DURO DE MOLLERA
Publicado en Jan 28, 2013
Aquella tarde llegué corriendo hasta mi jacal, sin importarme donde quedaran, tiré mis cuadernos que con tantos sacrificios me compraron mis padres y aquellos libros tan bonitos que nos regaló el gobierno y que el profe Nicanor nos recomendó cuidáramos mucho porque al final del año escolar debemos regresarlos en buen estado. ¡Caray si seré duro de mollera!, todavía no entiendo por qué tengo que regresar algo que ya me regalaron. Estos señores del gobierno parecen tarugos, y no lo digo porque sí, pues cometieron la burrada de instalar en la escuelita del pueblo de Miraflores, un sistema de cómputo con pantallota y todo, pero se les olvidó que hasta la escuela no llega la luz eléctrica y que la maestra Tomasita no sabe de esas cosas modernas, lo más seguro es que ya no las aprenda, pues pronto se jubilará; pero de algo sirve la pantallota, pues la chamacada en cuanto se descuida la maestra, se divierten haciendo muecas frente del aparato ese. Luego, salí corriendo y atravesé el patio de la casa, ni siquiera atendí los ladridos de mi perro, que de esa forma parecía llamarme para jugar. En el camino al pueblo me encontré con el viejo maestro Sebastián, ése que ya está jubilado y al que el gobierno le da una pensión tan miserable que tiene que vender nieve de frutas en la placita del pueblo para poder comprarle las medicinas a su mujer doña Pachita quien está tullida por las reumas. —¡Véngase profe Sebas! —le grité. —Vamos al pueblo, dicen que viene el candidato a diputado, dizque éste si es el bueno, no como aquél que vino hace tiempo a ofrecernos mejor vida en nombre de la revolución y luego se hizo compadre del presidente municipal cuando le apadrinó a Pablito el hijo que tiene el señor presidente con Tomasa, la piruja del burdel más caro del pueblo. ¡Si hombre, aquél que dejó dulces y globos para la chiquillada y muchas ilusiones para los grandes!, Ilusiones que poco a poco se fueron reventando como los globos de los chamacos. —¿Se acuerda profe Sebas?, –le dije– ya sentado junto a él bajo la sombra refrescante de un árbol de mango. –¿Se acuerda como llegó diciendo ese candidato?– —Dizque porque a todos les convenía tenían que votar por él. —¡Ofreció agua para todos!, bueno, eso en las lluvias, ¿pero en las secas?, sólo don Felipón, el presidente municipal, su familia, sus queridas y sus amigos tienen agua; lo que es la plebe, ahí andamos medio muriéndonos de sed, acarreando agua desde el arroyo que pasa cerca del pueblo vecino. Nomás vemos como llegan todos los días esos carrotes que les llaman pipas a la casa de don Felipón para vaciar el agua que traen en su tinajota y que le manda el gobernador ¡porque es su primo hermano! ¡Sí seré duro de mollera!, no le hallo, ¿en dónde nos convenía a todos votar por ese fulano?...Bueno, en esos tiempos del calor y de la canícula a los únicos que les conviene que no haya agua es al padrecito Crescencio y Jovita la rezandera, porque luego organizan esos rosarios por tiempo indefinido a la Virgen de la Cueva, según: ¡Para que llueva, para que llueva! A propósito profe, —¿ya sabe lo que dice del nuevo cura el profe Nicanor?, dice que el padrecito cuando entró al seminario perdió el ano; ¡No se me asuste profe!, lo que pasa es que el maestro Nicanor lo conoció en la escuela primaria, antes de que se metiera de seminarista y se llamaba Crescenciano, ahora resulta que se llama Crescencio... ¡Si seré duro de mollera!, hay muchas cosas que no entiendo. Pero ya no me entretengo profe, me voy corriendo p’al pueblo para conocer al candidato a diputado. Y salí como alma que lleva al diablo, no me detuve hasta que llegué al mero centro del alboroto; me fui p’tras del asombro, todito estaba cambiado de cómo lo dejé la tarde anterior que estuve ahí; en los árboles, postes de luz, ventanas y paredes se veía la foto de un fulano pelando chicos dientones, dizque era el mero candidato. De lado a lado de la calle habían colgado como tendedero de ropa el mismo monigote. Y luego desde la entrada del pueblo se oyeron los cohetes y la música, y que se deja venir el gentío aquel, parecía hormiguero, no sabía de donde salió tanta gente; luego supe por el “Pecas” que habían llegado muchos camiones repletos de personas, hombres jóvenes y viejos, mujeres con niños que confundían su llanto con la música de viento y la cantaleta aquella: ¡Vamos a ganar, vamos a ganar!, era gente tan miserable como nosotros mismos, a luego se les veía en la cara la necesidad y la pobreza, en los ojos me pareció verles una chispa de esperanza de que este candidato al menos resolviera algunos problemas que tenemos. ¡Caray si seré duro de mollera!, pero no alcanzo a entender por qué los más jodidos en vez de unirnos para resolver nuestros problemas, confiamos en que nos los resuelva un desconocido que no sabemos que mañas tenga ni que madre lo parió. En eso estaba cavilando, ¡Cuando por fin pude ver al candidato!, ahí estaba aquel hombre, bien vestido, bien plantado, hasta rete chulo, como alcancé a oír que dijeron la Nelly y la Soledad, las dos solteronas del pueblo. En medio del alboroto, de empujones y de apretones, el candidato jamás perdió la sonrisota, ni siquiera cuando en un arrebato electorero cargó al chamaco de doña Tina, la que vende fritangas junto al billar y se embarró de mierda, pues el escuincle desconocedor de las formalidades de la política, se había cagado en los calzones. Bueno, el candidato siguió pelando los dientes con esa sonrisa como de engrudo, hasta cuando Tobías, el borrachín del pueblo le dio un “Abrazo del oso” con pisotón y todo, y le dejó ir en la mera jeta ese aliento agridulce que le afloja las corvas a cualquiera que tenga la pena de padecerlo. El hombre de la política no se apartó del gesto acartonado de todo candidato, ni cuando la Nelly en un arranque de lujuria le dio un pellizco en la nalga para comprobar si era humano o una aparición producto de su mente calenturienta y de sus deseos insatisfechos; el politiquillo sólo reparó como chivo montarás y se trepó al templete… y que comienza a hablar: Dijo que todos somos los mismos, que no descansará ni un minuto hasta que no resuelva todos nuestros problemas, que muy pronto seremos menos pobres, que habrá trabajo para todos y que no votáramos por otro candidato porque él era el mejor. ¡Cárajo si seré duro de mollera!, pero tampoco entiendo por qué los políticos y los votantes juegan al “Tío lolo”, pues los primeros saben que lo que dicen son mentiras, pero lo expresan con tal cinismo, que parece la mera verdad; y los ciudadanos saben que lo que están oyendo son mentiras, pero hay tal sumisión que lo aceptan como verdades. Para no seguir escuchando tantas tarugadas mejor me regresé a la casa del profe Sebas, a ver si él me sacaba mis dudas. Al llegar junto al viejo maestro le pregunté: –¿Profe qué es un diputado? –Mira muchacho, –me dijo– un diputado es un genuino representante del pueblo, éste lo elige mediante su voto directo para que sea su voz y en su nombre tome decisiones en el congreso. Su principal función es procurar el bienestar general a través de la creación de leyes justas y equitativas que pretenden remediar los males del pueblo que tienen postrada a la nación. –Un diputado debe ser un auténtico patriota, porque sólo el que ama verdaderamente a su patria podrá defender “Como un perro” su soberanía, su territorio y sus riquezas naturales. —Un diputado en el congreso, sabrá sentirse orgulloso del pasado histórico de su pueblo, —también sabrá reconocer los derechos inalienables de las minorías indígenas, procurará el beneficio social para las clases más marginadas, buscará que su pueblo esté educado, sano y en plena actividad productiva, todo esto a través de la creación de leyes que tengan esa finalidad— —Profe Sebas, ¿Quiénes no votan son tarugos?, —le pregunté. —Antes de contestarte te pondré un ejemplo: Imagina que tienes mucha hambre y te invitan a un banquete. Por supuesto que tú asistes con la esperanza de satisfacer tu apetito; pero al momento de servir la comida te das cuenta que el apetitoso pollo que está en la mesa es de plástico, más allá ves carne hecha de cartón y verduras de cera. —¿Aplacarías tu hambre en ese banquete?, —¡Por supuesto que no!... —Algo así sucede en la política, desde hace mucho tiempo a los ciudadanos nos están ofreciendo como opción de voto, no a los mejores, sino a los menos malos. La parte del pueblo que está consciente o al menos más informada, se abstiene de darle su respaldo a un individuo que no garantiza prácticamente nada para mejorar el bienestar común; el hambre de justicia social que padece nuestro pueblo no se va a satisfacer con los mendrugos que nos ofrecen— —Cuando el pueblo esté educado, bueno, al menos mejor informado y ya no sufra tanta miseria, entonces no votará por cualquier tarugo que le propongan, será tal el grado de abstencionismo, que los partidos políticos propondrán como candidatos a los mejores hombres de sus cuadros, y entonces, tal vez entonces, tendremos la oportunidad de votar por un hombre instruido, de virtud y además patriota, porque ciertamente votar es un derecho que nos otorga la constitución y ejercer el voto es una obligación cívica que nos imponen las buenas costumbres. Pero óyelo bien muchacho, ¡Jamás este derecho y esta obligación se deben oponer a la libertad que tiene el hombre y la mujer de manifestarse de la manera que consideren mejor para su persona y conciudadanos!, el ejercer tu voto dependerá de tu libre albedrío, quien te quiera obligar a lo contrario seguramente es porque sirve a intereses bastardos— Regresé pensativo a mi jacal, por el camino me dije: ¡Caray si seré duro de mollera!, pero a pesar de eso, ahora sé que cuando sea mayor seré diputado, pero no como el que les platiqué que vino al pueblo, sino como esos que ha esperado toda su vida el viejo profesor Sebastián.
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De Jess Pantoja
Saludos cordiales.
kalutavon
kalutavon
antonia rico mendez