Y le ha pasado por la cabeza miles de veces que no encaja en este mundo. Es el recordar, el principio; el comienzo de toda búsqueda. Y toda búsqueda tiene fin. Recuerda cuando soñaba sólo con aquella, cuando deseaba compañía como esa. Cuando, como ahora, en el final de ésta, se encuentra solo y melancólico por algo perdido, por algo soñado, logrado a medias y perdido en el reencuentro.
Ahora pareciera que todo aquello que vivió sólo son recuerdos de una vida ajena e incompatible con el curso del destino. Una vida de la cual en el presente, no ve, no encuentra y pareciera que la misma no se quiere acercar. Aún así es aceptada la situación de su explícita esencia; y aún así no dejará der ser, no perderá la esencia, sólo la dormirá.
Saldrá en momentos fugaces y en momentos de serenidad, de vez en cuando el ambiente lo consumirá y avivara, pero sabe que nunca será igual. Su vida perdida, su pasión dormida y su infinita sensación de desencaje estarán ahí, siempre estarán ahí…
De cualquier forma tiene fe, no está perdido el mundo, siempre que muere uno, surge uno nuevo y en cualquier momento se puede encontrar. Acepta que está solo, así llegó al mundo. El único problema es que este no es su mundo; el mundo que le corresponde está más allá de la bóveda celeste, más allá de su misma comprensión.
Es un fantasma por momentos, olvidad de sí mismo. Es el único ser humano que se atormenta tanto por una pregunta: “¿Qué hago aquí?”, siendo así el único que ha profundizado tanto en un tema sin obtener respuesta, que ya hasta ha olvidado que aquí es humano. Todo esto y más le ha generado su desencaje.
Déjalo, su única salvación puede ser encontrar la felicidad en alguien más.[i]

[i] Por: Julian Zodriguer Colfan