Estoy en la habitación…
imaginando que estoy
sentada en el vagón de
un tren que viaja a
velocidad sin la más
mínima idea de
adónde va.
 
A través de la ventana
los rieles parecen
moverse, pero es
mentira, es el tren
el que se mueve.
 
Pasamos muchos
árboles una y otra vez,
en esta noche fría la
luna me acompaña
en esta travesía.
 
El tren hace una parada,
de él suben y descienden
personas; yo sigo sentada
en el mismo tren,  mismo
vagón solo que en una
distinta estación y todavía
estoy sola.
 
Todo el que sube me mira
pero ninguno me acompaña.
 
Con mi falta de compañía
en el recorrido se alarga
mi estadía, la verdad no
espero que alguien me
acompañe, tan solo quiero
que culmine el viaje.
 
En mi cuarto tocan a la
puerta, por lo cual salgo
del trance imaginario ilesa.
 
Antes de hacer nada miro
a mi alrededor  y  veo que
sigo sola pero no estoy sentada
en el vagón de un tren sino en
la cama de mi habitación
haciéndole compañía a la
soledad.
 
Al abrirle al que está tocando,
esta se camuflajea con el estado
de animo de lo que este
me está contando.