Elsa
Publicado en Jan 28, 2013
Llegué temprano a poner en condiciones la casa de Elsa. Esta tarde, le dan el alta.
Vine con Amparo, mi fiel servidora. Mientras ella arregla el jardín, me dedico a repasar los muebles de la sala. Al correr un pesado sofá, el preferido de Elsa, donde se sienta a leer, junto al ventanal, descubro un sobre cerrado y polvoriento. Ella es la destinataria. Se me ocurre que el cartero pudo arrojarlo por la ventana abierta, cuando no respondieron a su llamado. Lo sacudo y lo dejo sobre el escritorio Elsa vivió, consagrada a su madre, hasta que la anciana murió. Al principio, se sintió perdida y tuvo un cuadro depresivo del que costó rescatarla. Los esfuerzos de Iván, el siquiatra que la atendió y, debo añadir, mi presencia constante, hicieron el milagro. Comenzó a repuntar, a cuidar de su aspecto físico y a recuperar su autoestima. Conoció a Hernán, un caballero interesante y agradable con el que inició una relación amorosa. Verla tan confiada en el futuro, me obligó a dar un paso al costado y poner mis energías en lo que había dejado pendiente, aunque seguimos manteniendo contacto. En parejas, tres son multitud. Evité sus insistentes invitaciones para dejarles consolidar su relación. En ocasiones que nos reuníamos, se los veía felices y distendidos. Elsa dejó de ser una preocupación y rogué para que siguiera así. De vuelta de unas vacaciones, fui a visitarla con unos presentes que estaba segura, le iban a encantar. La casa, cerrada y el jardín con signos de abandono, me hicieron suponer que estaría de viaje y sin preocuparme demasiado, volví a casa. Alcancé a cerrar la puerta y fui a atender el teléfono. Sonó la voz entrecortada y lacrimógena de mi amiga, desde su casa, reprochándome que no le diera tiempo para salir a recibirme. Volví a su casa, la situación lo ameritaba. Encontré una Elsa sumida en el abandono, muy distinta a la que dejé en brazos de Hernán. Sobre su mesa de noche, un desorden de frascos abiertos y comprimidos diversos, esparcidos sobre la cama. Hablé con su médico de cabecera que después de un examen, aconsejó internarla para desintoxicar y rehabilitar. Lo necesitaba con urgencia. En una de mis visitas, le pregunté por Hernán, los ojos se le llenaron de lágrimas y con voz entrecortada, contó que una mañana, salió a caminar, como era su costumbre y que en vano esperó su regreso. No hubo palabra, ni gesto que explicaran su extraña conducta. El despertó todos los sentimientos que anidaban en su corazón y estuvo convencida que era correspondida. No habían discutido ni hubo disputa que justificara esa actitud. La sintió como un golpe mortal. Incapaz de pedir ayuda, consiguió pastillas para evadirse de esa situación, inmersa en un sueño inducido y letal. La recuperación ha sido lenta y difícil. Esta tarde, vuelve a su casa. He comprado flores frescas, para darle la bienvenida. Ahora, todo se ve muy limpio y prolijo. Elsa, ya está en su casa. Deja que Amparo acomode sus cosas y después de aprobar, nuestra labor, viene a sentarse a su lugar preferido, junto al ventanal. Le alcanzo el sobre que encontré esta mañana. Me pide que lo abra y lea, entre nosotras no hay secretos, agrega. “ Sra. Elsa Stimson, Una persona de sexo masculino, sufrió un desvanecimiento al cruzar la avenida y fue atropellado por un auto. Encontramos sus datos entre sus pertenencias Se trata del Sr Hernán Matheu. Antes de su deceso pidió, insistente, su presencia. Fue imposible comunicarnos telefónicamente las veces que lo intentamos. Nadie vino a reclamar sus restos que fueron depositados en una fosa común” Siento aflojarse mis piernas y atino a envolver con mis brazos, el frágil cuerpo de mi amiga., para mi asombro, levanta su cabeza, en sus ojos hay un brillo especial cuando dice: - “Era lo que necesitaba saber para despedirme de este mundo, que me amaba, que no me abandonó, que reclamó mi presencia en su partida final, aunque no haya podido ser. - Gracias, amiga, Ya puedo morir en paz “ Se recuesta, cierra los ojos. De su semblante, trasciende una sensación de sublime felicidad.
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antonia rico mendez
LIBARDO BERNAL R.