seguro, que un complejo de inferioridad me está matando, etcétera, etcétera, etcétera. Sé que un día llegará con su guadaña de acero, su andar bamboleante y su mirada fría a segar lo único que conservo con mucha dificultad, porque en este país descuadernado y violento a muy pocos les interesa finalizar la guerra. Como si lo anterior no fuera suficiente, me ha puesto un montón de trampas y sometido a diversos accidentes y enfermedades a través de sus heraldos, con soberana sevicia y no menos intensidad. En nuestra última reunión me arrebató la próstata y dos glándulas linfáticas vecinas de mi escroto. Años antes me había extraído el apéndice, inoculado el tifo, la ictericia, el paludismo, la fiebre amarilla, el sarampión, las paperas, la cirrosis y la peritonitis. Tanto me ha mortificado con sus amenazas que en algunos momentos he pensado echarle travesía para salirle adelante, disparándome un tiro en la cabeza o ingiriendo algo que me deje eternamente dormido. En todo caso, está claro que no tendré escapatoria y que un día o una noche, no lejanos, bombardeará mi campamento por sorpresa dejando todo arrasado, con numerosos muertos, sin importarle que me halle en territorio extranjero.
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Verano Brisas
alma
Aurora Peregrina Varela
Yo quiero creerlo así.
miguel cabeza
oculta
Me gusta volver a leerte.
Saludos Maribel.
Enrique Dintrans Alarcn
Me gusta tu poema. Tiene ciertos rasgos de "antipoema" por lo coloquial del estilo. Pero más que eso por lo ameno de algo que moviliza la reflexión a la conciencia de sus propios límites.
Saludos
Guillermo Capece
angelita