Amiga, Yolibey, como quisiera
condecorar en rimas y manojos
ese donaire núbil de tus ojos
donde sufragas halos de quimera.
 
 
Tu piel resume tanta primavera
—fragante flor de límpidos antojos —,
y muy feliz, en íntimos hinojos,
saludo tu belleza verdadera.
 
 
Luego subo a los límites del cielo
y buscó los relentes del anhelo
y los pongo en las alas de la brisa.
 
 
Entonces, me sumerjo en la amistad
y descubro que tienes potestad
para fundar la cálido sonrisa.