Cuando somos niños, tememos de la oscuridad, de los monstruos bajo la cama, de perdernos. Al paso de los años superamos ciertos miedos, y adquirimos otros; las experiencias nos hacen evitar ciertas situaciones ya vividas, que causaron dolor. Ya no es miedo a lo desconocido, sino a lo que ya se conoce.
Nunca había temido a la muerte, pues la muerte es algo que siempre he añorado. Apagar las luces, frenar el sufrimiento, lo que sea que este tras esa puerta debe ser mejor que lo que hay aquí. Nunca había temido a la muerte, hasta ahora, que tengo algo que perder.