Mambr
Publicado en Aug 14, 2009
Lleno de trebejos y de harapos
Mambrú viene de la guerra. Albas, mediodías y crepúsculos. Puños escabrosos, árido inhóspito y de mirada terrible. Plétora de horrores y desastres. Ha tomado conciencia de la sangre. Cuando fue a batalla, de muchacho, era virginal y su tambor llevaba. Iba con el atolondramiento de los ladronzuelos tocando entre sequedales y soldados sedientos. Mas cuando el tambor se quebró de viejo pusieron en sus manos una espada y le gritaron al unísono: " Lucha o muere, gusano". Entonces Mambrú frunció el ceño entró a las encrucijadas de la cólera. Comenzó a cortar cabezas y elementos. Sus facciones decayeron escabrosamente. No pensó en la inmovilidad de deudos y dolientes. Llenó teatrillos y plazas de cadáveres. Se puso fofo y libertino, amañado y timorato. Se gastó plenamente en derribar bacilos, tomar botín por despojo y cercenar paladares. En una botija negra llevaba dientes de Oro quebrados. Aprendió a usar la ballesta diestramente y a cazar con placer a los beatos y culpables. El viento huía de su sórdida frente: Frente que una vez fue llanura y fue giralda. Rodaba sin piedad entre los barbechos oxigenado de una mortal marea negra. Aprendió a derribar los muros célicos y a llenar de lodo destellos y hormigas. Sus pies corrían ávidos a la batalla: Eran utensilios cristalinos de la muerte. Cambió su hechura de niño interminable en un Ser sinuoso y lleno de penúmbras. La timidez que lo hizo titubear de mozo se fue cuando arrancó su cabello azabache. Fue garfio incesante, cercenador milimétrico. Llegó a temérsele más que a Sansón entre los Filisteos. Ahora, luego de doscientos años turbulentos viene hastiado, con la cara entrecortada. A ver si se le permite aún volver a la frugalidad de sus primeros sueños.
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