¿Por qué soñamos soñar con extraños?
Publicado en Jan 16, 2013
—Anoche soñé un sueño muy colorado con un desconocido- me dijo la señora que tan gentilmente pone mi taza de café en el escritorio todas las mañanas. Al principio me desconcertó el comentario pero después aclaró que no era propiamente un desconocido sino un electricista que está haciendo reparaciones frente a su casa. —Me mira y siento que se me mueve todo el piso, qué pena contarte estas cosas vas a pensar que ando de loca siendo que soy una mujer casada y por todas las leyes. La verdad es que lo último que se me ocurrió fue censurarla por disfrutar la libertad que los sueños y la imaginación ofrecen para vivir deseos que habitan ocultos en el último cajón de la conciencia. Su comentario detonó mi fantasía por adivinar lo que la gente con la que me topo a menudo desea soñar, no lo hice tan a la ligera, pasé varios días observando sus termómetros personales es decir la expresión en sus ojos, el ritmo de su respiración, el rubor en sus mejillas, las tonalidades en sus palabras y la luz en sus rostros al hablar de ciertas cosas. ¡Cuánta información flota alrededor, cuántos datos preciosos suspendidos en el aire para conocer de qué están hechas las almas de los otros! El joven del estacionamiento que me recibe el carro por las mañanas es seco y malencarado pero su rostro se dulcifica cuando lo sorprendo observando traseros femeninos, quizá sueña que está en una burbuja feliz rodeado de rabos desnudos que él persigue con el miembro listo para entrar en alguno de ellos con o sin invitación, pero no todo lo que sueña es carnal también es capaz de la más infinita ternura cuando intercambia un tímido buenos días con la chica aquella del carro blanco, posiblemente ese ligero rubor que le salpica las mejillas no sea a causa del frío sino por el deseo de sentir la cercanía de la figurita de azúcar que todos los días se pasea en minifalda frente a sus narices, tal vez desea soñar que es su novia y que sus labios le dicen las mismas palabras que ella pronuncia en la bocina de su teléfono celular: —Muy bien amor entonces te veo más tarde, te amo. La dama que todos los días está sentada en el módulo de cristal corrigiendo textos y haciendo llamadas telefónicas se zambulle en la pantalla de su computadora es como si el mundo exterior le estorbara y ella fuera una princesa en su reino cuyos súbditos son los manuscritos y fotografías que revisa meticulosa, pero cuando la silueta espigada del hombre aceitunado con ojos sarracenos cruza frente a su castillo comienza a temblarle el labio inferior, trata de sepultarse en su asiento ergonómico para que él no vea su turbación pero es demasiado tarde la sorprende como un halcón al vuelo lo haría con una paloma, quizá ella piensa que no es correspondido su anhelo o más bien se esconde porque puede ver en sus ojos lo mismo que yo observo a prudente distancia; él la desea tanto, con la misma necesidad del agua, sus labios se humedecen cuando el rabillo de su ojo hurga en el escote discreto pero incapaz de ocultar el pecho turgente y agitado. Él sueña a menudo yacer entre sus piernas bañado por las aguas cálidas de su vientre como un recién nacido, sueña con enredarse en la mata suave y rizada que se extiende sobre sus hombros, pero mira su propia mano y recuerda el anillo que lleva en el anular derecho y el sueño se esfuma. Ella también sueña con él incluso calcula las dimensiones de su cuerpo masculino y elástico y pone en marcha esa ecuación cuando cierra los ojos en su tierno lecho nupcial al lado de su amado esposo, el sueño se desvanece porque ella se siente culpable de ese fugaz deseo y vuelve a hundir su mirada sobre el ordenador. El caballero maduro que nos asiste en el diseño gráfico tiene una coartada perfecta para observar de cuando en cuando fotografías de hombres desnudos o a la mejor no es ninguna coartada quizá es verdad que está estudiando pintura y analiza la anatomía masculina como una forma de comprender la geometría humana. Como sea, lo importante no es lo que mira sino lo que se refleja en su rostro justo en esos momentos; la secuencia del joven vaquero que se va despojando de sus ropas en el bosque captura fijamente su atención, su rostro se salpica de ternura cuando pasa su dedo índice sobre la pantalla a la altura de los labios rosados del muchacho, luego coloca toda la palma sobre su miembro y se queda extasiado por minutos posiblemente soñando que esa carne inmaculada lo envuelve en un abrazo infinito, tal vez sintiendo la calidez de su semen sobre la espalda baja. El sueño se interrumpe cuando el director nos convoca a junta. Este ejercicio de adivinar qué sueñan soñar los otros me hace sentir como una espía en el cuarto de unos amantes, pero no puedo resistirme es un fuego que se contagia y me provoca a la concupiscencia y excitación como a sus protagonistas. No aguanto más y me lanzo directamente a preguntar a la señora del café que es lo que soñó con el electricista aquel. Se pasa la lengua por los labios y apura el vaso de agua consumido a medias. —Fue algo muy bonito, estaba yo caminando sin ropa por una vereda llena de piedras y flores, de repente se soltaba un aire violento y yo sentía como si me envolviera las carnes, como cuando te pones junto a la estufa y sientes el vaporcito de las ollas, ese aire me hacía un cerco alrededor de la cintura y no me dejaba seguir caminando, luego de pronto volteaba y detrás de mí se encontraba el electricista abrazándome, metiendo su dedo en mi ombligo y murmurándome palabras bonitas luego me mordía las orejas y sin más me ponía de frente a él, mis pechos desnudos se estrellaron en su overol sucio y entonces sentí algo parecido a las ganas de orinar, pero más rico, duró apenas unos instantes porque me despertó el ronquido de mi viejo… Aunque ella seguía hablando ya de otras cosas mi mente se disparó a unas semanas antes en el tiempo; lo vi solamente una vez, pegado a la vidriera del aeropuerto local, yo esperaba un vuelo que venía demorado y estaba tan fastidiada de dar vueltas en las tiendas o sentarme a tomar el café oficial de todos los aeropuertos ese del lugar que cuesta bien caro y sabe a café común y corriente. Tomé los audífonos y me refugié en la música de la película Gladiador, una de mis favoritas y justo cuando las hordas de bárbaros luchaban contra el ejército imperial de Roma mis ojos dejaron de verlo y comenzaron a soñarlo en medio de un cabeceo que duró como cinco minutos: yo cabalgaba a su lado, estábamos sucios y pegajosos de sangre y lodo, me tomaba con fuerza y yo le jalaba el pelo, una melena suave y bruñida, luego todo era anarquía en medio del sexo violento a lomo del percherón, sentí su hálito tibio con olor a cítricos, sentí que me aspiraba con tal fuerza que pensé que mi corazón iba a detenerse. Desperté de mi fugaz ensueño con un hilo de baba en la comisura del labio, me asusté al darme cuenta que su miraba estaba encajada en mí y de pronto un escalofrío me surcó la espalda al pensar que era capaz de leer las sombras de mis sueños proyectadas sobre mi frente, tal vez sí pues aun a través de la vidriera que separaba la sala de espera de la zona de abordaje no dejó de verme, había en sus ojos una luz discontinua un efecto de complicidad. Bendije a los sueños por ser el lugar más libre en la tierra, el sitio donde los anhelos se realizan y uno puede entregarse sin prejuicio alguno a cualquier desconocido.
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marlyn ruiz
saludos desde Colombia .
Laura V. Gmez