Una mujer trabajaba sin descanso frente a un ordenador en su oficina. Pasaban ya de las 10:00 p.m. y aún no parecía dar señales de dejar su ardua labor. Un hombre mayor, ya entrecano, se acercó a la puerta.
•-          Fernanda ¿No crees que es hora de marcharse a casa?
•-          Aún tengo que llenar varios reportes- argumentó Fernanda -en una hora más habré terminado.
El hombre sonrió. Le habría encantado tener solamente empleados del tipo de Fernanda.
•-          Está bien. Pero no descuides tu vida privada por sacar el trabajo. Buenas noches.
Fernanda recordó entonces que tenía que llamar a Mark, para avisarle que llegaría tarde.
•-          En la nevera hay pavo asado y también hay macarrones con queso...- decía por el altavoz, pues no dejaba de manotear en el ordenador.
•-          ¿Vas a tardar mucho?- preguntaba Mark por la bocina -hoy traje una película muy buena. Te va a encantar.
•-          Empieza a verla- le sugirió Fernanda -debo terminar todos los reportes del informe.
Colgó y continuó pegada al teclado. Una luz intensa le iluminaba las gafas, y su cubículo parecía una estrella luminosa en plena oscuridad. Su complexión era media, de tez morena clara, ojos rasgados e inquietos. Vestía muy formal, como debía ser una ejecutiva de mando medio. Sólo su cabello, largo y lacio, caía suavemente sobre su espalda. Parecía ser lo único libre en ella.
Lili  la estuvo mirando un buen rato, un tanto indecisa, mientras su linterna se encendía súbitamente.
No era como se la había imaginado, la típica ama de casa, al pendiente de su hogar mientras llegaba su marido del trabajo.
No era tampoco como la madre de Pedro ni la de Amy... era diferente... era... un poco rara.
•-          Hola- le dijo -parece una noche idónea para comer palomitas frente al televisor ¿No crees?
La intelectual mujer se sobresaltó. No esperaba que nadie más estuviera en el edificio. Mucho menos una niña.
•-          ¿Qué...? ¿Qué haces aquí? ¿Estás perdida?
•-          No- respondió Lili , a quien Fernanda veía como una niña de aproximadamente ocho años y  pícaros ojos curiosos -me parece que eres tú la perdida y necesitas que una mamá te mande a dormir.
Fernanda no salía de su asombro.
•-          ¿Cómo has entrado aquí?
Lili  se rascó la cabeza. Fernanda quería ser razonable en todo, iba a costarle trabajo explicarle sus motivos.
•-          Puedo entrar por donde se me de la gana. Técnicamente soy una especie de espíritu.
Fernanda se quitó las gafas y se frotó sus ojos. Era más linda sin aquellos objetos colgando de su nariz. Volvió a ver a Lili  y movió la cabeza preocupada.
•-          Sí, quizá sea mejor que ya me vaya. Creo que el cansancio me está provocando alucinaciones.
Lili  se echó a reír.
•-          Eres dura de cabeza ¿Sabes?
•-          No sé cómo rayos has llegado hasta aquí- dijo Fernanda, harta de bromas -pero es preciso que llamemos a tus padres y te vayas a casa.
•-          No es necesario.
Fernanda había estado guardando su portafolio y apagando la oficina. Se volvió a ver nuevamente a Lili , con fastidio.
•-          ¿Acaso te has escapado de casa?
•-          No, no tengo casa. Al menos no aquí. Te digo que no es necesario que llames a nadie, tú eres mi mamá.
Fernanda sonrió con cierta ternura. A Lili  le pareció simpática.
•-          Deberías sonreír más a menudo, te sienta bien- le dijo.
•-          Disculpa, pero yo no soy tu mamá. Debes estar confundida.
•-          ¡Oh, claro que no! La lamparita que me dio Hada Suprema no miente. ¿Ves? Continúa encendida.
Todo aquello era tan absurdo que Fernanda no sabía que pensar.
•-          No estoy de humor para juegos, pequeña. Créeme, no soy tu mamá. Yo no tengo hijos.
•-          Pero estás a punto de serlo ¿O no?
Fernanda se sorprendió ante la pregunta de Lili . Entornó los ojos y trató de ser más perceptiva.
•-          ¿Por qué crees eso?
•-          Yo no he nacido aún- le explicó Lili  -se supone que he venido a conocerte antes de venir al mundo.
Fernanda se echó a reír. Hasta el cansancio se le quitó con semejante argumento.
•-          Eres encantadora... ¿Cómo te llamas?
•-          Me llamo Lili Fer y vengo del Reino de los No Nacidos.
•-          Sí, ya me imagino. Lili , siento decepcionarte. No soy tu mamá, no tengo hijos y no los tendré. Ni siquiera estoy embarazada.
•-          ¿No?- Lili  estaba intrigada -¿Estás segura?
•-          ¡Por supuesto!
•-          A lo mejor lo estás y ni siquiera te has dado cuenta.
Fernanda negó nuevamente, esta vez con cierta impaciencia.
•-          No. Y no tengo por qué explicarte el motivo por el cuál estoy tan segura. Mira, se hace tarde y ya me cansé de platicar. Dime a dónde te llevo y nos dejamos de perder el tiempo.
Pero Lili  estaba pasmada. ¿Cómo podría ser su madre alguien que ni siquiera esperaba un bebé como en el caso de Pedro y Amy? Y sin embargo, la linterna continuaba encendida.
Además su orgullo estaba herido.
•-          ¿Puedo saber por qué rayos no quieres ser mi mamá?
Fernanda no entendió la pregunta, por lo que Lili  hubo de reformularla.
•-          Está bien, olvido que eres cabeza dura ¿Por qué no quieres tener hijos?
Fernanda se encogió de hombros. ¿Por qué tenía que explicarle algo así a un niño?
•-          Porque no se me da la gana. ¿Suficiente?
•-          No- declaró Lili  -no es suficiente.