Dependísmo
El “Dependísmo” consiste en ver a Dios como nuestro creador, pero no más que eso, es decir, no interviene en el forjamiento de nuestro destino. El papel que juega Dios aquí es de un organismo, del cual dependen millones y millones de parásitos, que se alimentan infinitamente de él, pero, ¿De qué forma? Pues, nada más ni nada menos, que de su energía; nosotros dependemos de su existencia ya que nos proporciona energía, a toda materia, si él dejara de existir, nosotros también, careciendo de la energía necesaria para seguir viviendo.
Otro aspecto, son las reglas establecidas por Dios, no las reglas morales, (Que bien sabemos, fueron hechas por el hombre, para regular la convivencia en sociedad, pero muchas veces son    adjudicadas a Dios para que a causa del temor, sean obedecidas), sino de las reglas de la naturaleza. Un ejemplo claro, es la gravedad; si nos aventamos de un quinto piso, sabremos obviamente que nuestro cuerpo no va a flotar en el aire, sino que se va a estrellar contra el suelo.
 En el dependísmo, Dios es completamente ajeno a nosotros, como dije antes, no influye en nuestro presente ni futuro, es un perfecto,  donde todo pequeño suceso es parte de otro, donde curiosamente, Dios no es el que lo establece, sino nosotros, con una vida que no depende de un ente supremo, más que de energía. Se excluye toda posibilidad de vida después de la muerte, en sí, uno nunca muere, como sabemos, “la energía no se crea ni se destruye, sólo se transforma” y es lo mismo que pasa con nosotros, nos transformamos, sin embargo eso sólo es posible por medio el entierro sin ningún cajón, es decir, directo a la tierra, donde podremos ser parte de ella, desintegrada por animales y el tiempo, degradándonos hasta que la esencia del cuerpo se mezcla con la tierra, propiciando vida de una manera muy diferente.
En conclusión, excluyo toda idea metafísica, para adaptar una idea sobre la posible función de Dios con nosotros, a lo que podemos ver, olvidándonos de las ideologías religiosas sobre la vida después de la muerte y el temor a desobedecer las leyes adjudicadas a Dios, sin embargo, esa no es la solución, ya que para toda acción hay una reacción, y la única reacción provocada por esas leyes “divinas” son el remordimiento. De hecho, con estas reglas, estamos desobedeciendo a Dios, ya que, mucho de lo que se considera pecado, es necesario para sobrevivir en este mundo, o simplemente para satisfacernos, teniendo claro, autocontrol, pero no reprimiéndonos del todo, ni sentirnos culpables por hacerlo, simplemente saber hasta cuando terminar, y que el único que juzga, es uno mismo, no un ser supremo, ya que, es totalmente ajeno a nosotros exceptuando su existencia para vivir.