Ayer, hoy y maana.~
Publicado en Dec 27, 2012
Hoy son tres meses, noventa días. Contados hacia atrás parecen poco, pero día a día fueron eternos. Visité el mismo lugar aquellos días, cada día, sin excepción. Estacionaba en el mismo lugar en que lo hice la primera vez, hace poco más de un año atrás. Cada visita traía consigo las mismas sensaciones de la primera vez, más intensas, más angustiosas.
Fui noventa veces a buscar a la niña linda que la última estrellada noche de un noviembre daba un emocionado si de respuesta. Fui noventa veces siguiendo las mismas instrucciones de la vez primera, el mismo camino. Cada día con la esperanza de ver a lo lejos a un par de hermosos ojos verdes venir por mi, hasta mi y vendar mis ojos y guiar mi caminar hacia la arena fría, sintiendo la brisa marina en las mejillas. Vez tras vez cargué conmigo la esperanza de traer de vuelta a aquella dulce jovencita, de verla de nuevo y entregarle un corazón entero, eterno palpitante de aquel sano amor compañero. Tantos impulsos que fueron energía transmitida como momentos, hermosos recuerdos. Iba, porque siempre ahí, en el mismo lugar en el que dejo que las velas revelaran sus deseos, encontraba el verdadero consuelo de mi espíritu. Y aunque era la única sentada contemplando el ir y venir de las olas, siempre estuve acompañada: los primeros treinta fueron mis lágrimas, fiel reflejo de la angustia, Pena, melancolía y nostalgia que sentía, de mi misma. Los siguientes treinta o puede que incluso hasta los cuarenta y cinco, ni la rabia, ni la impotencia, mucho menos la frustración me dejaron sola. De ahí en más, poco a poco, y en considerable aumento, me reconcilie con mi paz interior, con mi amor propio. El primer día de ellos, traje conmigo de vuelta a casa a la pequeña de cabello rizado. No sonrió durante el viaje de regreso, iba muy atenta al camino, de no perder ningún detalle, de no olvidar el camino, de reconocer algún rostro. Aquel día no hubo más lágrimas, aquel día continuo la vida, más viva! Aquel día que la encontré debió tomar una decisión, pero la pregunta esta vez era distinta: te quedas aquí para siempre y te rindes? O vienes conmigo y continuamos? Opto por la tranquilidad de su corazón, eligió volver a intentarlo aunque fuera la última vez. Decidió darle espacio a la felicidad. Dejo fuera a su mente, espíritu, alma y corazón se hicieron eco de una misma respuesta. Sólo el destino, el tiempo y todo cuanto conspire en nuestras elecciones mostrarán si en realidad estuvo bien o mal. Sólo hay que disfrutar la espera, aprovecharla al máximo. No esta permitido volver a nada de esto, no es una opción. Aprendió su lección, todos aprendimos. Esa es nuestra misión en la vida: nos traen al mundo para aprender y no tan sólo conocimientos sino también acerca de nosotros mismos. Con todo ello aprendí de mi, y es lo único positivo. Y una vez cumplida la misión un alguien superior nos llama a su costado. Adiós, fue un placer!
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