Adoro despertar y ver tu piel anaranjada por la luz del sol al amanecer.
Me encanta sentir tu cabeza sobre mi pecho.
Me estremecen tus besos y caricias.
Me enloquece tu larga cabellera negra.
Disfruto de tus senos con el tamaño perfecto para encajar en mis manos.
Gozo el roce de tus largas piernas mientras acaricio tus gluteos redondos y firmes.
Me enamoran tu sonrisa hipnotizante y tus ojos brillantes.
Eres el objeto de mi deseo y sin embargo...
No me acostumbro a tus defectos.
Me es imposible creer que tenga que vivir solo para ti.
Temo que estar contigo todos los días acabe por convertirse en rutina.
Me asusta la idea de no conocer a más mujer que tú.
No tolero tus celos enfermizos ni tu espíritu posesivo.
Me aterra saber que así como todo inició espontáneamente, acabe inesperadamente.
No te he sido infiel, pero no es por falta de ganas sino por esta adicción a ti.
Todo el día pienso en ti, cada noche sueño contigo y eso no me deja avanzar.
A pesar de todo decido encerrarme en tu prisión y rendirme ante ti.